CIENTÍFICAS AFRICANAS EN MOVIMIENTO / 2

Nina Wambiji, la salvadora de sirenas

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zentauroepp47033194 la ocean grafa keniana nina wambiji en mombasa en enero co190221125836 / ÓSCAR RAFONE

MICHELE CATANZARO Y MARCO BOSCOLO

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La oceanógrafa Nina Wambiji no se inmutó cuando unos pescadores de Ngomeni (en la costa norte de Kenia) le dijeron que habían avistado una sirena. Esta investigadora suele preguntar a los marineros qué es lo más raro que han capturado. Lo cierto es que el océano Índico arroja toda clase de criaturas en sus redes. 

"Dos corrientes se mezclan en esta costa, empujando hacia la superficie aguas profundas, cargadas de nutrientes", explica Wambiji. Estas sustancias atraen la fauna más variada. La sirena avistada en Ngomeni era probablemente un dugongo, un mamífero marino cuya hembra se tapa la menstruación con una hoja, según la leyenda que cuentan los pescadores. Pero también hay animales más familiares, como las ballenas que migran a estas aguas. 

La científica ofrece a los pescadores inventos baratos y brillantes para evitar la pesca accidental, una grave amenaza para el océnao 

«En el 2017, una ballena jorobada se quedó atrapada en una red en Ziboni. Los pescadores intentaron liberarla sin éxito. Entonces plantaron una bandera blanca en ella, para encontrarla cuando volvieran con refuerzos. Pero la ballena se hundió, llevándose la red», relata Wambiji.

Este episodio empujó a la oceanógrafa a organizar un taller de liberación de ballenas que quiere llevar a cabo esta primavera. Esta iniciativa forma parte de la batería de medidas que está impulsando esta investigadora del Instituto de Investigación del Mar y las Pesquerías de Kenia (KMFRI), de Mombasa. 

Su objetivo es reducir las capturas accidentales de animales amenazados –como delfines, tortugas, tiburones y ballenas– y de peces juveniles. Con esta finalidad, Wambiji y sus colaboradores están equipando a los pescadores artesanales de Kenia con un conjunto de herramientas baratas y eficaces: botellas de refresco modificadas, anzuelos deformados u orificios en las redes.

Todo ello forma parte de un proyecto (BYCAM) de la WIOMSA (Asociación de Ciencias Marinas del Océano Índico Occidental) en el que participa Wambiji. 'Más Periódico' visitó a la oceanógrafa en el marco de un proyecto periodístico apoyado por los Journalism Grants del European Journalism Center.

Víctimas colaterales

«Las capturas accidentales son uno de retos más grandes para la pesca sostenible. No existe un instrumento único para evitarlas. Me parece muy prometedor que [Wambiji] utilice variedad de herramientas», afirma Elliott Hazen, investigador de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EEUU, no implicado en el proyecto. 

"Lo más sabio es ser humilde y escuchar a los pescadores", asegura la oceonógrafa

«Las tortugas, los mamíferos marinos o los tiburones no crecen rápidamente ni se reproducen con frecuencia: incluso pocas capturas pueden tener un gran impacto en la población», explica. 

No toda la culpa es de la gran pesca comercial. Se estima que el 25% del pescado de todo el mundo viene de la pesca de pequeña escala. Precisamente en la pesca artesanal se concentra Wambiji. «Quiero ser una científica de campo, no de despacho. Lo más sabio es ser humilde y escuchar a los pescadores», afirma la oceanógrafa. Esta es la motivación que la empuja a despertarse una madrugada de finales de enero para viajar a Msambweni, pueblo de la costa sur de Kenia.

Cuando llega está amaneciendo. Las canoas de madera de mango llegan una tras otra a la playa blanca. Un pescador salta al agua, sosteniendo sobre la cabeza una gran cesta en forma de caja hexagonal. En su interior brillan unos peces. 

Se trata de una cesta-trampa, un sistema tradicional. «Me la fabrico yo mismo: la sumerjo cerca del coral o encima de las algas y luego la saco al cabo de dos o tres semanas», explica Mwalimu Bakari Njia, pescador de 45 años. En un lado del hexágono hay un agujero que se hunde hacia adentro. Cuando los peces entran, no saben salir.

"Sin tiburones, habría menos peces comestibles", asegura el investigador Elliot Hazen

En el 2013, el investigador Tim McClanahan, de la Wildlife Conservation Society, demostró que era suficiente con añadir dos hendiduras en la trampa para que los peces más jóvenes pudieran escaparse. «Fui el primero en utilizar la trampa modificada [en Msambweni]. Es bueno que los peces pequeños salgan y crezcan», afirma Mohammed Jio, un pescador de 65 años. Wambiji ha ensayado este sistema en ocho localidades de la costa keniana.

