Garrard Conley: gay, enfermo y pecador

La película 'Identidad robada' recrea la tortuosa terapia que siguió este estadounidense para 'curar' su homosexualidad

zentauroepp47524603 mas  periodico garrard conley190329101054

zentauroepp47524603 mas periodico garrard conley190329101054 / periodico

Nando Salvà

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Por favor, ayúdame a ser puro". Son las palabras que Garrard Conley dirigía a su Dios una y otra vez, con la esperanza de que quizá así dejaría de ser gay. A lo largo de su infancia y su adolescencia en la América profunda, el muchacho escondió su sexualidad. Fue educado en la tradición del fundamentalismo cristiano, según el cual el infierno existe físicamente y sentir atracción por personas del mismo sexo es una enfermedad y un pecado. Con 19 años, mientras su padre se preparaba para ser ordenado pastor baptista, fue violado por un compañero de facultad que después llamó a los Conley para delatarle. 

Horrorizado, el pastor lanzó un ultimátum a su hijo: si se empeñaba en ser gay, no podría seguir formando parte de la familia. Como resultado, atrapado entre sus propias creencias y los dictados de su identidad, aceptó ingresar en Love in Action (LIA), una terapia de conversión gracias a la que, al parecer, abandonaría la homosexualidad. La traumática experiencia que allí vivió se recoge en 'Boy Erased', el libro de memorias publicado en el 2016 en el que se basa 'Identidad borrada', la película protagonizada por Lucas Hedges, Nicole Kidman Russell Crowe que ahora llega a los cines. 

Como la pederastia y el bestialismo

Este programa de rehabilitación se basaba en una serie de principios que no solo trataban la homosexualidad a la manera de adicciones como el alcoholismo o la ludopatía, sino que la ponían al mismo nivel que la pederastia y el bestialismo. Sus participantes estaban sometidos a un rígido control en cuestiones como la vestimenta y el aseo; se les exigía evitar comportamientos excéntricos y la música de compositores como Beethoven o Bach. Conley pasó seis meses sometido a maratonianas sesiones diarias de tortura psicológica que lo dejaron al borde del suicidio, hasta que un día su madre irrumpió en una de ellas para llevarse a su hijo a casa. 

Descargas eléctricas y porno gay

En EEUU, la historia que 'Identidad borrada' rememora no es excepcional. Las estadísticas aseguran que 700.000 personas han pasado por tratamientos como ese, y sometidos a métodos tan crueles como recibir descargas eléctricas mientras se los obligaba a ver porno gay. Los avances en los últimos años de la comunidad LGTBIQ en materia de derechos harían suponer que, en todo caso, las terapias de conversión son cosa del pasado. Pero no: siguen siendo promovidas por iglesias fundamentalistas; y el mismísimo vicepresidente, Mike Pence, ha sugerido estar a favor de ellas. Resulta fácil suponer, asimismo, qué opina su jefe al respecto.