CONSUMO CULTURAL

¿Por qué los adolescentes (casi) no leen?

Más de la mitad de los jóvenes de 15 a 18 años no abren un libro. Varios expertos nos ayudan a arrojar luz sobre cuáles son los motivos

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Carme Escales

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Luz agradable, posición cómoda en lugar confortable y un libro entre manos ponen rumbo al placer de leer. El cuento antes de apagar la luz es el viaje iniciático a la lectura en la infancia que, si cala, queda para siempre. Y en la edad adulta lleva a buscar momentos de evasión que fascinan a quien ama leer. Pero con la efervescencia adolescente, de los 15 a los 18 años, momento de descubrimientos vitales, dicen los marcadores del barómetro de la Federación de Gremios de Editores de España que el hábito de la lectura se esfuma. <strong>Solo el 44,7% de chicas y chicos de esa edad leen de manera habitual</strong>El porcentaje de lectores entre los 10 y los 14 es el 70,8%.

«La adolescencia siempre fue una etapa complicada para formar lectores», señala el investigador sobre lectura y escritura de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) Daniel Cassany. «En primaria hay más acompañamiento de los docentes a la lectura. Y también en casa, durante la infancia las familias se dedican más a ello», afirma el docente. «En secundaria la educación se especializa, el joven empieza a ser más autónomo y tiene más intereses fuera de casa. Y las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) y toda su oferta de videojuegos, redes sociales, cine en 'streaming', etc. arrinconan aún más los libros y las propuestas de lectura de una obra completa».

Ideas para motivar

Desde su experiencia en el estudio del tema y como autor del libro 'Laboratori lector' (Anagrama), Cassany lanza algunas ideas para motivar al adolescente a leer. Hablar de lo que estamos leyendo, conversar durante la cena sobre lo que se ha leído durante el día, la noche anterior, en internet o en la escuela es una de ellas. «La lectura debería ser un tema de debate como lo es un programa de televisión, una película o una noticia», defiende. También saber elegir importa. Él sugiere leer pequeños fragmentos conjuntamente en voz alta, y diversificar la lectura. «El hábito lector se desarrolla con todo tipo de obras, no es necesario que sean del canon académico, pueden ser cómics, sagas fantásticas o 'fanfic'(relatos de ficción escritos por fans)». Ser transmedia (la historia se despliega a través de múltiples medios o plataformas) –dice el especialista– ayuda. Relacionar la lectura de texto con el resto de medios como el cine, los videojuegos o el cómic igualmente construye caminos de lectura, según él.

«La lectura 
debería ser un
tema de debate,
como el cine
o una noticia»,
defiende el
experto Daniel
Cassany

Y en ello ponen mucho énfasis desde las Bibliotecas de la Diputació de Barcelona. «Preferimos hablar de lecturas en plural, que va mucho más allá de la lectura de libros», puntualiza Marta Cano, gerente de  Serveis de Biblioteques del Àrea de Cultura, Educació i Esports de la Diputació. «El consumo cultural, de todo, cambia. Ahora ya no compramos discos enteros, consumimos canciones. Y que se vendan menos discos, ¿quiere decir que se escucha menos música? No, como tampoco es un indicador de lectura que se dejen menos libros en préstamo. Necesitamos otros indicadores», precisa Cano.

«Si queremos tener éxito con los jóvenes», propone, «tenemos tres elementos importantes. Primero, involucrarlos en la participación, en la programación, en las lecturas, en la escritura y en el diseño de los espacios. Queremos que lo preparen ellos a su manera. Segundo, tenemos que hablarles en su lenguaje y que sean ellos quienes hablen de nosotros, pues entre ellos el mejor prescriptor es uno de ellos mismos. Y tercero, hacer propuestas dinámicas y de intercambio». Cómo organizar un 'escape room' a partir de una obra literaria es una de las actividades con las que acercar el gusto por la lectura a los jóvenes, a partir de cosas que eligen hacer, y no necesariamente leyendo un libro directamente. Este es uno de los ejemplos de planes para adolescentes que respiran esa filosofía y que ponen en práctica las bibliotecas de la Diputació, con resultados positivos ya documentados.

Un placer

Representar cuentos originarios de los países diferentes de los que proceden los alumnos es otra iniciativa en esta línea. El Aula d’acollida del IES Ventura Gassol de Badalona, en la que trabaja Àfrica Ragel, acredita experiencia en esta práctica. Entre sus alumnas y alumnos, de 12 a 17 años, hay quien viene de Honduras, Colombia, Pakistán, China, India o otros lugares de España, como Málaga, una riqueza cultural de la que Ragel saca jugo en beneficio de la comprensión lectora de sus alumnos. «Si creas un ambiente favorable para la lectura, en el que no se sientan evaluados, ayudas a que lo vivan como un placer y no como una asignatura», argumenta la profesora.

Claro que si alguien puede crear ese ambiente de evasión placentera, lúdico y gratificante de manera casi mágica es una escritora como ella. Àfrica Ragel es lectora y escritora. En casa lo ha visto con sus hijos, ahora adolescentes. «Una vez al mes, tenemos por norma ir a la librería Laie caminando desde casa. Nos tomamos un chocolate caliente y cada uno escoge un libro. También lo hacemos en la librería Etcètera de nuestro barrio, el Poblenou», explica. La elección de las lecturas es individual, intransferible, y lleva su tiempo. «Estamos una hora escogiendo, y cada uno tiene su propia biblioteca», dice. 

