CENTENARIO DE UNA LEYENDA

Eva Perón: ¿ángel o demonio?

En Argentina, se la quiso mucho y se la odió igual o más. Su muerte, a los 33 años, la encumbró al Olimpo de los mitos

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Abel Gilbert

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El Ministerio de Obras Públicas argentino se levanta sobre la 9 de Julio, la avenida más ancha y afrancesada de la ciudad de Buenos Aires. Se distingue a lo lejos por su altura y, también, por los rostros que exhibe en uno y otro frente. Son los de Eva Duarte de Perón. Efigies hechas de acero por los artistas Alejandro Marmo y Daniel Santero. En una, ella «habla» enérgicamente frente al micrófono. La otra es angelical. Las dos imágenes parecen sugerir que no hay una sola posibilidad de mirarla.  A 100 años de su nacimiento, las interpretaciones se multiplican de manera exponencial.

Nació el 7 de mayo de 1919 y se despidió del mundo el 26 de julio de 1952. En 33 años construyó una historia que suele explicarse en claves míticas: la hija bastarda, la casi adolescente que dejó su pueblo bonaerense para probar suerte en la capital como modelo, actriz de radioteatro y cine hasta que, en 1944, su vida cambiaría de manera radical. Ese año conoció a un coronel que manejaba la secretaria de Trabajo y previsión. El destino los unió durante un acto filantrópico con las víctimas del terremoto de San Juan. A partir de ese momento, su apellido dejaría de ser Duarte. Primero fue la segunda esposa de Juan Domingo Perón. Después, Evita, a secas, la «abanderada de los humildes».

Su biografía política ha estado exenta de unanimidades. Se la quiso, mucho, y se la odió con una intensidad simétrica o superior, capaz de festejar su cáncer terminal, el secuestro y la vejación de su cadáver embalsamado, convertido más tarde en moneda de cambio durante el mayor ciclo de violencia política en la década de los setenta del siglo pasado.

En la España franquista

El antiperonismo feroz concentró su ira en aquella mujer tuvo a cargo una fundación benéfica  que construyó hospitales, asilos, escuelas, impulsó el turismo social, difundió el deporte juvenil, y otorgó ayudas para la vivienda. La despreciaron porque se vestía con los mejores vestidos y joyas. La izquierda tradicional tampoco la aceptó, mucho menos cuando en 1947 encabezó la misión argentina que llevó a la España franquista su ayuda económica. Ese mismo año pone en escena la imposibilidad de definir su papel de un solo trazo. ¿Quién fue? ¿La agasajada por el dictador o la que en Buenos Aires lideró la lucha por consagrar el voto de la mujer? «Sintiendo, jubilosamente, que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos una larga historia de lucha, tropiezos y esperanzas», dijo cuando tuvo la ley en sus manos.

Aún se recuerda
la noche de su
muerte. El país
se detuvo. Una
voz neutra
informó que ella
había entrado en
la inmortalidad

En 1951, el movimiento obrero la propuso como candidata a vicepresidente. Las presiones militares la obligaron a dar un paso al costado durante un acto multitudinario frente al mismo edificio que ha impreso su semblante. «Renuncio a los honores pero no a la lucha».  Los hijos de los antiperonistas tomaron las armas en su nombre. Construyeron una figura a tono con sus deseos: «Si Evita viviera, sería montonera», dijeron. «Perón, Evita, la patria socialista», se atrevieron a cantar. «Perón evita la patria socialista», se burlaron otros al hacer de su nombre en diminutivo un verbo.

Libros, musicales...

Todavía se recuerda la noche de su muerte a la edad de Cristo. Eran a las 20.23 y el país se detuvo. Una voz neutra informó que ella había entrado en la inmortalidad. Escribió dos libros, uno en tono de manual escolar, 'La razón de mi vida', y otro de tono iracundo y antioligárquico, 'Mi mensaje'. La «inmortalidad» presagiada por un locutor estatal se verificó pronto en la literatura. Evita late en cuentos y novelas canónicas, desde 'Esa mujer', de Rodolfo Walsh a 'Santa Evita', de Tomás Eloy Martínez o la transgresora 'Eva Perón' de Copi.

En 1978, durante la dictadura argentina, se estrenó en Londres el musical de Andrew Lloyd Webber y letras de Tim Rice. La obra llegó subrepticiamente a Buenos Aires en su versión española. Los discos o casetes de 'Evita' con las voces de Paloma San Basilio y Patxi Andión pasaban de mano en mano en medio de la censura. Con la recuperación de la democracia, en 1986, hubo otro musical llamado 'Evita', escrito esta vez en clave argentina por Alberto Favero. La internacionalización de su figura se intensificó cuando Madonna encarnó a la "abanderada de los humildes" en la versión fílmica de la obra de Webber y Rice dirigida por Alan Parker.

Con el kirchnerismo resurgió desde el Estado la pasión «evitista». Cristina Fernández acuñó su perfil en billetes que pronto se depreciarían. El actual Gobierno de derechas la reemplazó por un ciervo. Quiso sacar sus efigies del edificio público. No se animó. Ella a estas alturas atraviesa generaciones, géneros e incluso ideologías. Ha sido beatificada, condenada, partisana, icono pop y diseño institucional. Cien años más tarde, los argentinos todavía esperan muchas más Evitas.