Maquillarse (también) es cosa de hombres

jared leto

jared leto / periodico

Noelia Sastre

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque para muchas mujeres la ciencia del maquillaje es indescifrable y el 'contouring', una novedad en los estands de los grandes almacenes, casi todas están familiarizadas con el 'kit' básico y acostumbradas a comprar productos que prometen «conjugar el efecto de un potenciador con la versatilidad de una prebase y el resplandor de un iluminador». Las mujeres saben del tema, supuestamente, porque en los últimos siglos el maquillaje ha estado en sus manos, mientras los hombres pasean sus caras al natural, quizá con un poco de crema y contorno de ojos hidratante cuando cumplen años y la piel va teniendo sed. 

Pues bien, esto podría cambiar si también ellos se dejan convencer por firmas como Chanel o Tom Ford, que acaban de lanzar líneas de maquillaje masculino: crema con color en cuatro tonos, bálsamo para labios, lápiz de cejas, corrector de ojeras. Puede que salgan maquillados a la calle si se enganchan a los productos de MMUK (solo para hombres), a los vídeos de 'youtubers' como James Charles (el primer modelo de CoverGirl) y Gary Thompson (que ha hecho campañas para L’Oréal) o a los consejos del andrógino Jeffree Star. Son los primeros pasos para hacer más inclusivo este hábito de pintarse el rostro, un concepto difícil de digerir para muchos, solo visto en museos, platós de televisión y estrellas del rock. 

Maquillaje y poder

Pero no siempre fue así. Igual que en la Edad Media las prendas eran unisex hasta que empezó a desarrollarse lo que hoy conocemos como moda y en la corte francesa de los siglos XVII y XVIII el armario de los hombres se equiparaba al de las mujeres en fantasía y ornamentación, el maquillaje fue cosa de los dos sexos durante milenios. Los neandertales ya utilizaban la cosmética antes de la llegada de los humanos modernos desde África a Europa, como sugieren las conchas marinas perforadas y pigmentadas hace 115.000 años, halladas en la Cueva de los Aviones (Murcia). Y claro, están también los antiguos egipcios y sus famosos 'eyeliner' desde el 4000 a.C. Para conseguir esa forma almendrada se pintaban con 'kohl', y como sombra de ojos utilizaban un pigmento verde creado con malaquita para un efecto dramático, con el que creían protegerse de enfermedades.

En el Antiguo Egipto, el color de las uñas indicaba estatus  y en la Inglaterra del siglo XVI los caballeros usaban polvos blancos hechos con el nocivo plomo

Lo acompañaban con labios y mejillas rojas y lo guardaban en recipientes con forma de pez, símbolo de resurrección y nueva vida. Cuanto más se maquillaban, más poder tenían. También el color de las uñas indicaba su estatus social, como ocurría en la Antigua Roma, donde los hombres se cuidaban la piel con aceites y perfumes, se maquillaban el rostro, se pintaban las uñas y la cabeza para disimular la calvicie. Muchos siglos después, en el XVII, Luis XIII puso de moda las pelucas entre los hombres franceses de la época tras quedarse calvo a los 23 años. En el siglo anterior, en la Inglaterra de Isabel I, el maquillaje era muy popular. Los caballeros seguían tratamientos de belleza que incluían mascarillas de huevo y miel para alisar las arrugas y eran muy fans de los polvos blancos hechos con el nocivo plomo.

‘Influencers’ de antaño

Y así siguieron los aristócratas en Francia e Inglaterra (el resto de las cortes europeas eran más austeras), con sus tacones y abrigos de piel. Si en París tenían a reyes con pelucones, en la Inglaterra de mediados del siglo XVIII aparecieron los 'macaroni', hombres obsesionados con la moda, el lujo y las pelucas empolvadas, antecesores de los dandis.

La Iglesia y la reina Victoria
decretaron que el maquillaje era una "abominación" solo apta para prostitutas y la definición de lo masculino se estrechó

Pero todo aquello se prohibió en la era victoriana del XIX, cuando la poderosa iglesia y la reina Victoria I decidieron que el uso de maquillaje era vulgar, «una abominación» demoniaca solo apta para prostitutas, a excepción de los actores (hombres), que podían presentarse en el escenario con peluca y maquillaje. Corona e Iglesia crearon esa asociación tan extendida entre maquillaje, vanidad y feminidad que ha llegado hasta nuestros días. La definición de lo masculino se fue haciendo cada vez más estrecha y el maquillaje quedó relegado a un asunto de mujer.

El siguiente capítulo en esta historia llega desde el Hollywood de los años 30, con la aparición del cine moderno y 'looks' tan pulidos como el de Clark Gable. Luego, el glam rock tuvo a David Bowie (que en 1971 se vistió de mujer para 'The man who sold the world' y al año siguiente presentó a su álter ego Ziggy Stardust), T. Rex, Sweet y muchos otros grupos y solistas que se apuntaron al rímel, las plataformas, los maquillajes de fantasía y la purpurina, abriendo camino a estrellas como Freddie Mercury o Elton JohnAlice Cooper, Kiss o Jobriath ponían el glam en EEUU. A ellos les siguieron otros amantes del 'eyeliner' como Steven Tyler, Prince, Boy George, Pete Doherty, Jared Leto… Y conceptos como 'guyliner', 'manscara' o metrosexual se colaron en la vida de los señores, que empezaron a plantearse su estética. 

Las marcas tomaron nota. Yves Saint Laurent lanzó la versión masculina del popular 'Touche Éclat' en el 2008. MMUK es una compañía con sede en Brighton cuyo fundador, Alex Dalley, se maquilla desde la adolescencia, cuando su madre le convenció para disimular el acné. «Me cambió la vida. Recuerdo mirarme al espejo y sentirme yo mismo de nuevo», dice a 'The Guardian' sobre el comienzo de su fascinación por los bronceadores y correctores.

MMK es una compañía británica cuyo fundador, Alex Dalley, empezó a maquillarse en la adolescencia para disimular el acné

En la universidad comprobó que no existía ninguna marca como la que él tenía en mente. Creó una web y compró maquillaje femenino de Calvin Klein, barato y descatalogado, para venderlo como masculino. Incluía tutoriales y era la primera web que aparecía en Google cuando alguien buscaba «makeup for men». Después invirtió en sus propios productos, convencido de que sus clientes serían gais. Unos años después ha comprobado que la mayoría son heterosexuales «de 40 años preocupados por las arrugas, de 30 por las ojeras, de 20 por el gimnasio y sobre todo adolescentes que lidian con el acné». La diferencia con los femeninos, dice, son las fórmulas: «Los maquillajes son mate, los 'gloss' claros, los bronceadores dan tono, pero no iluminan. Tienen que durar más, porque nosotros no llevamos maquillaje en la bolsa ni vamos al cuarto de baño a retocarnos». Quizá lo hagan en breve, caballeros.