PERFIL

Albert Pla: disidente profesional

El músico de Sabadell, protagonista accidental de la polémica por el libro que Alfred regaló a Amaia el día de Sant Jordi

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Ramón de España

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Albert Pla (Sabadell, 1966) es un hombre acostumbrado a crear polémicas, dada su tendencia a largar lo primero que le viene a la cabeza sin pararse a pensar en las consecuencias. La última, eso sí, ha sido por persona interpuesta, la del reputado cantante de karaoke Alfred, quien, junto a una tal Amaia, representará a TVE –que no a España, quiero creer– en el Festival de Eurovisión. 

Amaia es una chica muy mona que defiende con ardor su inane repertorio y cae bien a todo el mundo. Alfred, por el contrario, es un chaval de una torpeza inverosímil: un día aparecen unas fotos suyas en una manifestación del 11-S, 'estelada' en mano, y los guardianes de las esencias me lo ponen de vuelta y media y dicen que no merece ir a Eurovisión (¡cómo si acudir a semejante evento rancio fuese un premio!); luego, le regala un libro a Amaia por Sant Jordi y no se le ocurre nada mejor que 'España de mierda', de Albert Pla (nueva rasgadura de vestiduras a cargo de los ya mentados guardianes de las esencias patrias).

Como el pobre Alfred ya no sabe cómo salir de los charcos en los que él mismo se mete, graba un video en el que asegura que él y su socia: «¡Estamos a muerte con España!»; sobreactuación típica del trepa sin mucho criterio que solo aspira a medrar.

Antípodas musicales

Para un servidor, lo más sorprendente de la situación es que Alfred sea fan de Albert Pla, un tipo que está en sus antípodas musicales. Me recuerda a cuando Marc Anthony interpretó a Héctor Lavoe en el 'biopic' de éste, 'El cantante', pues no podía haber más diferencias entre el baladista cursilón y la fiera de la salsa.

El caso es que Albert Pla ha vuelto a estar en boca de todos sin necesidad de abrir la suya. De hecho, para lo mucho que se le detesta desde la derecha, el pobre Pla es un hombre de pocas palabras. Cuando concede una entrevista, se encarga de demostrar con sus respuestas –modelo «pregúnteme lo que usted quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana»– que el periodista de turno le aburre mortalmente y que preferiría estar en cualquier otra parte en esos momentos. Diríase que el hombre sale en la prensa a su pesar, pues siempre asegura no tener nada que decir sobre lo que se le pregunta. Es como si el redactor jefe de cultura siguiera el ejemplo de Franco cuando se interesaba por cierto pintor ampurdanés de fama universal –«¿Qué se sabe del majadero de Dalí?»– y se preguntase de vez en cuando: «¿En qué anda el majadero de Albert Pla?».

Un día dice que le da
mucha vergüenza 

ser español, y otro
asegura que la 
independencia
de Catalunya 
se la pela

Albert Pla es un disidente genérico. No está contra esto o aquello, sino que todo parece causarle un asco infinito. Como decía W. C. Fields: «Yo no tengo prejuicios, odio a todo el mundo». Por eso un día dice que le da mucha vergüenza ser español, y otro asegura que la independencia de Catalunya se la pela. O sugiere asesinar a los líderes de Podemos antes de que contraten guardaespaldas y sea más difícil eliminarlos, algo que hay que hacer porque son más malos que la tiña. A veces, alguien del PP intenta impedir que actúe en algún sitio, lográndolo en ocasiones. 

Fidelidad perruna

Pero a Albert le da igual, pues se va a otro teatro y sus fans le siguen. Y la base de fans de Pla es de una extensión moderada, pero de una fidelidad perruna. Hay otro modelo de fan de Pla, en el que me incluyo, al que le gusta más la idea de Albert Pla que el propio Albert Pla. No es grave, también me pasa con Tom Waits y me pasaba con el mentado Salvador Dalí. Solo tengo dos discos suyos –Jaume Sisa me convenció de que el muchacho era buenísimo–, 'Ho sento molt' y 'Supone Fonollosa', y aunque pienso que deberían gustarme, nunca lo he acabado de conseguir. El personaje me parece muy necesario en este país y en esta época, pues sé que siempre puedo contar con él para soltar unas burradas que nadie se atreve a decir, consiguiendo caerle mal a casi todo el mundo. Pero el músico, con su voz desganada e infantil y su 'look' de tonto del pueblo en la era troglodita –¿por qué actuará siempre disfrazado de Pedro Picapiedra?– me causa sopor. De hecho, la única canción suya que me ha encantado es de Lou Reed, 'Walk on the wild side', de la que hizo una versión magnífica y delirante, 'El lado más bestia de la vida'.

No sé qué pretende Albert Pla. Asomarme a su cerebro me provocaría un vértigo angustioso. Pero pienso seguir enganchado a sus declaraciones incendiarias y a sus entrevistas abstrusas. Y si pasa demasiado tiempo entre sus exabruptos, le preguntaré a quién tenga más cerca: «¿Qué se sabe del majadero de Albert Pla?».