El gordo y el flaco: cuando el humor llevaba bombín

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Nando Salvà

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En Polonia los llaman Flip i Flap, los albaneses los conocen como Olio me Stelion, el idioma árabe alude a ellos como El Tikhin Ouel Roufain y, para los hispanoparlantes, son simplemente El gordo y el flaco. Stan Laurel y Oliver Hardy introdujeron en el cine el formato de la pareja cómica, y a bordo de él estrenaron 107 películas entre 1921 y 1951 que, se mire como se mire, cambiaron la historia del humor. Pese a ello, por algún motivo no se les suele incluir en la misma liga que a compañeros de generación como Charlie Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd.

Desde el próximo viernes en los cines, el 'biopic' 'El gordo y el flaco' pone el foco en un episodio poco conocido de las vidas del dúo: en 1952, cuando habían perdido el favor del público y su salud estaba ya seriamente deteriorada, emprendieron una gira por Gran Bretaña que resultó ser la última de su carrera. Magníficamente interpretada por Steve Coogan, en la piel de Laurel, y John C. Reilly, en la de Hardy, la película nos ofrece la excusa perfecta para recordar por qué son tan importantes. 

‘Influencers’: una caudalosa fuente de inspiración

Peter Sellers aseguraba llevar consigo una enorme foto autografiada por Laurel adondequiera que fuera. Ricky Gervais dijo una vez, en referencia a sus series 'The Office', 'Extras' y 'Derek': «Todo lo que he hecho se lo he robado a ellos dos». Cómicos como Jerry Lewis, Steve Martin y Roberto Benigni se cuentan entre sus seguidores más incondicionales. Pero su club de fans trasciende el mundo del cine y el de la televisión. El novelista Ray Bradbury dijo que verlos sobre un escenario fue uno de los momentos más felices de su vida, y su homólogo JD Salinger los describió como «dos artistas caídos del cielo».

Las escenas en las que participan Didi y Gogo en 'Esperando a Godot', de Samuel Beckett, recuerdan poderosamente a las que Stan y Ollie crearon para la pantalla, lo que no sorprende considerando que Beckett confesó no perderse ninguna de sus películas. Por su parte, René Magritte rindió tributo a Laurel en su celebrada pintura 'El hijo del hombre', y quien se fije lo suficiente lo verá junto a su orondo compañero en la portada de uno de los discos más famosos de la historia: 'Sgt. Pepper’s lonely hearts club band', de los Beatles.

Arquetipos: precursores de las comedias de situación

En 1933, Laurel y Hardy protagonizaron 'Compañeros de juerga', generalmente considerado como uno de sus mejores largometrajes. En él, la pareja decide acudir a una convención organizada por una fraternidad y, como la esposa de Ollie se niega a quedarse sola en casa, el gordo traza un plan para escabullirse sin que ella se dé cuenta. En sus 68 minutos de metraje, la película incluye varios elementos temáticos que con el tiempo se convertirían en arquetipos de la comedia de situación o 'sitcom', como las disputas domésticas entre parejas de vecinos o el hábito de emparejar al obeso protagonista con una esposa más delgada y excesivamente atractiva. Entre las ficciones televisivas deudoras de la película están 'Los recién casados', 'Los Picapiedra', 'Padre de familia', 'El rey de Queens' y, por supuesto, 'Los Simpson', que ha contado con apariciones estelares de Stan y Oliver en cinco de sus episodios.

Histriones: la puesta de largo del ‘slapstick’

Aunque había visto la luz en la era del vodevil a finales del siglo XIX, el 'slapstick' –subgénero basado en la comedia física exagerada– saltó a la pantalla en los años del cine mudo gracias a Chaplin, Keaton y Laurel y Hardy, entre otros. Son muchos quienes consideran que El gordo y el flaco fueron las únicas estrellas de la comedia muda que supieron adaptar su humor con éxito al cine sonoro; después de todo, incluso en sus películas con diálogos las palabras siempre tuvieron menos importancia que su enorme capacidad gestual –sirva como ejemplo de esta última la poco ortodoxa coreografía de danza incluida en Laurel y Hardy en el Oeste (1937), uno de los momentos más memorables de la historia del cine–. Sea como sea, durante el funeral de Laurel en 1965, Keaton afirmó: «Chaplin no era el más divertido. Yo no era el más divertido. Stan era el más divertido».

Minimalistas: la opción por la simplicidad

Mientras que las inquietudes sociales y los pensamientos políticos de Charles Chaplin estaban presentes en sus películas, el único objetivo de Laurel y Hardy siempre fue hacer reír. Y para ello siempre prefirieron argumentos y diálogos minimalistas. En un momento en el que las comedias 'screwball' se sostenían sobre vertiginosos peloteos verbales, Stan y Ollie confiaron en la simplicidad de una buena frase o, sobre todo, de una mirada exasperada directa a la cámara. Contemplar esas rupturas de la cuarta pared a cargo de Hardy resulta tan sorprendente y encantador hoy como lo era hace casi un siglo. 

Eternos: humor sin fecha de caducidad

El gordo y el flaco crearon buena parte de su producción durante un tiempo intoxicado por los efectos de la Gran Depresión y la Era de la Prohibición, y ofrecieron a la ciudadanía una vía para evadirse de sus míseras vidas. Representaban al hombre común, que carece de medios y de perspectivas pero que, de algún modo, logra sobrevivir. 

En cualquier caso, su humor se basa en una observación del comportamiento humano que no entiende de épocas, porque habla de los absurdos de la vida y de lo vano que resulta esforzarse por dotarla de un sentido. Y quizá la película que de forma más certera encapsula esa futilidad sea 'Haciendo de las suyas', por la que obtuvieron el Oscar al mejor cortometraje de comedia en 1932. En ella intentan subir un piano por un largo y empinado tramo de escaleras, y mientras lo hacen no solo resultan hilarantes; también nos recuerdan que la vida escapa a nuestro control y, por tanto, ¿para qué tomársela en serio?