El reto es sobrevivir a Saray

'Supervivientes' bate récords de audiencia, en parte por la dosis de infierno que aporta la diseñadora gitana al 'reality'

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Ramón de España

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Todo parecía indicar que la estrella indiscutible de la nueva edición de 'Supervivientes' iba a ser María Lapiedra, a la que Tele 5 llevaba semanas dando cancha a todas horas para que se explayara sobre su relación, doblemente adúltera, con el paparazi valenciano Gustavo González. Pero, por lo visto hasta ahora, el orgullo de Mollerussa no está haciendo gran cosa por captar el interés del espectador.

No es que Lapiedra alcance las cotas de abulia que mostró el año pasado Bigote Arrocet –uno no sabía si estaba ante un maestro zen o ante un caso de autismo–, pero no se está matando precisamente para destacar. ¿Dónde quedan aquellas afirmaciones tan prometedoras que hizo antes de partir hacia Honduras? A ver, María, ¿no habíamos quedado que eras incapaz de resistir sin sexo más de cinco días?, ¿no dijiste que, en caso de gazuza extrema, estarías dispuesta a intercambiar tus favores sexuales por comida? Pues ya han pasado unas semanitas y sigues sin hacer nada que entretenga a la audiencia.

Los cimientos del programa son el sexo y el mal rollo. María Lapiedra no se responsabiliza ni de lo uno ni de lo otro

No contenta con lucir recatados bikinis y bañadores que podría ponerse cualquier monja, María no coquetea con nadie, no se ha hecho con ninguna rival que la odie, se pasa los días con cara de aburrimiento y, de vez en cuando, estalla en ataques de llanto porque se siente muy sola y echa de menos a Gustavo. Francamente, María, esperábamos más de ti (sobre todo los que vimos hace años aquel vídeo playero con el inolvidable Dinio).

La seductora oficial

Afortunadamente, el dios de los 'reality shows' aprieta, pero no ahoga. Como todo el mundo sabe, los cimientos de un programa como 'Supervivientes' son el sexo y el mal rollo. Ya que María Lapiedra no se responsabiliza ni de una cosa ni de otra, ha habido que repartir las tareas: el coqueteo le ha caído a Sofía Suescun, que es la novia de un tal Alejandro Albalá, que sigue sus andanzas desde el plató y que estuvo liado con la hija adoptiva de Isabel Pantoja, Isa o Chabelita, quien vuelve a estar con el padre de su hijo, o eso me pareció entender, que también está en Honduras –si se pierden no se preocupen, que a mí me pasa exactamente lo mismo– y que bebe los vientos por un guaperas que fue Míster España y que atiende por Logan, a secas, como Lobezno.

El mal rollo lo personifica como nadie Saray Montoya, conocida por su participación en 'Gipsy Kings' y casada con Jorge Rubio, alias 'el Canastero', que la azuza desde el plató y que no se habla con Farruquito, que es de la familia de Saray, desde el día funesto en que iba de copiloto del bailarín cuando este se llevó por delante a un transeúnte.

La capacidad de esta gitana oronda para enemistarse con todo el mundo y convertir el lugar en que esté en un infierno es un regalo para cualquier 'reality'. Tiene por costumbre expresarse a gritos y estar convencida de llevar siempre razón. Cuando alguien se le subleva, lo acusa de ser un racista que la tiene tomada con ella por ser gitana. Funciona en el frente público (tanganas monumentales con quien le pongan por delante) y en el privado (domina la maledicencia y es una lianta de tomo y lomo).

Aunque tiene una némesis especial, la exmiss España María Jesús Ruiz, lo cierto es que Saray concita el odio generalizado de todos los que la tienen que soportar (ya lleva dos espantadas en las que dice que se vuelve a España, pero luego se lo piensa mejor y se queda, yo creo que para seguir torturando a sus compañeros de aventura), con una excepción: Raquel Mosquera, que es la única que la entiende y que se solidariza con sus penares. Por lo menos, piensa uno, hasta que Saray, obedeciendo a su naturaleza, le haga alguna jugada que envíe al traste la relación, ya que esta mujer es como el escorpión de la fábula.

Sin bolsas, a concursar

El resto del elenco no supera la condición de voluntarioso secundario. Maite Zaldívar, la exmujer del gran Cachuli y rival eterna de la Pantoja, no está muy dotada para la bronca y da la impresión de estar ahí porque le viene bien la pasta, ahora que en casa no entran bolsas de basura llenas de billetes, como en los buenos tiempos. Francisco, el cantante valenciano, ejerce muy dignamente de galán maduro, pero es tan correcto y educado que no da espectáculo.

La argentina Romina Malaspina es muy mona y tiene el detalle de ir siempre con el culo al aire –¡aprende, María Lapiedra!–, pero aparte de aguantarle un par de 'rounds' a Saray y de espetarle a Raquel Mosquera que está loca –sin conocer, intuyo, los problemas mentales sufridos tiempo atrás por la peluquera–, su labor es básicamente decorativa.

Suerte tenemos del <strong>Maestro Joao</strong>, vidente y adivino con templo propio en Madrid, que ve el futuro en lugares insólitos: primero, en las nalgas de algunos de sus compañeros –se le notó especialmente interesado en el porvenir de Logan– y luego, en los pezones de María Jesús y Romina.

Es el mundo de Frank, los demás solo vivimos en él, se decía sobre Sinatra. En este caso, es el mundo de Saray y los demás sobreviven como pueden en él. Que Dios tenga piedad de sus almas.