Maria del Mar Arnús: "La independencia es una revolución de ricos"

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Núria Navarro

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Pocos historiadores del arte han vivido lo que cuentan. Maria del Mar Arnús, sí. Ha escrito 'Ser(t) arquitecto' (Anagrama), la biografía de Josep Lluís Sert (1902-1983) –autor de la Fundació Miró, la Casa Bloc y el Pavelló de la República–; y como era tío de su marido –Francesc de Sert, el cuarto conde de Sert–, transitó por la intimidad del arquitecto y tenía papeles y fotos de la familia a mano. 'Vivió' Sert, vamos.

A todo esto, no imaginen a alguien estirado y desdeñoso. Es una dama muy Anna Magnani que fija la cita en el Raval –el Dispensari Antituberculós del 'tiet' aguanta el tipo desde 1938 en la plaza de Castella–; baja de su casoplón en la ladera del Tibidabo en metro y confiesa que las gafas de sol rockabilly que lleva son de mercadillo y le costaron 8 euros.

–¿Condesa?

–Condesa de Sert. La gente suele esconder los títulos, pero mi marido, que está en la Acadèmia Catalana de Gastronomia, decidió reivindicarlo. En todo caso, cuando estudiaba Historia del Arte en la universidad me llamaban 'la condesa descalza'.

–Los Arnús podrían haber tenido título propio, pero su tatarabuelo Evarist, el banquero, no lo quiso.

–Sagasta, que era amigo suyo, le ofreció el título de marqués de Bétulo [la Badalona romana], pero él prefería los títulos de Bolsa.

–Y a usted quisieron casarla con un grande de España.

–Mi padre me regaló un caballo, con el que salía a montar por la playa y las rieras de Badalona. Eso me relacionó con un grupo en el que estaba Alfredo Goyeneche [marqués de Villafuerte y de Artasona y conde de Guaqui, que llegó a ser presidente del COE]. Era guapo y a mi abuela Pilar le gustaba, pero era muy frío. Apareció el conde rojo, que era muy divertido y tenía la misma 'joie de vivre' que yo y...

–Un momento. ¿En qué consiste eso de la 'joie de vivre'?

–El mundo se divide entre sufridores y disfrutones, yo soy más bien disfrutona. 'Joie de vivre' es disfrutar del descubrimiento. Sabemos que las cloacas existen (y siempre existirán), pero hay que ver el lado luminoso.

–Su clase –pensará la mayoría– se lo puede permitir.

–Mi clase, como usted dice, sobrevive. Además, yo me considero una desclasada. Comparto con Josep Lluís Sert los valores de la austeridad, el compromiso y la sostenibilidad, todos ellos muy contemporáneos.

–¿Su parentesco con él le abrió el apetito de arte?

–A mi abuela Pilar ya le interesaba mucho, y yo había hecho estudios en París y en Roma. Pero gracias a mi marido, nieto del pintor Josep Maria y sobrino del arquitecto Josep Lluís Sert, se amplió el campo de interés. A través del tío pude conocer a Octavio Paz y a Juan Rulfo, a los que admiraba.

–¿Recuerda el día en que se lo presentaron?

–Seguramente fue cuando me prometí, el 1965, pero mi recuerdo más nítido está asociado a Eivissa, a las tertulias de 's’horabaixa' en el complejo de casas que había construido para la familia y los amigos artistas situado frente a la ciudad de Eivissa y con la isla de Formentera al fondo. Por allí pasaron tantos... Entre ellos, Miró, que era un hombre dulce.

–¿A Dalí lo conoció?

–Sí. Dalí estaba obnubilado con el Sert pintor, que ahijó a Josep Lluís cuando su padre murió. El tío le introdujo en los ambientes artísticos de París y lo orientó a la arquitectura. Pero el sobrino se desclasó, dejó el Rolls Royce y decidió compartir su vida con una mujer de pueblo, Moncha.

–Decíamos que Dalí...

–En 1937, la República, junto a la Generalitat, encargó a Sert el Pabellón de la República Española en París, símbolo de la lucha antifranquista. Se apuntaron al proyecto Miró, Picasso, Calder... Bien, pues en una caja que conservaba la secretaria de Sert en Harvard, donde se exilió, encontré una postal en la que Dalí se quejaba a Jaume Miravitlles [comisario de propaganda de la Generalitat] de no haber sido informado del proyecto. Le habían excluido porque venía de un festival fascista en Italia y se había negado a condenar el nazismo.

–Sert votó Esquerra Republicana.

