Ángel Viñas: "Eso de que Franco era un patriota es un camelo"

El historiador destapa en un libro la conspiración de los monárquicos contra la República

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Núria Navarro

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A orillas del aniversario de la Segunda República y a dos semanas de unas elecciones generales en las que las derechas ondean argumentos de los años 30, el historiador <strong>Ángel Viñas</strong> (Madrid, 1944) publica '¿Quién quiso la guerra civil?' (Crítica), un libro que demuestra que los monárquicos alfonsinos, los carlistas y Juan March declararon la 'guerra' a la democracia desde el minuto cero del 14 de abril de 1931. (Luego Franco, aprovechando la ola, los dejó con un palmo de narices: no restauró la monarquía autoritaria con tintes fascistas que tramaban, y se apuntó el tanto para la posteridad).

–¿Una conspiración en toda regla?

–Se sabía que los conspiradores habían combatido la República con publicidad, a través de órganos como 'La Nación' o 'Acción Española' o de discursos como los de Calvo Sotelo. Otros habían apuntado la existencia de contactos con los fascistas italianos –lo admitió, por ejemplo, el aristócrata y militar Juan Antonio Ansaldo en sus memorias, publicadas a inicios de los 50–, pero sin darles mayor importancia. Yo, tras el estudio de los papeles italianos, demuestro que el golpe fue instigado por los monárquicos y que Mussolini se comprometió a entregar aviones a los conspiradores.

–Rebaja usted los 'méritos' de Franco en la cocina del golpe.

–Franco fue un impostor. En el apogeo de su poder, en 1943, dio instrucciones al Servicio Histórico Militar, dependiente del Estado Mayor del Ejército, para que él apareciera como el urdidor de la conspiración. Pero los mitos del franquismo son falsos.

–¿Tan fácil es blanquear la memoria colectiva?

–Era un dictador. Se autoconvirtió en fuente de ley y con el tiempo la gente fue olvidando. Franco fue un general importante enviado a Canarias, donde se le asignó la misión de sublevar la guarnición de Gran Canaria y ponerse al frente del Ejército de África. En aquel momento, aspiraba a ser alto comisario de España en Marruecos.

"Hitler no había oído hablar de Franco en su vida. Fue la historiografía comunista la que se inventó que era un sicario del Führer"

–Hitler no tenía ni idea de quién era el militar gallego, dice. 

–Cuando Franco llegó a Tetuán, ordenó a Luis Ordaz que se incautara del avión del servicio postal de Lufthansa que estaba en Canarias y, 'manu militari', se lo llevaran a Marruecos. Los nazis que andaban por allí insinuaron la posibilidad de contacto, pero es solo una aventura. Hitler no había oído hablar de Franco en su vida. Eso fue una invención de la historiografía comunista, que intentó presentarlo como una especie de sicario del Führer. Es más, encontré un papel de febrero de 1936 con las directrices del servicio secreto alemán en el que no hay la menor referencia a España.

–Mussolini, en cambio, sí estaba en el ajo.

–Su primer envío de aviones a Franco, contratado por Pedro Sainz Rodríguez [uno de los impulsores del Bloque Nacional], fue el 1 de julio del 36. El Duce pensaba que ayudaba a una pequeña sublevación, y se montó una guerra. No había imaginado eso.

"Hay una tendencia a presentar la República como la antesala de la guerra civil. Y es una construcción ideológica del franquismo"

–La República tampoco, sostiene.

–No. Durante el primer año de gobierno, logró disipar los temores de la derecha. Y no es que lo diga yo, lo dijo el embajador británico George Grahame, testigo de los primeros cuatro años de vida de la República, que era conservador y monárquico. Hay una tendencia a presentar la República como antesala de la guerra civil, por "sumir" al país en una ola de salvajismo, asesinatos, huelgas y manifestaciones tumultuarias. Y eso es una construcción ideológica del franquismo para justificar la sublevación: "había que hacerlo" porque el régimen "atentaba" contra la unidad de la patria, la Iglesia católica y los valores inmortales.

–¿A Azaña no le funcionó el servicio de inteligencia?

–No, o no me explico la indolencia. En Francia se habían detectado los manejos monárquicos durante los años 31, 32 y 33, había mucho agente monárquico infiltrado y las octavillas de la Unión Militar Española no podían ser más claras. ¿La agitación en los cuarteles no llegó a oídos del ministro de la Guerra? ¿Estaban en la luna? Yo incluso reproduzco un comunicado del general [Carlos] Masquelet en el que, para atajar "algunos rumores", dice que el Ejército está disciplinado y al servicio de la República. O le tenían mal informado, o era idiota.  

