HOLLYWOOD: LA MAQUINARIA DE PROPAGANDA

¡Qué hipócrita eres, Oscar!

En el año del #MeToo y el 'Time's Up', la presencia de mujeres en las principales candidaturas al Oscar es testimonial. Una muestra más de la doblez histórica de la gran industria del cine

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QUIM CASAS

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La industria de Hollywood siempre ha sido conservadora tirando a reaccionaria. Esto no quiere decir, por supuesto, que no haya tenido históricamente personalidades izquierdistas, combativas, progresistas o liberales dentro de la misma industria o en los aledaños independientes (Charles Chaplin, Joseph Losey, Jules Dassin, Dalton Trumbo, Ida Lupino, Joseph L. Mankiewicz, John Huston, Bette Davis, Nicholas Ray, Kirk Douglas, Richard Brooks, Paul Newman, Warren Beatty, Jane Fonda, Robert Redford, John Sayles, Spike Lee y Meryl Streep, por citar solo unas pocas y pertenecientes a distintas épocas). 

► Todos los nominados a los Oscars 2018

<strong><u>nominados a los Oscars 2018</u></strong>

En este sentido, la maquinaría propagandística en la que también se ha convertido Hollywood ha quedado reflejada en las concesiones de los Oscar. Solo hace falta revisar las películas que obtuvieron la principal estatuilla desde el momento en que Estados Unidos entró en la segunda guerra mundial y todos los estudios se volcaron en la realización de filmes antinazis. En la edición de 1943 ganó 'La señora Miniver', drama de William Wyler centrado en el papel de las mujeres británicas en la retaguardia durante el conflicto. Al año siguiente se alzó con el Oscar la mítica 'Casablanca', ambientada en esta ciudad marroquí durante la guerra y concebida a partir de una visión romántica de la resistencia al nazismo. En 1946 repitió William Wyler con 'Los mejores años de nuestra vida', película sobre la dura rehabilitación social de algunos oficiales y soldados que habían participado en aquella contienda.

La guerra de Vietnam

Similar proceso se ha repetido en otros frentes bélicos. Pero cuando tocó premiar una película que hablara de la guerra de Vietnam, el Oscar recayó antes en 'El cazador' de Michael Cimino (1978), película tan fascinante como ambigua, y en 'Platoon' (1986), realizada por un excombatiente como Oliver Stone que ha hecho de la ceremonia de la confusión ideológica materia de estilo, que en 'Apocalypse now' (1979), relato mucho más infernal y crítico; la película de Francis Ford Coppola fue batida en la ceremonia de 1979 por 'Kramer contra Kramer', melodrama de buenos sentimientos acerca de un padre separado y la relación con su hijo. La filosofía del Oscar es bastante clara: la nominamos y al mismo tiempo la castigamos sin premio porque da una imagen demasiado dura de la participación estadounidense en Vietnam. 

Lo dicho, el ala conservadora de la Academia siempre ha tenido más fuerza que la progresista. Eso es algo que se repite constantemente pese a que en los últimos años han sido laureadas películas de contenido social y se emplee la fiesta de los Oscar para reivindicaciones de todo tipo. Ahora es la conveniencia de que hayan más nombres afroamericanos en las candidaturas o el apoyo a los movimientos #MeToo y '<strong>Time’s Up</strong>' generados por las acusaciones de abusos sexuales y la manifiesta desigualdad de género y salarial en una industria que, desgraciadamente, siempre ha permitido e incluso justificado lo primero y ha pasado de lo segundo. 

Ausencia de candidatos negros

Sin ánimo de restarle méritos a 'Moonlight' (2016), que los tiene, parece lógico pensar que obtuvo el Oscar a la mejor película el año pasado más por el revuelo que había causado la ausencia de nombres de raza negra entre los candidatos de la edición anterior, que por sus atributos artísticos. El error en la tarjeta leída por Warren Beatty y Faye Dunaway al conceder el premio dilató la situación y la hizo estrambótica, porque durante casi un minuto fue el musical «blanco» 'La La Land' el ganador y parecía que las protestas no habían servido de nada. Otra cosa es si ese revuelo era justo o exagerado: tres años antes había ganado '12 años de esclavitud', filme contra la esclavitud realizado por un director británico de raza negra, Steve McQueen.

Pero ya sabemos que la caja de resonancia de los Oscar es enorme y nada mejor que utilizarla para reivindicar cuestiones relacionadas con la raza, el sexo, la condición social o la política. Donald Trump tampoco ha salido airoso en las puyas del sector progresista de los académicos (recuérdese el airado anuncio de Robert De Niro durante la campaña electoral en el que le ponía de vuelta y media), pero ahí está, de presidente de la nación, y con los derechos sociales peor que nunca.

El cine puede ser un reflejo de la realidad pero, en general, quienes lo practican, al menos en Hollywood, tienen la vida más que asegurada y escasos problemas bancarios. Está muy bien realizar un filme como 'Spotlight' (2015), sobre la pederastia de los sacerdotes de Boston, y después darle el Oscar a la mejor película y guion. Pero en todo momento es un premio que prima el tema (los abusos sexuales) antes que cualquier otra consideración, y lo hace en un ecosistema tan peculiar como es Hollywood, donde poco después de ese galardón empezarían a estallar todos los escándalos relacionados con abusos y agresiones de carácter sexual como triste símbolo del poder masculino. Porque esa es la realidad de Hollywood y de una Academia que está formada mayoritariamente por hombres blancos, con escasa representación de mujeres y de negros. Una realidad nada sesgada.