La investigadora acompaña a los pescadores en una pequeña lonja a pie de playa. Allí, dos de ellos identifican, pesan y miden atunes, calamares y otros pescados. Wambiji vuelve a Mombasa a media mañana con un fajo de datos.

Ecosistemas en riesgo

Msambweni es una burbuja delicada. Los pescadores de subsistencia tienen la exclusiva dentro de la barrera coralina, donde no pueden acceder los grandes pesqueros. Usan técnicas ancestrales y, sin embargo, parecen bien nutridos.

Pero las capturas accidentales podrían jugar una mala pasada. «Los tiburones mantienen a raya a otros depredadores. Sin tiburones, habría menos peces comestibles», explica Elliot Hazen. Otro ejemplo: sin tortugas laúd, la población de medusas explotaría y estas comerían demasiadas huevas de peces. El exceso de capturas accidentales afectaría también al turismo de inmersiones y observación de cetáceos.

Si no hubiera tortugas laúd, la población de medusas explotaría e ingerirían un exceso de huevas de peces

Además de datos, Wambiji recoge a veces muestras de peces. Quiere montar un laboratorio de genética y usar las técnicas que aprendió durante su doctorado en Japón. De hecho, la investigadora se pasa parte del viaje de vuelta hablando por teléfono sobre cuestiones del laboratorio. «En Japón había instalaciones a la última y dinero para hacer las cosas de hoy para mañana. Aquí hay un problema de recursos. Pero yo quería llevar a casa los conocimientos adquiridos allí», explica la investigadora.

Botellas y anzuelos

A la espera de conseguir su laboratorio, Wambiji está volcada en dar con soluciones asequibles en su entorno. Incluso un botella vacía sirve. Hassan Omar Mohammed, pescador de 63 años de Ngomeni, saca una de su bolsa durante una reunión con Wambiji en un despacho de la autoridad costera en Malindi. 

En el interior de la botella, un clavo tintinea, colgando de un cuerdecilla atada al tapón. «Es una bendición. Desde que la uso capturo más pescado justo alrededor de la botella. Creo que los peces son curiosos», afirma el pescador.

La diferencia entre un anzuelo con forma de jota y otro más redondeado puede depender la vida de una tortuga

«Esto es un 'pinger' [dispositivo que emite  sonidos]», interviene Wambiji. «Se cuelgan unos cuantos en cada red. Aún está por demostrar que aumente las capturas. Pero hay resultados preliminares que confirman que cumple con su misión principal: ahuyentar a los delfines», explica. 

Para los pescadores artesanales, los 'pingers' electrónicos son inasequibles. Pero en el 2017 el investigador Per Berggren, de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), notó que las botellas modificadas –con cuerdas o clavos–producen frecuencias parecidas. Wambiji ha participado en las pruebas del dispositivo en Kenia.

Mohammed Hussein Ahmad, otro pescador de 53 años que participa en la reunión, enseña las palmas de las manos. En una hay el típico anzuelo con forma de jota. En la otra uno más redondeado. De esa sutil diferencia puede depender la vida o la muerte de una tortuga. El anzuelo en forma de jota se engancha al estómago de las tortugas cuando se lo tragan. El circular, al contrario, tiene la punta redondeada hacia adentro, de tal forma que resbala y se puede sacar sin provocar desgarros. A la vez, sigue funcionando para los peces. Difundir el sistema es una de las misiones de Wambiji. 

La sombra de la yihad

La reunión con los pescadores se produce en Malindi y no en Ngomeni, donde faenan, porque esa zona se ha vuelto insegura. La milicia yihadista Al-Shabab, que golpeó un hotel de Nairobi en enero, azota la costa norte de Kenia con ataques y secuestros. El yihadismo ha sacudido la pesca de subsistencia.

«Tras el secuestro de una [cooperante] italiana [en noviembre del 2018] se decretaron tres semanas de toque de queda. Y ya hace meses que tenemos prohibido pescar por la noche», lamenta Ahmad.  También la ciencia se ve afectada. «Cuando estás en un barco navegando de una isla a otra te preguntas: ¿qué pasará?», explica Nina Wambiji. «Sin embargo, tenemos una responsabilidad como científicos. Hay miedo, pero tenemos que esconderlo en el fondo de nuestra mente», concluye.