De florero a icono gay: la historia clandestina de Ken, el novio de Barbie

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Núria Marrón

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Ken Carson, al que seguramente conocerán mejor por ser el (ninguneado) novio de Barbie, está dando señales para dejar de ser el accesorio de mayor tamaño del armario de la muñeca. En un momento en el que Mattel intenta montarse a la grupa de los tiempos y adjudica a Barbie una retórica empoderante –en la película que se estrenará el año que viene, una conciudadana de Barbieland es expulsada por no ser lo bastante perfecta–, desde el activismo LGTBI y el arte pop se viene vindicando la emancipación del pobre Ken, para que al fin sea algo más que un guapazo sonriente que solo sirve para hacer juego con el color de ojos, de piel (ya se sabe que en Mattel no son muy afectos a los amores interraciales) y de 'outfit' de su pareja.

Por ejemplo: en los próximos días, la compañía se reunirá con una pareja de gais, Matt Jacobi y Nick Caprio, que semanas atrás interpeló a la casa vía redes sociales y lamentó que la diversidad racial y de tallas (aunque aceptar esta última, cabe decir, le costó casi 60 años) no haya llegado aún a la sexualidad. ¿Dónde están los Ken homosexuales?, criticaban los activistas, que habían regalado a su sobrina un 'kit' nupcial de dos Ken hecho por ellos mismos.

'Sexy Ken': el muñeco como nunca antes lo vio

Tirando de la misma hebra, el artista Courtney Charles expide (ahora también con una línea de camisetas) una serie de imágenes que han inspirado la exposición 'Modern Ken' en el Soho de Nueva York, y con las que representa al novio más florero de todos los tiempos como nunca lo mostró la casa. Esto es, por ejemplo, vestido de BDSM y látex, de pistolero, de estrella porno o de aeróbic, estampas con las que configuran una especie de 'auca' consagrada a la superpluma y al rosa-chicle. Con esta línea 'Sexy Ken', el artista dice deconstruir los estereotipos gais a la vez que «conciencia» «sobre problemas apremiantes como la homofobia, la masculinidad tóxica, el #MeToo y la adopción y los derechos familiares» de la comunidad LGTBI, cuya cabecera de referencia 'Queerty', por cierto, ha dedicado al personaje desastradas, aunque afectuosas, hagiografías.

De la calvicie a los chistes sobre genitales

Lo cierto es que la biografía de Ken acusa cierta tendencia a la mala pata. Nacido en 1961, dos años después que la muñeca, la historia oficial cuenta que la pareja se conoció «y enamoró a primera vista» en un anuncio. Y mientras Barbie se convertía a gráciles zancadas en alguien que, según su creadora, Ruth Handler, representaba ante las niñas «el hecho deque podían ser quienes quisieran» (sobre todo si consumían mucho y leían el libro 'Cómo perder peso: no comas' que incluía uno de los primeros 'packs'), Ken sufrió desde el principio algunos infortunios. De proporciones tan antianatómicas como su compañera, al poco tiempo tuvieron que plastificarle el cabello, entonces de fieltro, porque se descubrió que se le caía al mojarse.

Y luego apereció el tema de los genitales. Que las muñecas no tuvieran órganos sexuales nunca había parecido preocuparle a nadie, pero los chistes homófobos a propósito de la virilidad de Ken persiguieron incluso al hijo de los Handler, que había dado nombre al juguete y que según el biógrafo más venenoso de Hollywood, Jerry Oppenheimer, «creció avergonzado y humillado por tener un muñeco con su nombre y sin indicios de genitales».

Icono gay por accidente

Sin embargo, el capítulo más esquinado llegó en 1992, cuando un estudio de Mattel detectó que las niñas querían un muñeco más «cool» y la casa comercializó el ya histórico Earring Magic, con el que el bueno de Ken se convirtió por accidente, y para monumental enfado de la compañía, en icono gay. ¿Recuerdan aquel modelo que lucía un pendiente, una camiseta de rejilla y un colgante con forma de 'anillo para el pene' que por aquel entonces era el complemento de moda en la comunidad gay? Pues la casa, superada e iracunda al descubrir que había 'modernizado' a Ken con códigos que desconocía, dijo que no estaba en el negocio «para poner anillos genitales en las manos de niñas pequeñas» y a las seis semanas paró su fabricación y lo retiró de las tiendas. Ironías del contramárketing, aquel muñeco aún es hoy el modelo más vendido de la compañía.

Luego Mattel, que perjuró hasta el ridículo que Ken era heterosexual, siguió a lo suyo, y en el 2004 anunció que la pareja se separaba, para, siete años más tarde, armar una reconciliación que se ofició –sí, lo han adivinado– el día de San Valentín. La literatura decía que Ken, pionero de ese hombre metrosexual que se inventaron la moda y la cosmética, había reconquistado a Barbie regalándole 'cupcakes'. ¿De verdad? ¿14 de febrero? ¿Madalenas? Esperemos que la película anunciada –protagonizada por Margot Robbie y en la que suena Michael McHugh para el papel de galán– le depare mayores emociones que hornear repostería cuqui y permita que por fin encuentre su lugar en el mundo, a ser posible lejos del ultraconsumismo y de ese feminismo del 1% que tan bien simboliza su aún pareja.