En sus guardias en el patio del instituto, Ragel constata que «muchos alumnos chinos, sobre todo los que acaban de llegar de su país, están leyendo. Es su manera de reencontrarse con su idioma. La comunidad china lee muchísimo. Los chicos se evaden de su nueva realidad leyendo», comenta. Como madre, se explica las diferencias en el hábito de lectura de unos alumnos y otros. «Si en casa no han visto leer, no lo viven como algo normal. La lectura se ha de convertir en un ritual agradable. Tal vez a muchos no les guste hacerlo porque no han encontrado un libro que les enganche», apunta. «Ser buen lector no quiere decir leérselo todo».

«Leer no es como
jugar a la ‘play’.
Requiere hábito
y lograrlo no es
fácil», advierte
el profesor Joan
Maria Roig

En casa de Eva Miró también sus dos hijos han crecido entre libros. Muy acostumbrados a ver a sus padres leyendo, entre las manos de ellos siempre hubo libros. A menudo salían de casa despidiéndose con un: «Me voy a la biblioteca». Pero a medida que han ido creciendo, la pasión por la lectura de sus hijos ha ido perdiendo lugar en sus vivencias diarias. «Con la ESO se rompió la magia. Y, entre sus amigos, hay alguna excepción, pero en general pasa igual», constata. 

Patinete arriba y abajo

«El cine, la calle, con el patinete arriba y abajo, y los deberes y materias para estudiar, ¿cuándo pueden sentarse a leer?». Tiene la esperanza de que, pasada la etapa de la adolescencia, sus hijos retomarán el placer por la lectura, «porque crecieron con esa magia» y comprende perfectamente que ahora sean otras sus prioridades. «En esta etapa priman descubrir todo lo nuevo que se les presenta, el descubrimiento del mundo que es precioso. Y las pantallas y máquinas acaban rematándolo todo. Les resulta mucho más atractivo todo eso. Desde su punto de vista, claro, yo prefiero viajar con la imaginación a través de la lectura», cuenta esta ferviente lectora. «A veces, he dejado pasar paradas de metro para acabar el capítulo de un libro, y he llegado a estar en tres clubs de lectura a la vez, y a no cenar hasta acabar un libro. Leer crea adicción». 

Nuevas tecnologías

«A los adolescentes, las nuevas tecnologías se lo hacen todo más fácil e inmediato. La lectura nada tiene que ver con una partida en la 'play'. Leer es un tema de hábito y alcanzarlo no es fácil. Entre los adultos tampoco», dice Joan Maria Roig, profesor de Filosofía en el Institut Abat Oliba de Ripoll. «Aplicar el Pla Lector en nuestro centro –media hora al día de lectura obligatoria– ha sido muy positivo. La mayoría de alumnos van adquiriendo el hábito», señala. «Lo interesante es que, una vez se adquiere, es más fácil disfrutar de la lectura y el vocabulario se enriquece. Pero son ventajas que requieren el primer esfuerzo», añade. «Iniciativas como 'L’hora del conte', del Ayuntamiento de Ripoll como club de lectura para jóvenes son muy interesantes en este sentido. Pero no hay ninguna receta mágica, porque lo que hay detrás de cada joven no es igual». Lo que sí tiene muy claro este profesor con 27 años de experiencia en docencia es que «durante años, la importancia de la lectura pasaba desapercibida y ahora hay mucho más interés por descubrirles a los alumnos que leer es interesante, y la escuela ha de transmitir el amor por la literatura y la lengua».

En la librería

Tras el mostrador, libreras como Nelly Gonçalves también observan la situación con interés. «De los 15 a los 18 es una de las franjas más difíciles de enganchar a la lectura. Y no es algo nuevo, llevamos años así», confirma ella desde su librería Santos Ochoa en Nou Barris. «Pensamos que los videojuegos y estar tan atrapados en sus teléfonos móviles tienen que ver con ello. Eso engancha hasta extremos adictivos. Si lo vemos en adultos, cómo no va a suceder entre los jóvenes», apunta. «Sí vemos un esfuerzo por parte de las editoriales. Desarrollan historias inspiradas en ese mundo nuevo que atrapa a los jóvenes: Whatsaap, Youtube, videojuegos. Hay que buscar atraparles en la lectura pero a través de sus gustos. No podemos decirles que lean aislados de lo que de verdad les seduce», considera. «Los padres vienen preocupados y yo les digo: ‘Venid con ellos y que escojan a su gusto’. Y en la librería montamos juegos de mesa y clubs de lectura, porque, rodeados de libros, se adentran en la lectura socializándose en la actividad». 

«En ese punto de inflexión, de los 15 a los 18, reciben tantos inputs, que es normal que descienda la lectura», comenta la directora de publicaciones de Edebé, Reina Duarte. «Nuestra apuesta para compensarlo es editar lo mejor posible sobre temas que les gustan, para ello hay que entender qué les preocupa o interesa, un editor no puede ir en contra de eso. Éxitos como los títulos de Care Santos y Maite Carranza, que cuidan con la misma exigencia la calidad de obras para sus lectores más jóvenes, nos dicen que algo estamos haciendo bien».