ENTREVISTA

Cristina Gallach: "Los hombres se resisten a dejar el poder"

Actualmente se dedica a vigilar que España cumpla los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, pero esta exportavoz de Javier Solana en la OTAN y en la UE lleva toda su vida reivindicando el derecho de la mujer a participar en la esfera pública

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Juan Fernández

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Su currículum no lo dice explícitamente, y a ella le causa un cierto pudor que se lo recuerden, pero es la española que ha ocupado cargos de mayor responsabilidad en organismos internacionales como la UE, la OTAN o la ONU, donde llegó a ser secretaria general adjunta. Sin embargo, el premi Equipara que acaba de concederle EL PERIÓDICO DE CATALUNYA no honra esos galones, sino la defensa que lleva haciendo de la igualdad de género desde que dejó el periodismo hace ya más de 20 años para "ayudar a construir un mundo mejor" desde los despachos con mayor poder político de influencia del planeta. 

Precisamente, fue en su puesto de consejera de Igualdad de la Unión Europea donde le pilló la llamada que le hizo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el pasado verano para proponerle ser la Alta Comisionada para la Agenda 2030 y poner al país en línea con el cumplimento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Lo que hoy grita el #MeToo, ella lleva varias décadas reclamándolo.

–Cuando una accede a un cargo internacional que ninguna mujer de su país ha ocupado antes, ¿siente la responsabilidad de ser punta de lanza?

–En mi caso, lo que sentí fue inquietud al descubrir las pocas mujeres que había en esos puestos. Por eso, siempre he defendido la necesidad de incorporar a más mujeres a cargos de máxima responsabilidad y, sobre todo, de apostar por la visión de género. Y estos dos objetivos no siempre van de la mano. Hay hombres que tienen esa visión y creen en la igualdad y la inclusión, y mujeres que no. Yo soy una convencida de esta lucha. Se lo debo a mi hijo y a mi hija. Son ellos los que me hacen sentir esa responsabilidad.

–¿En cuántas reuniones del máximo nivel ha mirado a su alrededor y ha visto que era la única mujer en la mesa? 

–Han sido tantas que no podría darle un número. Sobre todo cuando acompañaba al secretario general de la OTAN, Javier Solana, por todo el mundo, o cuando trabajé a su lado en política internacional para la Unión Europea. A menudo se trataba de ambientes militares y de seguridad. 

–Y claro, lo normal, era que solo hubiera hombres.

–Hasta que dejas de verlo normal. Nunca olvidaré una reunión a la que acudí con Solana en 1997 con los máximos responsables de Eslovenia. De repente, empezaron a aparecer mujeres: la asesora del presidente, la del primer ministro, la de comunicación… Era la primera vez que veía a tantas mujeres alrededor de una mesa donde se iban a tratar asuntos tan importantes como la seguridad de los Balcanes y el futuro de Europa.  

–Han pasado 22 años. ¿Aquella mesa sorprendería hoy?

–No hay más que ver las fotos de familia de los consejos de ministros de los países europeos: la inmensa mayoría son hombres, con una proporción que no se corresponde con la que hay en la sociedad. Pero pasa igual en los consejos de administración de las grandes empresas, en las reuniones de ceos, en los encuentros de líderes... Queda mucho por hacer.

–¿Algo que no se haya hecho?

–Esto no se cambia con un nombramiento puntual de una mujer al frente de un puesto destacado. Pasa por lograr que la sociedad se convenza de que todo funciona mejor cuando hay igualdad de género. Los gobiernos, las instituciones, las empresas, los hogares... Está comprobado: allí donde hay inclusión, los asuntos se gestionan de forma más rica, sofisticada y eficaz.

–La teoría se entiende fácilmente. ¿Qué falta para llevarla a la práctica?

–Necesitamos poner todas las energías en la movilización y apostar por dos herramientas de cambio fundamentales: la educación y la legislación. Hay que educar desde la inclusión y dictar leyes que fomenten la igualdad. Los países que lo han hecho son los que más han avanzado en este terreno. 

–¿Qué leyes faltan?

–En la lucha por la igualdad hay un asunto decisivo del que se habla poco: la familia. Yo no podría estar donde estoy si no fuera porque mi marido, que me apoya en todo lo que hago, se encarga de los asuntos de mis hijos adolescentes que yo no puedo atender. Esta decisión pertenece al ámbito privado de cada pareja, pero la sociedad debe favorecer ese diálogo en condiciones de igualdad. Y hoy, en la práctica, el peso del cuidado de la familia sigue recayendo sobre las mujeres. Por eso son tan útiles las leyes de conciliación.

