ENTREVISTA

Antony Beevor: "La vanidad lleva a cometer errores en las guerras"

El historiador británico reescribe en 'La batalla por los puentes' la última victoria de Hitler a partir de los diarios de testigos militares y civiles

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Juan Fernández

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Hace 74 años, a estas horas, las fuerzas aliadas se encontraban en pleno despliegue de la 'operación Market Garden', consistente en lanzar tropas aerotransportadas sobre varios puentes estratégicos holandeses para alejar a los alemanes del Rin con la posterior ayuda de la artillería. Sobre el papel sonaba bien, pero el plan maquinado por el mariscal de campo inglés <strong>Montgomery</strong> resultó un desastre: costó la vida a 40.000 personas –entre militares de ambos bandos y civiles holandeses víctimas de las represalias nazis– y brindó a Hitler su última victoria. 

La memoria militar británica conserva un recuerdo heroico de esta lamentable página de la segunda guerra mundial que el historiador inglés Antony Beevor, especialista en esta contienda, ha desmontado en su último libro, 'La batalla por los puentes' (Crítica). En sus páginas, la multitud de testimonios directos que el autor usa como fuente permiten recrear la guerra como si se viviera en primera persona.

¿Por qué esta batalla merecía una investigación aparte?

Los libros escritos en mi país sobre ella se centraban en los británicos, pero no decían nada sobre el sufrimiento de los holandeses, polacos, canadienses y norteamericanos que también participaron en la operación. La obsesión de los ingleses por narrar nuestras derrotas como fracasos heroicos había cargado la versión oficial de falsos mitos. 

¿Cómo cuáles?

El principal, que la operación fracasó por detalles menores pero que perfectamente podría haber tenido éxito y habría acercado el final de la guerra. En realidad, el plan ideado por Montgomery solo habría triunfado si todo hubiera salido a la perfección, pero en el ejército hay un refrán que dice que ningún plan se cumple cuando entra en contacto con el enemigo. Y esto es lo que pasó: en cuanto algo no fue sobre el terreno como había sido previsto, todo se vino abajo.

¿Por ejemplo?

Las radios no funcionaron, así que las tropas no pudieron comunicarse con los aviones para avisar de sus cambios de posición. Cuando tocó enviarles suministros, estos cayeron sobre los alemanes, que recibieron encantados aquellas cajas de chocolate, café y víveres que llovieron del cielo. También se dijo que los paracaidistas aterrizaron sobre dos divisiones alemanas. En realidad, estas solo contaban con un par de Panzer, ya que el resto estaba en el taller, pero los nazis reaccionaron rápido y esa misma noche, el 17 de septiembre, enviaron nuevos tanques por tren. Esto tampoco había sido previsto.

¿Cómo se pudo poner en marcha una operación con tantas carencias?

Si Montgomery hubiese hablado con los oficiales de las fuerzas aéreas se habría dado cuenta de su error. No lo hizo porque pensaba que los del Aire tenían miedo y no estaba dispuesto a permitir que su plan se discutiera. Sencillamente, se haría porque lo había decidido él.

¿Por cabezonería?

Y por vanidad. La arrogancia y la negación de la realidad pueden llevar a las personas a cometer sus mayores errores, también en la guerra. Entre los militares, además, existe el miedo a expresar dudas por temor a parecer poco valeroso o carecer de confianza en la victoria. 

Sorprende que algo tan inabarcable como una guerra mundial pueda estar condicionado por esas debilidades humanas.

Esa es la historia de la guerra, solo hay que mirar atrás para comprobar que el devenir de la mayoría de las contiendas estuvo condicionado por la vanidad de los militares. El caso de Montgomery fue especial, ya que sus éxitos en el frente de África fueron usados para presentarle como el héroe que había cambiado el rumbo de la guerra, algo rotundamente falso. 

"La prensa británica y norteamericana no podía hablar de las operaciones, solo de los militares. Así que convirtió a Montgomery en una estrella"

¿Cómo se construyó ese mito?

La prensa alemana hablaba de la guerra, no de los mandos militares, pero los periodistas británicos y norteamericanos no podían escribir sobre las operaciones. De hecho, se les confinaba en los cuarteles, así que solo podían hablar de los militares. Algunos eran personas normales, pero a otros se les inflaba la cabeza fácilmente. A Montgomery lo convirtieron en una estrella.

¿Eso le cegó?

