PROFESIONAL DE LAS REDES

Cameron Dallas: El chico que colapsa ciudades con un tuit

Este 'influencer' al que le llueven los 'likes' tiene tantos seguidores como habitantes España, 46 millones. Dolce & Gabanna lo usa como anzuelo para pillar a 'millennials'

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Noelia Sastre

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En una entrevista publicada esta semana en 'The Wall Street Journal', Domenico Dolce, 59 años, la mitad de Dolce & Gabbana, explica que su primera inspiración para atraer a los 'millennials' y rejuvenecer la marca nacida hace 33 años fue Cameron Dallas, un 'youtuber' californiano de 23. «Lo descubrí en la revista 'Glamour'. Vi que los jóvenes usan internet como un club privado. Les encanta compartir sus vidas y experiencias. Se conocen aunque vivan en la otra punta del mundo. Son parte de un grupo. Decidimos que era el momento de entrar en la nueva generación y le invitamos, junto a otras estrellas de las redes sociales, al desfile de hombre». 

De eso hace tres años, poco después de la escena con la que comienza la serie de Netflix 'Chasing Cameron', que sigue a este 'influencer' en su meteórico ascenso al firmamento internetero. «Fui al desfile de Calvin Klein en Milán y colapsé la ciudad con un solo tuit», dice este chico que suma 46 millones de seguidores en sus cuentas y al que comparan con la beatlemanía cada vez que se da un baño de masas. Sus «buenos días» en Twitter consiguen 37.000 'me gusta' en cuestión de minutos.

'Tours' de Magcon

Dallas aterrizó en Instagram con la intención de ser modelo pero se hizo famoso con sus nanovídeos haciendo el ganso en Vine y con los 'tours' de Magcon (Meet and Greet Convention), iniciativa que le llevó por medio mundo junto a su «familia» (Aaron Carpenter, Taylor Caniff, Nash Grier, Jack and Jack), todos chicos que rezan en círculo antes de cada actuación, y que consiste en saludar a los fans, hacerse fotos y salir a un escenario con dj’s. Algo que hace solo una década estaba asociado a estrellas del rock lo consiguen ahora estos chavales, pero sin rock. 

«Mis fans son lo más importante. Hay días en que me duele la cara de tanto sonreír», asegura 

Desde entonces ha desfilado, ha sido imagen de Calvin Klein Jeans y de 212 VIP Black de Carolina Herrera, se sienta en las cenas privadas de Louis Vuitton, actúa, produce, invierte en una firma de cosméticos, es promotor, asesora a marcas sobre lo que podrían mejorar, recauda fondos para niños sin hogar… Un trabajo a tiempo completo que no para nunca. Si alguien se acerca en la calle y le pide una foto, jamás dice que no. Dallas forma parte de una industria en pleno crecimiento con personajes como Chiara Ferragni, que empezó con el blog 'The blonde salad' y ahora tiene un equipo de 25 personas entre Italia y Los Ángeles, firma campañas y representa a otros influencers como su hermana Valentina

Intereses «amplios»

«Estos chicos son empresarios», apunta la columnista de moda Christina Binkley. «Lo que ha hecho que unos hayan despegado y otros no ha sido el momento en el que empezaron. Están en la veintena y llegaron cuando no había tanta competencia. Ahora es más difícil que hace cinco años». Generoso con su hermana y su madre, que a veces le acompañan en fotos y vídeos, Dallas está muy pendiente de los números, del análisis, de lo que funciona y lo que no. Nunca cuelga lo mismo en sus distintas cuentas. Conoce a su público (80% chicas, y de ellas el 85% entre 10 y 20 años de edad) y sus intereses «son amplios». «Me gusta la música, quiero aprender sobre el sector de la moda, soy un emprendedor». Así se define. 

Su carrera despegó recién salido de una adolescencia tímida y todavía en el instituto. «Me preguntaba qué foto debía poner», recuerda su madre. Poco después, cuando empezó a encontrarse con sus seguidoras en lugares públicos, se asustó. «Era abrumador. Me iba al baño a llorar. Las chicas gritaban y se desmayaban, pero mis fans son lo más importante. Hay días que me duele la cara de tanto sonreír», insiste. Su nuevo objetivo es ampliar público. Hacerse 'mainstream' sin dejar las redes. Y quizá, cuando tenga tiempo, estudiar psicología aplicada a los negocios en la universidad. Eso sí, en una de las mejores, «como Harvard o Stanford».