–Hay quien pone en duda la existencia del techo de cristal.

–Pues existe, por desgracia, y en más ámbitos de los que imaginamos. Le contaré un caso reciente que resulta revelador. En Alemania, una persona que conozco bien, doctora en Derecho comunitario, presentó hace poco su candidatura a un puesto en un prestigioso despacho de abogados a la vez que su novio. Los dos tenían el mismo expediente, pero la mayor oferta salarial que le hicieron llegar a ella equivalía a la menor cuantía que le ofrecieron a él. Si esto está pasando hoy en un país avanzado como Alemania, quiere decir que queda mucho por hacer.

"Transformar
los objetivos
de la Agenda
2030 en acciones
que mejoren
la vida de la
gente es el
mejor antídoto
contra los
populismos"

–Hace dos décadas no existía el #MeToo. ¿Cómo ha visto la evolución de la lucha por la igualdad de género en este tiempo?

–Creo que va demasiado lenta. Todo lo que se está planteando ahora, ya lo planteamos hace 20 años, y aquí seguimos. Fíjese, en el año 2003, la proporción de mujeres asistentes al foro de Davos fue del 17%. Este año ha sido del 21%. ¿Una década y media para avanzar solo cuatro puntos de representación en el mayor foro económico del mundo? No podemos seguir así.

–¿El poder sigue siendo un asunto masculino?

–Totalmente. Lo que hoy plantean las mujeres es una transformación del poder. No se trata de quitar a unos para poner a otras en una suma igual a cero, sino de gestionar el poder de manera compartida. Pero resulta que quienes hoy lo ostentan, que suelen ser hombres, se resisten a cederlo. Esto es así en la política igual que en las empresas o en los organismos.  

–¿Usted ha topado con esa resistencia? ¿Se ha sentido minusvalorada en su trabajo por el hecho de ser mujer?

–A veces me tocó lidiar con hombres que miraron con desdén o poco interés mis sugerencias por el hecho de venir de una mujer.

–¿Y en esas situaciones, qué hizo?

–Trabajar duro, esforzarme al máximo y procurar que esas faltas de consideración no me afectaran demasiado. 

–Tiene fama de trabajadora, eficaz, profesional y modesta. ¿Cómo se lleva eso de hacer el trabajo difícil y que otros, normalmente hombres, reciban el aplauso?

–Forma parte de mi trabajo y mi responsabilidad. Siempre he sido consciente de que la persona que lideraba el proyecto era quien tenía que brillar. Me compensaba ver que los resultados eran buenos. 

–¿Qué piensa cuando ve el desapego que manifiestan grandes sectores de la población hacia las instituciones en las que ha estado trabajando?

–Que hay que acercarlas más a la calle y hacer mucha divulgación. Cuando a la gente le explicas que sus problemas tienen solución y que se está trabajando en encontrarla, lo entiende. A los líderes europeos, que suelen ser difíciles de tocar, siempre les pido que hablen con los ciudadanos. Hay que dar la cara. Las próximas elecciones son una gran oportunidad, pero no sé si las aprovecharán.  

–Desde el verano dirige la Agenda 2030 para cumplir los Objetivos de Desarrollo sostenible de la ONU. ¿En qué modo afecta a la vida de la gente lo que aquí se discute?

–La agenda es un plan global para hacer frente a los grandes desajustes que ha causado la globalización. Suena muy teórico, pero en realidad se traduce en medidas concretas, como el bono energético, las ayudas para la transición ecológica o las inversiones para combatir la pobreza infantil. Aterrizar los objetivos de la agenda y transformarlos en acciones que mejoran la vida de la gente es el mejor antídoto contra los populismos.

–Como catalana de mundo, ¿tiene idea de cómo podría Catalunya salir del laberinto en que se encuentra?

–Solo hay un camino: diálogo e integración. Hay que recuperar la convivencia rota en estos últimos años de desconexión. El esfuerzo que hace el Gobierno por tener más presencia en Catalunya y mejorar la vida de los catalanes es muy importante, pero sobre todo es necesario el reencuentro entre nosotros. Todo el mundo debe tener su espacio dentro del marco que nos hemos dado. O Catalunya es inclusiva, o este no es mi país.

Datos biográficos

"Fui una periodista muy vocacional", confiesa a cuento de su primera etapa profesional, la que le llevó desde 'El 9 Nou' a la corresponsalía de  EFE en Bruselas en 1992. En medio, fue reportera de 'El Noticiero Universal' y TVE en Catalunya, contó a los lectores de EL PERIÓDICO el hundimiento del bloque soviético entre 1986 y 1990 y ejerció como corresponsal en Moscú en los primeros años  90.