CENTENARIO DEL CARISMÁTICO DIRIGENTE

Nelson Mandela: ponga un líder en su felpudo

La icónica figura del activista sudafricano y su legado político corren el riesgo de convertirse en un producto de mercadotecnia y perder el significado que la agigantó

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Rosa Massagué

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Un icono es un símbolo que mantiene una relación de semejanza con el objeto o con la idea representada. En teoría. Porque en la práctica, los iconos contemporáneos acaban perdiendo su sentido de tanto uso y abuso en un mundo de preeminencia visual. Para muestra, la imagen del Che Guevara. Los últimos años del pasado siglo y los primeros de este nos depararon la figura de Nelson Mandela, una figura de una grandeza extraordinaria que por ello se ha convertido en otro icono, en este caso de la democracia, de la lucha racial, del diálogo y de la reconciliación. Mandela, o ‘Madiba’ como era su apodo, reunió todas las características para que fuera convertido en esta imagen ejemplar, digna de admiración.

A labrar esta imagen han contribuido su origen al haber nacido en el seno de una familia de la realeza xhosa; ser el primer miembro de su familia que estudió; su lucha contra el ominoso ‘apartheid’ en una Sudáfrica donde los negros vivían segregados en guetos, o los largos y duros 27 años en varias prisiones. Y, naturalmente, el gran ejercicio pragmático de pactar con el Gobierno blanco de Frederik W. de Klerk que condujo a su salida de la cárcel y a negociar el fin de aquel régimen infausto, un proceso que desembocó en 1994 y por primera vez en unas elecciones multirraciales. De ellas nació un Gobierno que presidió aquel hombre aclamado por propios y extraños, dentro y fuera de Sudáfrica. Su grandeza se acrecentaría con la creación de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en la que se encontraron víctimas y victimarios.

'El factor humano'

A la construcción del icono también ayudó el libro ‘El factor humano’ en el que el periodista John Carlin narraba cómo Mandela, durante la Copa del Mundo de rugby que se realizó en Sudáfrica en 1995, había logrado insuflar el espíritu de ser una única nación a blancos y negros. La versión cinematográfica titulada ‘Invictus’, con un reparto de campanillas encabezado por Morgan Freeman y Matt Damon, y dirigida por Clint Eastwood, contribuyó de forma decisiva a agrandar su figura de un modo universal.

Hoy, la figura de Mandela se ha convertido en un objeto de 'marketing' global que genera un montón de actividades, alguna de ellas deplorables, que utilizan la solidaridad y los valores que defendía ‘Madiba’ como anzuelo. La peor es sin duda la iniciativa, afortunadamente rechazada, al menos de momento, de subastar una noche, precisamente la del aniversario del nacimiento, en la celda que habitó en el penal de Robben Island.

La entidad promotora de tal desatino, CEO SleepOut, es una oenegé para millonarios que funciona en países de la órbita anglosajona cuyo nombre podría traducirse como ‘Consejero delegado duerme en la calle’. Su objetivo es concienciar a estos cresos de lo muy dura que es la vida de los 'sintecho' y para ello proponen experiencias como la de pasar una noche bajo un puente previa contribución sabrosa a una causa solidaria, algo que ha sido calificado acertadamente de pornografía de la pobreza.

Dormir en su celda

La sección sudafricana de dicha institución había promocionado la iniciativa vinculada al aniversario de Mandela con un póster en las redes sociales anunciado la subasta en estos términos: “Una oportunidad única de dormir en la celda número 7”, y añadía que el precio de salida era de 250.000 dólares (214.000 euros). La subasta se suspendió cuando se había llegado a los 300.000 dólares.

Los organizadores habían invitado a participar a 67 hombres de negocio, ejecutivos y celebridades, tanto sudafricanos como del resto del mundo. Las numerosas críticas que llovieron sobre la oenegé por el pésimo gusto de la iniciativa y sobre la administración de la isla que es patrimonio mundial de la Unesco obligaron a suspender la subasta.

Los perpetradores del disparate pidieron disculpas por si habían “ofendido a alguien”, y en un ejercicio de ceguera ética se defendieron con este comunicado: "Nelson Mandela, que había estudiado en la cárcel, es un brillante ejemplo de lo muy importante que es la educación en prisión. Los fondos recaudados a través de la subasta iban a beneficiar directamente a presos en Sudáfrica y a ayudarlos en su reintegración en la sociedad”.

Círculo vicioso

La propia fundación creada por el mismo Mandela y que hoy defiende su legado no ha conseguido salir del círculo vicioso del negocio y la solidaridad, aunque lo hace con mayor dignidad y se entiende que su 'merchandising' contribuye a recaudar fondos. La importancia de esta actividad no es menor y hay que decir que los diseños son de mucha calidad sin caer ni en la horterada ni en la cutrez.

Su catálogo tiene nada menos que 80 páginas y en él hay de todo. Desde luego, hay camisetas y sudaderas -algunas con la imagen de un puño cerrado, o el lema ‘La lucha continua’- por 136,80 rands (8,71 euros), pósteres y tazas, pero también manoplas para el horno (una se llama Madiba), alfombrillas de corcho, relojes de pared, fundas para portátiles y móviles, libretas, bolsas para la compra, gemelos para las camisas y pasadores de corbata de plata (también se pueden fabricar en oro a petición). Y naturalmente, coloridas camisas como las que llevaba Mandela, en todo el abanico de tallas, desde la SX hasta la 3XL.

Después del Mundial de Fútbol del 2010, Mandela es hoy también un gran reclamo turístico para Sudáfrica. Las ofertas del llamado ‘Mandela tour’ son numerosas y todas incluyen un paseo por la aldea de Qunu, en el sur, donde pasó su infancia y donde quiso ser enterrado; el museo de la familia y el del Apartheid, ambos en Soweto; la casa Alexandra cerca de este barrio en la que vivió entre 1941 y 1943; el penal de Robben Island, cerca de Ciudad del Cabo, en el que estuvo preso 18 años, visitada por 300.000 turistas al año; el Ellis Park Stadium de Johannesburgo donde se disputó la célebre final de rugby en 1995 y remodelado después para el mundial futbolístico, y la estatua erigida delante de la sede del Gobierno, en Pretoria. Una de las zonas turísticas de Sudáfrica, la bahía donde está Port Elizabeth, fue bautizada en honor del político como Nelson Mandela Bay.

Claroscuros

Cuando se cumple el centenario de su nacimiento, el legado de Nelson Mandela presenta muchos claroscuros. En política y economía, sobre todo. Su paso por la presidencia del Gobierno fue positiva y, sobre todo, necesaria en un momento en que estaba todo por hacer en una Sudáfrica que no había conocido otro régimen que no fuera el ‘apartheid’ en cuatro décadas, y antes, la sumisión y la represión de la población negra a unos dictados que tenían su origen en el periodo colonial. La figura de Mandela, su autoridad, eran indiscutibles. Pese a sus creencias marxistas, sabía que aplicarlas sumiría al país en un baño de sangre y por ello adoptó el liberalismo ya existente en Sudáfrica.

Sin embargo, Mandela, como no podía ser de otra manera, era único. Era de prever que sus sucesores en el Gobierno no estarían a su altura. Como así ha sido solo que el deterioro de los gobiernos y de la democracia ha sido demasiado rápido deslizándose por una pendiente que llevó a la dimisión del presidente Jacob Zuma en febrero de este año por una serie de escándalos, actitudes prepotentes y misoginia descarada que avergonzarían al hombre que acabó con los privilegios de raza. También le avergonzaría el gran negocio montado en torno a su figura.