Desde 1929

Un repaso histórico a la carrera y concesiones de los Oscar desde su primera edición, en 1929, nos daría la razón. En 1967 competían por el  premio a la mejor película dos cintas sobre el racismo, 'En el calor de la noche', un 'thriller' sureño sobre una investigación criminal llevada a cabo por un policía negro y otro blanco, y 'Adivina quien viene esta noche', en la que una chica blanca de clase acomodada presentaba su novio de raza negra a sus conservadores padres. Ambos filmes están interpretados por Sidney Poitier, el primer (y durante años único) actor afroamericano bien visto por el publico medio norteamericano y blanco, ya que estaba en las antípodas de Malcolm X, Angela Davies y los Panteras Negras

'En el calor de la noche' ganó como mejor película y el premio al actor se lo llevó el policía blanco, Rod Steiger, mientras que Katharine Hepburn, la madre blanca de 'Adivina quien viene esta noche', obtuvo el Oscar a la mejor actriz. Poitier no fue nominado ni por una (como principal) ni por otra (en calidad de secundario). No deja de ser paradójico que dos películas progresistas de los 60 sobre el racismo no tuvieran en cuenta a su actor de raza negra (tres años antes, eso sí, Poitier lo había ganado por 'Los lirios del valle', un filme menos incómodo y con trasfondo religioso). Esa era (y es) la vara de medir, el habitual doble rasero.

¿Y las mujeres tras la cámara?

Otro asunto, tan o más espinoso que el racial, es el de las cineastas. En Europa está normalizado, pero el papel de las directoras es realmente importante. En Hollywood ser mujer tras la cámara es mucho más complicado y no ha tenido eco alguno en los Oscar. Hasta el 2008, cuando Kathryn Bigelow ganó como mejor directora por 'En tierra hostil', filme sobre artificieros estadounidenses en Irak, ninguna mujer había obtenido este galardón: ¡solo ha ocurrido una vez en 89 años! Aún hay más. La primera nominación para una directora no llegó hasta 1976, y se trataba de la italiana Lina Wertumuller (por 'Siete bellezas'). Pasaron 17 años hasta una segunda nominada, Jane Campion, que es neozelandesa (por 'El piano'). No se puede predicar la necesidad de que existan más realizadoras y luego arrinconarlas cuando toca dar premios. 

Este año puede llegar el segundo Oscar para una directora. Está nominada Greta Gerwig por 'Lady Bird', aunque podría parecer que, con las reivindicaciones por la igualdad de por medio, se tratase de una compensación como lo fue el año pasado el aluvión de películas afroamericanas premiables (además de 'Moonlight' estuvieron nominadas 'Fences' y 'Figuras ocultas'). Barbra Streisand declaró en 1984, al no ser nominada por su dirección de 'Yentl', que en Hollywood a una mujer no la dejan ser mucho más que actriz, cantante o bailarina. Las cosas han cambiado poco. 

Homosexualidad

Históricamente, la homosexualidad no ha salido mejor parada. Todd Haynes es un director bastante vetado en los Oscar por 'queer', y solo ha sido nominado en una ocasión, y como guionista ('Lejos del cielo'). Una visión no especialmente sórdida de la prostitución femenina tuvo premio (Jane Fonda por 'Klute' en 1971), pero dos años antes Jon Voight, quien encarna a un gigoló en 'Cowboy de medianoche', se quedó en la cuneta: si mereció la consideración de mejor película, pero Voight y su compañero de reparto, Dustin Hoffman, en su papel de timador toxicómano, no tenían nada que hacer frente al patriótico John Wayne, que logró la estatuilla por el wéstern 'Valor de ley'. Conociendo sus ideas, no sé si estaba más contento por habarlo ganado él o porque lo hubieran perdido dos actores haciendo de prostituto y timador.

Cuando 'Gandhi' se alzó con el Oscar al mejor filme (y dirección, actor y guion), más de uno se puso las manos en la cabeza. Aquel año competía 'Missing' ('Desaparecido'), la película de Costa Gavras sobre la dictadura chilena en la que queda más o menos claro el grado de implicación del gobierno estadounidense en el golpe de estado. Se atrevieron a nominarla pero el 'Oscar goes to'… un filme políticamente más neutro como el 'biopic' de Gandhi. Otro gesto absurdo. Como el de recompensar a mediados de los 50, en plena guerra fría y caza de brujas, 'La ley del silencio'. Es un buen filme, pero todo parece indicar que fue concebido por Elia Kazan para justificar la delación.

El mejor año de la hipocresía es, con todo, 1976. Fueron nominadas a mejor película 'Todos los hombres del presidente' (sobre el 'Watergate' y la corrupción del gobierno Nixon), 'Esta tierra es mi tierra' (sobre el cantautor Woody Guthrie, la lucha de izquierdas y la Gran Depresión), 'Network, un mundo oculto' (en torno a las corporaciones televisivas) y 'Taxi driver' (retrato de un excombatiente de Vietnam convertido en justiciero urbano). Pues para evitar conflictos ganó la quinta candidata, 'Rocky', otra historia edificante de cómo se puede alcanzar con tesón el gran sueño americano.