POLÍTICO SIBILINO

Dick Cheney: el gran manipulador

El director Adam McKay aborda en 'El vicio del poder' la perversa personalidad del polémico exvicepresidente de Estados Unidos

El vicepresidente de los Estados Unidos  Dick Cheney  escucha al presidente de los Estados Unidos George Bush

El vicepresidente de los Estados Unidos Dick Cheney escucha al presidente de los Estados Unidos George Bush / periodico

Nando Salvà

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En una escena de 'El vicio del poder', el 'biopic' que el próximo viernes llega a los cines, se nos muestra el corazón muerto de Dick Cheney. En el 2012, tras media vida llena de gravísimos problemas cardíacos, el que durante años fuera el vicepresidente de EEUU más funesto de toda la historia del país se sometió a un trasplante. Y en ese momento de la película se sugiere que, al menos hasta que se le proporcione uno nuevo, en el interior de aquel hombre no hay nada que lata. La metáfora es clara: ningún ser humano con corazón podría causar el daño que Cheney causó.

De él se ha dicho que es un manipulador cruel, sombrío y sibilino, que usó al presidente George W. Bush para sus propios fines, y que es un sociópata dotado de tanta empatía como HAL 9000. Se le ha comparado con Darth Vader, y los hechos demuestran que con motivo. 

La película recorre la carrera política de Cheney pasando por su participación en los gobiernos de Richard Nixon y Gerald Ford, su papel como congresista, su ejercicio como Secretario de Estado para George Bush padre –durante el que fue el impulsor de las invasiones estadounidenses de Panamá y Kuwait–, su oscuro periplo en las altas esferas del mundo empresarial y, sobre todo, sus años como vicepresidente y su papel clave en la invasión de Irak y la instauración de la tortura en el ejército americano como método de interrogatorio a los sospechosos de terrorismo. 

Un crápula

Pero, 'El vicio del poder' arranca antes, en 1963, cuando su protagonista era un crápula a punto de volver a ser arrestado por conducir ebrio. Tras perder una beca en la universidad de Yale por su indisciplina, trabajaba como operario de una compañía eléctrica. Inmediatamente la película salta adelante en el tiempo hasta el 11 de septiembre de 2001, cuando Cheney ya está en el camino de convertirse en uno de los hombres más poderosos del siglo XX. ¿Cómo sucedió tan radical evolución?

«Prométeme
que tendrás el
coraje de ser
alguien en la
vida o te dejo»,
le retó su mujer
cuando se casaron

Parece ser que, aunque Cheney nunca poseyó el magnetismo que cabe esperar en un líder político, compensó esa carencia sabiendo estar siempre en el momento y el lugar adecuados. Pero en todo caso aquel tipo nunca habría logrado nada de no ser por su esposa, Lynne, al menos eso sostiene la película; según esta, al principio de su matrimonio ella le lanzó un ultimátum: «Prométeme que tendrás el coraje de ser alguien en la vida, o te dejo». Él mantuvo su promesa, y el resto del mundo pagó el precio.

Valores conservadores

El retrato que 'El vicio del poder' hace de su matrimonio responde a una visión shakespeariana de la moral política: detrás de todo hombre malo hay una mujer aún peor. Lynne escogía la ropa de su marido y le corregía sus discursos; y en su vida pública, que durante años usó para defender los valores conservadores desde todos los frentes, demostró tener de feroz todo cuanto él tenía de flemático. Hablamos de una mujer que escribió una novela sobre un vicepresidente de los Estados Unidos que moría –en brazos de su amante– y era sustituido en el cargo por su esposa. Y se dice que fue ella la responsable de que la pareja acabara distanciándose de su hija menor, Mary –lesbiana  casada con otra mujer–, para poder apoyar la carrera política de la mayor, Liz.

Sin embargo, en última instancia, fue él, y no ella, quien sentó las bases del mundo posterior al 11-S, en el que la democracia está herida e imperan los hechos alternativos y el autoritarismo se propaga. Para explicar la existencia de una figura como Cheney no basta una Lady Macbeth, y 'El vicio del poder' no ofrece ningún otro argumento definitivo al respecto. Al menos, eso sí, deja clara la importancia de hacer todo lo posible para impedir que alguien así exista de nuevo.