FESTIVAL CON POLÉMICA

Israel, el candidato incómodo

El país anfitrión de Eurovisión acumula boicots y críticas por su gestión de la crisis con los palestinos

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Carles Savalls

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Sábado 4 de mayo. Son las 9 de la mañana. <strong>Tamta</strong>, la representante de Chipre, sube emocionada al escenario del Pabellón 2 de la Expo Tel Aviv para hacer su primer ensayo eurovisivo. Es la primera artista de este año en probar vestuario, cámaras y voz. Todo debe estar a punto para intentar ganar el festival. Media hora más tarde, a tan solo 30 kilómetros al sur de la ciudad, empiezan a escucharse unas explosiones. Hamás y la Jihad Islámica Palestina están bombardeando territorio israelí. Inmediatamente, el Ejército despliega el escudo antimisiles e inicia una ofensiva de respuesta sobre objetivos militares en la Franja de Gaza.

La seguridad es una de las cuestiones más importantes del certamen. Por razones obvias, nadie desvela detalles. Pero nos podemos hacer una idea de lo que será Tel Aviv la próxima semana, cuando aterricen miles de fans y periodistas de toda Europa: en 2017 el 'show' tuvo lugar en Kiev. Ucrania ya estaba en guerra con Rusia por la ocupación de Crimea. Durante la semana eurovisiva, la capital estuvo literalmente tomada por la policía y el Ejército.

Protegieron el recinto musical, las zonas turísticas y el Eurovillage, que es donde cada año se programan conciertos y actividades culturales paralelas. Al público se le grababa en vídeo al acceder al recinto y a más de uno le obligaron a demostrar que su móvil era un teléfono y no un dispositivo para activar artefactos explosivos por control remoto.

La cuestión palestina ha proyectado siempre su larga sombra sobre la participación de Israel en Eurovisión. Marruecos, por ejemplo, solo ha participado una vez; fue en 1980 porque Israel ese año no estaba. En el 2005, Líbano estuvo a punto de debutar en el certamen. Habían elegido cantante y canción –¡y estaban entre las favoritas!–, pero la Unión Europea de Radiodifusión (UER) les advirtió que no podían interrumpir el programa cuando actuara Israel. Los libaneses no aceptaron las normas del juego y acabaron retirándose. Todavía coleaban las rencillas por la ocupación del sur del país en los 80, por parte del Ejército israelí, para combatir a las milicias palestinas.

La victoria de Netta

Tras la victoria de <strong>Netta Barzilai</strong> el año pasado en Lisboa, la Autoridad Nacional Palestina fue la primera en instar al boicot. Justo después, el movimiento cívico palestino BDS inició una campaña internacional que recogió más de 100.000 firmas a favor del boicot con el argumento de que "participar en un festival de Eurovisión celebrado en Israel debería ser tan impensable como haberlo hecho en uno en la Suráfrica del 'apartheid'".

Se les llegó a ver por las calles de Estocolmo el pasado mes de marzo aprovechando la final del multitudinario Melodifestivalen sueco, donde los escandinavos eligen a su representante eurovisivo. También consiguieron aunar a más de 140 artistas de toda Europa y Australia en un manifiesto que denunciaba "décadas de violaciones de los derechos de los palestinos". El texto lo firmaron, entre otros, la actriz Julie Christie, el director de cine Ken Loach y los cantantes Lluís Llach y Fermín Muguruza.

El tema del boicot también estuvo presente en la última edición de 'Operación Triunfo', de donde tenía que salir el representante español en el festival de este año: María Villar, Alba Reche Natalia ya dejaron claro que no querían participar en el certamen por no estar de acuerdo con que Israel organizara el 'show', pese a tener el derecho de hacerlo por haber ganado la edición anterior.

El trío islandés Hatari afirma que "es absurdo saltar y bailar cuando millones viven con la libertad mutilada a unos kilómetros"

Quienes no han tenido remilgos en ir a Israel estando en contra de la manera en que el país afronta la crisis palestina, es el trío islandés <strong>Hatari</strong>. Han aterrizado en Tel Aviv con la intención de denunciar al país anfitrión, porque si no, "es absurdo saltar y bailar cuando en el mismo momento millones de personas a unos kilómetros viven con la libertad mutilada y una constante incertidumbre respecto a su bienestar y su seguridad", declararon recientemente.

El precio de gritar "paz"

Pero no toda la polémica termina en Palestina; la ocupación de los Altos del Golán por parte de Israel hace que las relaciones de este país con Siria, que considera suyo el enclave, sean otro foco de tensión en la zona. En el año 2000, Israel envió a Eurovisión al grupo Ping Pong. La banda decidió por su cuenta ondear banderas de Israel y de Siria hacia el final de su interpretación, donde además lanzaron el grito "¡paz!".

Para más inri, los dos intérpretes masculinos se besaron en la boca sobre el escenario. La televisión israelí montó en cólera y renegó de los artistas, obligándoles a pagar el coste del viaje a Estocolmo, que es donde se celebró el festival de ese año. No obstante, nueveaños más tarde, la tele cambió de actitud y decidió ofrecer al mundo una cara más amable de Israel, enviando a Noa, su artista más internacional, acompañada de la palestina Mira Awad y defendiendo un tema que incluía un fragmento de texto en árabe y cuyo título hablaba por sí solo: 'There must be another way'; es decir, 'Debe haber otro camino'.

La elección de Tel Aviv

La elección de Tel Aviv como sede de Eurovisión 2019 tampoco ha estado exenta de polémica. El Gobierno intentó forzar que el certamen se celebrara en Jerusalén. La comunidad internacional no la reconoce como capital del país porque ha incorporado territorios palestinos. Llevar a la ciudad un acontecimiento tan importante como Eurovisión hubiera reforzado su capitalidad. Pero la UER se plantó y pidió más candidatas para acoger el certamen. Tel Aviv se llevó el gato al agua.

El presidente del club de fans de Eurovisión en Israel, Itzik Fishely, considera que Tel Aviv es "la mejor elección".  La comunidad judía ortodoxa tiene mucho peso en Jerusalén; Tel Aviv, en cambio, "es diferente del resto del país; es divertida, tiene playas increíbles y un gran ambiente nocturno", asegura. Además, es abiertamente 'gayfriendly', ideal para la tropa más visible de seguidores del concurso.

En Jerusalén, Eurovisión hubiera tenido que hacer frente a la negativa de los ortodoxos a violar el shabbat, el descanso semanal obligatorio de los judíos, que va desde el atardecer del viernes a la noche del sábado. En esa franja horaria tienen lugar los dos ensayos de la final eurovisiva. Ya hubo muchos problemas cuando Jerusalén organizó el Festival de 1999 tras la victoria de la cantante transexual Dana International.

El año antes, la elección de la artista provocó un shock en Israel; Fishely recuerda que "la gente religiosa no la quería. Después de que ganara, no lo tuvo fácil; los ortodoxos dijeron que Eurovisión no se celebraría en Jerusalén y que Dana no actuaría en la ciudad, pero al final hizo una actuación memorable, interpretando el Free de Stevie Wonder al pie del Muro [de las Lamentaciones]". El presidente de los eurofans israelíes explica que el triunfo de Dana "cambió la historia de Israel" porque mostró al mundo una nueva imagen. "Siempre se nos ha considerado un país ortodoxo y muy tradicional. La mayoría de lo que la gente sabe es lo que ve en las noticias. Israel es más que eso".