LA ENTREVISTA

Christian Felber: "Los gigantes económicos no nos hacen la vida mejor, nos dominan"

El experto austriaco en economía sostenible defiende un modelo que introduzca normas éticas en los negocios y premie a las empresas que benefician a la comunidad

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Juan Fernández

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Hace seis años, Christian Felber (Salzburgo, Austria, 1972) insufló renovadas energías al movimiento altermundista con su formulación de la Teoría de la Economía del Bien Común, un modelo que propone reordenar el mundo sobre una nueva vara de medir: en vez de que sean la competitividad y el afán de riqueza los que rigen la economía, que se oriente hacia la búsqueda del bienestar de toda la comunidad. Cuanto más aporte una empresa al bien común, más ventajas del sistema y ayudas públicas recibirá. Ahora, el investigador ha fijado su atención en el mundo de los negocios.

En su último libro, 'Por un comercio mundial ético' (Deusto), el experto en economía sostenible desvela las trampas que hacen tan grandes a los gigantes económicos y rompe el debate de ‘proteccionismo versus libre mercado’, proponiendo una nueva vía: que el comercio funcione por normas éticas.

–Cerca de donde estamos, hay un edificio entero ocupado por Zara, un gigante del comercio que aquí despierta reacciones de orgullo patrio. Se dice que crea ‘marca España’. ¿Qué opina?

–Si es tan buen negocio, propongo a sus administradores que se apliquen el balance del bien común y prueben que pagan salarios adecuados a sus empleados, que tratan de manera justa a sus proveedores, que no revientan los mercados con precios imposibles para sus competidores, que usan materiales reciclables y biodegradables... Si obtienen buenas notas en estas variables, demostrarán que están beneficiando a toda la comunidad y no solo enriqueciendo a su propietario. Esto me parecería mayor motivo de orgullo.

–Dígaselo a sus miles de empleados.

–Hablemos también con los miles que perdieron sus puestos porque las pequeñas empresas de textil donde trabajaban tuvieron que cerrar al no poder competir con Zara y otros gigantes. Le podría dar decenas de firmas dedicadas al comercio justo en el sector de la moda que pagaban bien a sus proveedores y empleados, respetaban el medio ambiente y ofrecían prendas similares a las de las grandes cadenas y que tuvieron que cerrar al poco de nacer.

–Un mismo artículo vale el doble en una tienda de comercio justo que en una multinacional. Anímeme a comprar el caro.

–Esta es la clave: la cifra es un engaño. La multinacional le ofrece la prenda a mitad de precio porque el resto del coste lo externaliza a la sociedad. Lo que usted no paga ahí, lo está pagando en forma de subsidios de desempleo, gastos médicos para atender a los trabajadores precarios, impuestos evadidos por las multinacionales e inversiones públicas para corregir los daños ambientales que provocan. Sin darnos cuenta, rescatamos negocios que no se comportan de forma ética. Los gigantes económicos no nos hacen la vida mejor, nos dominan.

"El dinero era un medio, pero se ha convertido en un fin en sí mismo, y en base a su consecución se mide todo"

–Habla de comercio ético. Hasta ahora nos habían contado que la razón de ser de todo negocio es generar riqueza, no dar lecciones de moral.

–Aristóteles distinguía entre la economía, que es una actividad que busca el bien para las personas, y la crematística, que solo persigue la acumulación de riqueza. Lo que hoy mueve al mundo de los negocios es el beneficio financiero, no el económico. El dinero, que era un medio, se ha convertido en un fin en sí mismo, y en base a su consecución se mide todo, el resto de factores no se tiene en cuenta.

–¿Y usted qué propone?

–Dejar atrás el capitalismo crematístico que solo persigue la acumulación de dinero y pone los medidores financieros en el centro, y pasar a otro sistema que atienda a otros objetivos, como conseguir el bienestar de las personas, fortalecer las relaciones humanas, respetar el medioambiente y pensar en las generaciones futuras.

–Suena utópico.

–El problema es que la ley del enriquecimiento financiero se ha convertido en el dogma de fe de nuestro modelo económico. Es la religión de nuestros días. Es la peor ideología posible, porque se disfraza de objetividad y neutralidad. Se nos dice que este modelo es el único posible, que no hay alternativa. Pero sí que la hay.