–¿Y Franco era un tipo listo?

–Era un hombre frío y calculador. Tenía ideas muy primarias aunque claras. Tardaba en parir, pero cuando tomaba la decisión, era veloz. Y anteponía sus propios intereses a cualquier otro. Eso de que Franco era una patriota es puro camelo. También que era un gran estratega. Tenía una educación pobre y quizá por su experiencia como jefe del Estado Mayor Central, empezó a pensar políticamente.

–Estos días volvemos a oír la idea de la 'destrucción de la unidad de la patria'. ¿Qué le parece?

–La extrema derecha no ha florecido por azar hace seis meses, estuvo ahí durante los últimos 40 años. Una porción importante de periodistas y de políticos de cuarta fila nunca dejó de decirlo. Lo de hoy es una herencia del franquismo –incluso con reminiscencias fascistas– que no ha hecho más que emerger a la superficie.

"En la Constitución
no cabe la aceptación
el sedicente
derecho a la autodeterminación"

–Solo que ahora les rinde. Al menos, les ha rendido en Andalucía.

–Pienso que es por tres razones. 1/ la mala gestión de los gobiernos españoles de las secuelas de la crisis económica del 2008 , que ha impactado a grandes sectores sociales –también ha sucedido en Francia, el Reino Unido e Italia, pero no en Portugal ni en Grecia, que sufrió más que España y noto una cierta recuperación–. 2/ las redes sociales, que alteran el discurso político (¿quién diablos hubiera pensado que un personaje como Trump iba llegar a la Casa Blanca?). Y 3/ el tema catalán, que desborda Catalunya y afecta a toda España.

–El 'tema catalán', a su juicio, ¿en qué sentido?

–Cuando se despierta un nacionalismo que reviste caracteres tan absurdos como el catalán, es inevitable que despierte indignación primero y luego rabia en ciertos sectores. Pasa como en un divorcio: quien no quiere divorciarse, no entiende al que sí quiere. 

–¿Por qué la 'unidad de España' es una categoría tan movilizadora?

–No es la unidad, es que dentro de la Constitución cabe una reorganización de la estructura territorial del Estado y del reparto del poder. Lo que no cabe es la aceptación del sedicente derecho a la autodeterminación. Eso no lo reconoce ninguna constitución del mundo.

–¿No tener precedente invalida un proyecto?

–Oiga, la República proclamaba en la Constitución la "diversidad regional" dentro del "estado integral". En los años 30 fue una democracia que admitió el Estatut de Catalunya, el estatuto vasco y el gallego, que estaba en trámite. Y la del 78, también. España es hoy uno de los estados más descentralizados de Europa y, si me permite, probablemente del mundo.

"Hay intentos de subvertir los principios fundamentales de la Unión Europea"

–Total, que era el momento para la emergencia de Vox .

–La extrema derecha, en gran parte, estaba metida en el PP. ¿Dónde si no?

–¿La formación de Santiago Abascal le provoca risa o espanto?

–Me provoca mucha risa, de momento. Sin embargo, conecta necesariamente con el régimen de Franco, que tuvo rasgos fascistoides de principio a fin.

–¿Imagina hoy una 'conspiración' como la de los años 30?

–Hay intentos de subvertir los principios fundamentales de la Unión Europea (UE), cuyo destino me preocupa esencialmente, porque es el escudo protector de las democracias. Uno de los miembros te puede salir rana, pero si la UE es socavada, se convertirá en ranero. Steve Bannon, exestratega de Trump, va tejiendo complicidades, y si la extrema derecha irrumpe con fuerza el 26 de mayo, las cosas pueden cambiar. 

–Desmentir a la derecha y la ultraderecha no sale gratis. ¿Nadie le ha afeado por whatsapp?

–Mi libro no es de derechas ni izquierdas, está basado en documentos que no invento. Luego, yo tengo mis ideas, porque los historiadores no somos mejillones. No tengo problema en decir que no me gusta el franquismo ni el culto que aún se rinde a Franco.

–Suerte que vive en Bélgica.

–Pero estoy al tanto. Lo que está claro es que para mí no es lo mismo una democracia imperfecta –como era la de la República– que una dictadura militar y sanguinaria como la que castigó a España.