–Sí. Estaba muy comprometido. En 1933 el Comissariat de la Casa Obrera le encargó la Casa Bloc, por ejemplo. Aunque cuando el Guernica volvió a España [1981], manifestó su simpatía por Juan Carlos I, al que veía valores republicanos.

–Si hoy levantara la cabeza, ¿daría el aprobado?

–Estoy segura de que no. Sert era muy realista, muy de 'seny' y tenía una perspectiva global. ¿Catalunya 'independent'? ¡Si lo que importa es ceder soberanía a Europa! Además, esta es una revolución de los ricos.

–¿Qué quiere decir?

–Catalunya es la rica de España. Hoy la guerra es comercial. A todos nos interesa Europa.

–¿Y ustedes, los condes de Sert, dónde están?

–Mi marido es socialista y monárquico, más juancarlista que de este [Felipe VI], que es muy germánico. Yo, mmm, soy democrática.

–Es algo rebeldona.

–Soy una mujer que se preocupa por el mundo. El más cercano y el más lejano también. Podría aprovechar y vivir lo que me toca, pero no.

–Bueno, veranea en Comillas, el 'melting pot' de la aristocracia.

–Comillas está muy 'tomado' por Madrid. Hemos quedado un pequeño reducto, con amigos fantásticos y muy divertidos como Nicolás Sartorius o Miguel Ángel Aguilar. Por lo demás, todo se ha ido al garete, ¿no? Es la era de Acuario.

–Una observación muy hipi.

–(Ríe) Yo viví Bocaccio, y la movida madrileña. En mi armario encontrará o ropa de Sybilla –me eligió como modelo de mujer madura– o de mercadillo, que me encanta. Así que no crea que frecuento demasiado los círculos de la alta burguesía.

–¿Siempre ha sido así de singular?

–Me parezco a mi madre, que se quedó sorda a causa de mi parto y con la que siempre hablé a trompicones. Ella eligió para mí un ama de cría gitana que vivía en unas cuevas situadas en un terreno medio abandonado de la familia. ¡Así que tengo una hermana de leche gitana! Luego hice el 'finishing school' en el Sagrat Cor –mi madre había nacido en Sarrià, en la finca La Boscosa– y acabé tirando los libros por la ventana. Siempre andaba cuestionando las cosas. Agatha [Ruiz de la Prada], mi sobrina, también lleva la rebeldía Urruela en el ADN. 

–¿Y el lado Arnús? ¿No no le interesan las finanzas?

–¡Para nada! Solo la cultura.

–Que, por otra parte, le da algunos quebraderos de cabeza.

–¿Hablamos de política? La alcaldesa Colau, que dice que es republicana y de izquierdas, con respecto a la Sagrada Família, ni es republicana ni de izquierdas. Quiere dar permiso de obras a la Junta Constructora, que vulnera los derechos de autor, de los vecinos y del paisaje. Ningún ayuntamiento de la democracia lo había dado. No nos merecemos ese bodrio. Iremos a los tribunales. 

–¿Qué haría usted?

–Yo haría una expropiación y utilizaría dinamita fina para volar todo lo que han hecho después de Gaudí.

–Le arruinaría la diversión a más de cuatro millones de turistas.

–La ruina es muy romántica.

–¿Alguna otra indignación?

–La cultura en Barcelona está muy mal. ¿Es normal que en la biblioteca de la Fundació Miró,  un importante centro de estudios de arte contemporáneo, haya una sola bibliotecaria? ¿Es normal que no haya coleccionistas de arte?

–¿A usted nunca le interesó serlo?

–Yo sigo con interés la obra de algunos amigos, como Antoni Llena. Pero no tengo tiempo para coleccionar. Pasé mi 70 cumpleaños en la UCI a consecuencia de una angina de pecho y he bajado mucho el ritmo.

–Ha dicho que no tiene "tiempo", no que no tenga "dinero".

–[Sonríe] Yo sobrevivo.

–Fijo que su casa tiene algo de museo.

–Hay algunas piezas interesantes.

–¿Qué tiene del Sert pintor y del Sert aquitecto?

–Antonio de Senillosa nos llamó en los 80 para decirnos que había una subasta de pinturas de Sert en Florencia, por si nos interesaba. Fuimos y compramos dos, regaladas, que preferimos no restaurarlas para respetar la evolución del color. También tenemos sillas del Sert arquitecto y un juego de tocador de Cartier con sus iniciales, JMS, que Moncha, su viuda, nos regaló. Son recuerdos de familia.