–¿Hay alternativa? En la calle veo gente usando su 'smartphone' para mirar Facebook, consultar Google, hacer pedidos por Amazon y comprar en Zara. Todos son gigantes.

–Mire mi móvil: no es un 'smartphone', sino un 'fairphone'. Tiene las mismas funciones, pero lo fabrica una empresa que aplica las normas de la Economía del Bien Común. Sigue procedimientos éticos para obtener sus materias primas, sus trabajadores disponen de condiciones laborales y sueldos dignos, sus teléfonos no tienen obsolescencia programada, son modulables para durar más. Hoy hay alternativas de empresas éticas para todos los servicios y sectores del mercado, pero no son conocidas porque juegan en desventaja frente a los gigantes.

"La creatividad se desarrolla con la cooperación y el trato igualitario. La competencia la limita, no la fomenta"

–Se dice que el libre mercado estimula la creatividad a través de la competencia. El actual modelo económico nos ha traído los avances tecnológicos que hoy tenemos.

–Este es otro falso dogma de la economía del mercado. El mayor aliciente para que se desarrolle la creatividad es la cooperación, el trato igualitario y las buenas condiciones para trabajar. La competencia limita la creatividad, no la fomenta. El capitalismo crematístico merma la innovación porque se centra en los servicios y productos que enriquecen al propietario de la empresa, no en las necesidades de la sociedad. Bastaría que las empresas éticas pudieran competir en igualdad con los gigantes del comercio para que empezaran a surgir multitud de opciones más creativas y beneficiosas para todos.

–¿Insinúa que la ética puede ser un buen negocio?

–Por supuesto, el negocio no es malo per sé. Todo depende del objetivo que persigue. No es lo mismo uno orientado únicamente a enriquecer al propietario sin valorar los daños colaterales que ocasiona, que otro cuya meta sea beneficiar a toda la comunidad. Lo curioso es que si salimos a la calle y le preguntamos a la gente qué modelo de negocio prefiere, la mayoría dirá que este último.

–¿Entonces?

–La única manera que hay de cambiar esta situación es concienciando a la gente de que existen alternativas al modelo que tenemos. Lo siguiente sería tomar medidas. La primera, acabar con los subsidios a las exportaciones y vincular esas ayudas a las empresas que cumplen con el balance del bien común. Cuanta más puntuación saquen en ese examen, más ayuda obtendrán. Esto ya se hace en Valencia. El Gobierno autonómico prepara una ley para canalizar las ayudas públicas hacia empresas que se rigen por normas éticas. Hay que empezar por el nivel local y regional antes de cambiar a escala europea el actual modelo de libre comercio por otro de comercio ético.

"El Gobierno valenciano prepara una ley para canalizar las ayudas públicas hacia empresas que se rigen por normas éticas”

–La mayor amenaza al libre comercio no se llama comercio ético, sino proteccionismo. ¿Qué opina de ese debate?

–El sistema solo será armónico cuando todos los países tengan balances comerciales equilibrados. Si Alemania, que es netamente proteccionista, aspira a tener superávit, otro país tendrá que sufrir déficit, hasta acabar en la banca rota. En un modelo de comercio internacional ético, todos los países estarían obligados a someterse a un mecanismo de equilibrio, de forma que las desviaciones se fueran penalizando de forma progresiva según aumentan.

–Deduzco que tampoco cree en que ese dogma del liberalismo que afirma que los mercados se autorregulan por sí solos.

–Es como creer que un sádico te puede salvar. Hoy los balances comerciales están totalmente desequilibrados y no hay ningún mecanismo que ponga freno a la desigualdad y la concentración de poder económico, que cada vez es mayor. Nuestro sistema es muy poco inteligente, está programado para la autodestrucción.

–Lo cierto es que le va bien, al menos de momento. Usted presentó su 'Economía del Bien Común' en el 2012. En este tiempo, los beneficios de los gigantes comerciales han crecido más que la lista de entidades adscritas a su modelo.

–Es cierto, pero ellos crecen desde arriba, nosotros lo hacemos desde abajo. Veremos cómo estamos dentro de 10 años. Lo único que tengo claro es que ningún poder basado en la desigualdad, la destrucción del entorno y la violencia puede durar. El 'modelo Zara' tiene fecha de caducidad. El bien común, no.

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