Memorias de un atracador

El 'Robin Hood de Vallecas' narra su experiencia como ladrón de bancos en un documental que dirige Elías León Siminiani

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Nando Cruz

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El primer protagonista de esta historia se llama Elías León Siminiani (Santander, 1971), y es uno de los mejores documentalistas españoles. Lo que él siempre quiso dirigir, en todo caso, es una película de atracos.

Por eso es lógico que se le encendiera la luz cuando, el 26 de agosto del 2013, se enteró por las noticias de un robo frustrado en un banco de Madrid. En las imágenes del telediario aparecía un tipo gordinflón tumbado en la acera, de espaldas, esposado, justo después de asaltar la sucursal Bankia del número 23 de la calle de la Pilarica, en el barrio de Usera.

Ese gordinflón es, precisamente, el segundo protagonista de la historia. Se hacía llamar El Robin Hood de Vallecas. Por las mañanas trabajaba repartiendo pescado. Y desde el 2008, de vez en cuando, bajaba a esas alcantarillas que se conocía como la palma de la mano. Había aprendido de su padre el método del butrón, del que se nutren las mejores ficciones de ladrones. Fallecido el mentor, el alumno había tomado el relevo.

Diario íntimo e intriga

La historia de la que hablamos se llama 'Apuntes para una película de atracos', y es el magnífico segundo largometraje de Siminiani. Desde este próximo miércoles en los cines, se sitúa entre el diario íntimo y la intriga criminal y el homenaje cinematográfico para reflexionar sobre el proceso cinematográfico mismo mientras, claro, deconstruye la figura de uno de los cacos más fascinantes de nuestra historia reciente. "Traté de entender lo que hizo, y cómo y por qué lo hizo", explica el director.

"Mi padre me introdujo. Nací predestinado a ser un atracador", dice el exbutronero

Cuando lo pillaron, Flako –es un sobrenombre, naturalmente– llevaba dando golpes desde 1999. Se le acusó de siete robos a mano armada, y en el 2015 fue condenado a siete años y medio de prisión. Para entonces, Siminiani ya había decidido contactar con él. "Reconozco que tenía bastante miedo", recuerda ahora. "Un miedo que por supuesto era una idiotez, y que desapareció en cuanto lo visité en la cárcel por primera vez", continúa el cineasta.

El intercambio regular de correspondencia dio lugar al inicio de una amistad que ahora vertebra la película. "Al principio, yo pensé que Elías sería el típico reportero de programa de investigación sensacionalista", nos confiesa Flako por teléfono. "Y tenía intención de darle guerra, porque estaba furioso por todas las cosas que la prensa había dicho sobre mí", añade.

Como la película documenta, en lugar de eso acabó usando sus permisos penitenciarios para llevar a Siminiani de paseo por Madrid, compartiendo con él su conocimiento de los 4.500 kilómetros de túneles subterráneos que conectan la ciudad –"desde aquí puedes llegar a todos los bancos de la calle de Salamanca que tengan sótano", le explica mientras señala una tapa de alcantarilla situada en una conocida plaza– y de los trucos del oficio: lo importante, de entrada, es localizar la sucursal bancaria adecuada; debe encontrarse en un edificio antiguo, porque son los que tienen sótano, y se recomienda que también haga esquina; el coche de huida, asimismo, debe esperar cerca de un acceso al subsuelo.

Oculto tras una máscara

Mientras explica todo eso para la cámara, Flako se revela como un tipo no exento de vanidad, pero pese a ella no le queda más remedio que mostrarse en pantalla oculto tras una máscara; de otro modo, opina su esposa Mariela, se estaría condenando a ser para siempre el butronero que una vez fue, y además su abogada dejaría de representarle.

"Cuando asaltas un banco te sientes poderoso, piensas que eres el amo. Crea adicción», admite el expreso

Y a medida que la película avanza, la vida del atracador con su mujer va reflejándose en la del director con la suya, Ainhoa. Vemos a estos dos últimos ser padres poco después de que, el día de la detención de FlakoMariela se pusiera de parto; y lo que Siminiani filma sobre sí mismo es su forma de reconstruir la historia de su protagonista.

Pistolas y cocaína

Flako creció entre pistolas y gramos de cocaína; su padre entró en prisión al mes de haber nacido él, en 1984. "Nunca trabajaba pero siempre tenía dinero", recuerda sobre su progenitor. "Nunca trató de esconder lo que hacía, al contrario; desde el principio me introdujo en su mundo". A los 16 años, el chaval empezó a delinquir. "Quizá podría decirse que nací predestinado a ser un atracador. Por otra parte, a mí nadie me obligó a meterme por una alcantarilla".

"Se dice que la justicia es igual para todos, pero no es así", lamenta. "Yo atraqué bancos y he pagado por ello, pero hay políticos que se han llevado más que yo y se han ido de rositas. Y aunque es cierto que apunté a gente en la cabeza con una pistola, jamás se derramó una sola gota de sangre. En cambio, hoy vemos casos de personas que se suicidan porque les van a quitar la casa, y detrás de todo están el sistema bancario, los políticos y los jueces cubriéndose las espaldas los unos a los otros".

"Yo no soy un delincuente, soy un trabajador; delincuentes son Blesa y Urdangarin", compara el Flako

Pero, si no fue el destino, ¿qué fue lo que le empujó a convertirse en el Robin Hood de Vallecas? "Yo no soy un delincuente, yo soy un trabajador; delincuentes son Blesa y Urdangarin", le oímos decir en la película, imbuido de cierta retórica post-15M que ahora, cinco años después, hasta cierto punto mantiene desde fuera de la cárcel.

Pese a sus palabras, y a que cometió buena parte de sus golpes durante lo peor de la crisis, varias de las charlas que Siminiani mantiene con él a lo largo de la película dejan clara la inconsistencia de su coartada ideológica.

En terapia

No, tiene que haber otra razón. "Cuando asaltas un banco te sientes poderoso, piensas que eres el amo, y la tensión que liberas crea adicción", explica el Robin Hood de Vallecas. "Y ahora estoy en terapia, desenganchándome". El problema es que, aunque el primer paso para la rehabilitación es reconocer el problema, también es cierto que el que es adicto una vez lo es para siempre.

"Él piensa a lo grande y, a menos que se controle, su futuro corre peligro", afirma el director de la película

"Flako no se va a conformar con ser un transportista o un reponedor que gana 900 euros al mes; él piensa a lo grande porque eso es lo que ha mamado toda la vida y, a menos que eso se controle, su futuro corre peligro", opina Siminiani. "Yo intentaré protegerle de sus propios excesos. Me conformo con que no vuelva a delinquir; y si vuelve a hacerlo, ahí estaré yo para apoyarle".

Sea como sea, Flako lleva un año ganándose la vida exclusivamente de forma honesta. Y sigue dispuesto a dejarse guiar por su necesidad de compartir su propia experiencia; su libro de memorias de Flako, 'Esa maldita pared', sale a la venta en enero.

"A veces paso frente a un banco y me vienen mil pensamientos a la cabeza, pero nunca sería capaz de volver a hacer lo que hice", sentencia. "Al nacer yo mi padre fue detenido, y yo mismo estaba en la cárcel cuando mi hijo vino al mundo. Nunca me perdonaré haberme perdido su nacimiento. En parte por eso, nada de lo que nadie pueda ofrecerme logrará que me separe de él otra vez", zanja.

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