No fue el único. A la opinión pública británica también le vino bien ese relato, porque carecemos de generales héroes. Aunque los corresponsales de guerra vieran las debilidades del plan, sus editores sabían que la gente no iba a querer leer crónicas contrarias a Montgomery. Hubo un exceso de euforia en la victoria. Pensaron que el ejército alemán se estaba desintegrando y que tras el golpe del Rin iban a salir corriendo. 

No fue lo que ocurrió. Los nazis reconquistaron el terreno perdido y luego sometieron a los holandeses a purgas y represalias. ¿Por qué fue tan dura su represión?

Los nazis pensaban que los holandeses debían ser alemanes y les enfurecía que esos tipos de aspecto ario estuvieran en su contra. Unos 80.000 holandeses se apuntaron a las SS, pero la mayoría demostró una gran valentía al apoyar a los aliados en una operación que a ellos solo les trajo represión y hambruna.

En su libro aparecen muchos testimonios de holandeses que cuentan en primera persona cómo vivieron esos meses. ¿Ese protagonismo es premeditado?  

No solo holandeses, también polacos, británicos, norteamericanos y alemanes. La mayor aportación de mi investigación proviene de los archivos personales que he podido consultar. En aquellos meses se escribieron muchos diarios. Lo hicieron los civiles holandeses, a quienes el gobierno en el exilio pidió por radio desde Londres que anotaran todo lo que estaban viviendo, pero también los escribieron los soldados, aunque lo tenían prohibido. Esos diarios permiten hacernos una idea de la dimensión humana de la guerra. 

¿Qué encontró leyéndolos?

Descripciones del ardor que produce una bala clavándose en el hombro, explicaciones del pánico que se siente ante la muerte cercana, relatos de la humillación que supone salir huyendo agarrado a las manos de tus hijos mientras los alemanes prenden fuego a tu casa… Curiosamente, al final de la guerra la gente escribía más de lo que sentía que de lo que ocurría. 

"Si queremos saber cómo será la guerra en el futuro, miremos a Mosul o Raqqa. Ocurrirá en las ciudades, lo cual resulta aterrador"

¿A qué lo achaca?

Creo que tenían más conciencia de asistir a un momento histórico y querían dejar testimonio de cómo lo estaban viviendo. Me han fascinado los diarios escritos por mujeres que he encontrado. A diferencia de los hombres, que pasaban por ser los protagonistas, ellas estaban en un segundo plano, pero tenían los ojos muy abiertos y la boca cerrada. Esto les permitió ser las mejores cronistas de la guerra.

La batalla por los puentes resultó un fracaso, pero Churchill dijo que esas muertes no fueron en vano. ¿Está de acuerdo?

Churchill adolecía de grandes carencias, pero tenía mucha inteligencia emocional. Delante de familias que habían perdido a sus hijos, padres o hermanos no podía decir otra cosa. En la práctica, aquella operación influyó poco en el curso de la guerra. Aunque Montgomery hubiese cruzado el Rin, la guerra no habría acabado hasta que los soviéticos no estuviesen preparados para avanzar desde el este, y esto no ocurrió hasta enero de 1945. De hecho, los últimos meses de la contienda fueron los más crueles.

Pronto cumpliremos 75 años del fin de la guerra. Europa no ha conocido otro periodo de paz similar. ¿Qué le parece?

Existe el mito de que la Unión Europea nos ha prevenido de nuevos conflictos. No estoy de acuerdo. La paz solo depende de la gobernanza de los países. Las democracias no se pelean entre ellas. El verdadero peligro es que los regímenes democráticos colapsen. Debemos estar atentos, porque fenómenos como las migraciones incontroladas pueden dar a los fascistas la coartada perfecta para hacer colapsar a las democracias. 

De momento, están creciendo. ¿Le recuerda a algo?

Los que ven paralelismos se equivocan. Ni estamos en los años 30, ni los ejércitos de hoy son los de entonces. Ningún país dispone ya de tropas masivas, así que no volverá a haber las líneas de frente de entonces. La segunda guerra mundial no se repetirá. Si queremos saber cómo será la guerra en el futuro, miremos a Mosul o Raqqa. Ocurrirá en las ciudades, lo cual resulta aterrador.

Datos del autor

La vida de Antony Beevor pendula entre la literatura y el estamento militar. Hijo de una escritora, de joven se enroló en el ejército británico, donde llegó a ejercer como oficial regular durante cinco años.