UN PAISAJE ITALIANO A DESCUBRIR

La ciudad secreta

Capital Europea de la Cultura del 2019, Matera encara su visibilidad internacional entre el entusiasmo y el temor de que su encanto la transforme en un parque temático para turistas

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Carme Escales

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Cosimo Burgi nació en 1981 en  Matera, en ese interior del sur italiano tan auténtico y poco acostumbrado al turismo. Una isla sin mar y un tesoro para quien, sin ayuda de transporte directo y rápido, por fin lo descubre. 

Como todos los niños de su generación, tenía prohibido entrar en el núcleo histórico de su ciudad. «Estaba abandonado, degradado, era peligroso», recuerda. Hoy Cosimo Burgi es geólogo, en una generosa tierra de petróleo, acuíferos y rocas, montañas de piedra donde las manos de sus primeros habitantes, hace más de 7.000 años, moldearon hogares e iglesias. Después de trabajar para compañías petrolíferas y en diferentes países, el joven materano ha decidido establecerse de nuevo en su ciudad. Ha restaurado la casa de sus abuelos para acoger a visitantes en el B&B bautizado como La Pecora Nera, entre otros motivos por el recuerdo del bar barcelonés L’Ovella Negra, que frecuentó durante su Erasmus en la ciudad catalana.

Despertar económico

A ocho meses de la inauguración de la capitalidad cultural de Matera –el 19 de enero próximo–, muchos jóvenes como él han visto en ese encargo europeo una oportunidad, un despertar económico para la ciudad, y quieren estar ahí. 

«Un vaso de vino que costaba un euro, ahora ya cuesta cuatro», dice el hostelero Massimo Carlucci

Vincenzo Frascella estudió en Milán Comunicación Audiovisual y terminó trabajando como agente inmobiliario en ese motor de la Lombardía que empuja un norte fecundo y moderno en la mayor área metropolitana de Italia. En sus últimas visitas a Matera cada Navidad y en verano, Vincenzo Frascella veía cómo bares y restaurantes de toda la vida eran regentados por jóvenes de ciudades próximas. Y ¿por qué no podía él asumir también un proyecto en su ciudad ahora que el mundo la ubicaría en el mapa? Adquirió un céntrico apartamento, lo restauró y no para de recibir turistas. «Dos años después, los precios de la vivienda se han triplicado y donde había una agencia inmobiliaria ahora hay cuatro», señala el propietario de Da Vinci.

Precios al alza

Desde que el 17 de octubre del 2014 lágrimas de emoción de los materanos en  la plaza de San Giovanni aplaudían el premio europeo, las licencias de B&B han multiplicado por cuatro las camas en la ciudad. En parte gracias a iniciativas de jóvenes como Burgi y Frascella. La hostelería, expectante, aguarda con incertidumbre. «Un vaso de vino que costaba un euro, ahora ya cuesta cuatro, y el alquiler de un piso de 250 euros antes hoy por menos de 500 no lo encuentras», dice Massimo Carlucci, topógrafo dueño de la Osteria Malatesta. Carlucci vivió cinco años en el hoy rehabilitado Sassi di Matera, patrimonio de la Humanidad desde 1993. «Fueron unos años maravillosos. Vivir allí era mágico. Tocábamos la guitarra hasta el alba», añade su colega Adele Caputo. Hoy los precios en ese centro histórico cargado de encanto se han disparado y los alojamientos turísticos y restaurantes aparecen como setas.

Gallina de los huevos de oro

El actual gobierno municipal es una reciente alianza de derechas e izquierdas sin oposición. Bajo el foco internacional ante la cita del próximo año y con una gestión municipal muy provinciana, la ciudad se erige como ejemplo de recuperación para todo el Mezzogiorno (la macroregión meridional de la República italiana). «En tiempos del boom económico en Italia, nos dejaron en coma, no sabíamos producir ni emprender. Y el proyecto del 2019 es visto por muchos como la gallina de los huevos de oro. Pero no deberíamos quemarlo todo en un año, sino aprovechar para descubrir al mundo una propuesta de viaje lento de descubrimiento de nuestro patrimonio y entorno natural. Hemos estado 150 años en la sombra, sin emprender, pero sin paro, sin criminalidad, una ciudad limpia que espera que con el turismo no lleguen también delincuencia y suciedad», señala Matteo Visceglia, responsable en Matera de la Agencia de Promoción Territorial de la región de Basilicata.

«Tenemos que descubrir al mundo nuestro patrimonio», señala el promotor de la Basilicata Matteo Visceglia

«El boca a oreja está haciendo su efecto y en Booking la experiencia de leer el pasado en el Sassi de Matera se valora con u n 10. El turista la siente suya y la comparte», añade Visceglia. 

Una oportunidad

En la calle las obras avanzan: un museo que explique la vida de Sassi; un Planetario, un centro tecnológico para atraer empresas internacionales, aparcamiento para autobuses, y alianzas con municipios de la región vecina de la Puglia, como la que bautizará el aeropuerto a una media hora como Bari-Matera y mejorará el acceso por carretera. «El mayor reto es crear ocupación en el territorio», dicen en el consistorio. 

Y mientras la ciudad se prepara, la <strong>Fondazione Matera-Basilicata 2019</strong> coordina los contenidos culturales: 50 producciones, el 50% de ellas, de artistas locales.  45 personas idean un proyecto comprometido hasta el 2022. «Tres años más para hacer de este impulso cultural no algo pasajero sino propio en la vida de la gente», apunta el director de la fundación, Paolo Verri. «Que Matera no sea un destino final, sino un punto de partida y descubrimiento», desea Cosimo Burgi. Matera tiene en sus manos la oportunidad de demostrar que un despertar turístico y sostenible es posible en Italia.

Rocas, cine y pan

Matera es una de las ciudades más antiguas del mundo. Nació en el Neolítico, 7.000 años atrás, cuando sus primeros habitantes, llegados de Oriente, encontraron agua y un entorno boscoso ideal para vivir. Hicieron sus casas en las rocas, por ello la ciudad antigua de Matera lleva el nombre de I Sassi di Matera (Las Piedras –o Rocas– de Matera). Medio casas, medio cuevas dieron cobijo a campesinos, nobles, artistas y hoy también a turistas. Es el único centro histórico del mundo que ha sido totalmente abandonado y años después rehabilitado para volver a hacer vida en él.