Wikicosmos
Juan Carlos Ortega
JUAN CARLOS ORTEGA
Todos recordamos esas enormes enciclopedias en varios volúmenes que decoraban el salón de nuestras casas. Si necesitabas saber quién fue <strong>Max Planck</strong> o la forma de gobierno en <strong>Burquina Faso</strong>, solamente tenías que elegir el tomo correspondiente y allí encontrabas una larguísima columna de datos ilustrada con fotografías en blanco y negro.
La información que allí leíamos era, para nosotros, la verdad absoluta. Todo lo que estaba escrito en esas páginas tenía, desde nuestro punto de vista, el brillo de la realidad objetiva. Tanto era así que si hacíamos una apuesta con alguien acerca de algún dato, la consulta de la enciclopedia dirimía la controversia sin ninguna discusión.
Ahora tenemos la Wikipedia. Es como si esos enormes tomos de antes se fueran reescribiendo segundo a segundo en aquella antigua estantería, de manera mágica, en un baile de letras, arrancando páginas y creando nuevas. La objetividad de nuestra infancia es sustituida por la suma de millones de aportaciones que, aisladamente, pretenden ser objetivas.
Me pregunto qué ocurriría si el universo, cuyas leyes se nos antojan ahora verdades objetivas, corriera la misma suerte que la enciclopedia. Una especie de Wikicosmos diseñado por todos los seres conscientes que lo pueblan. Para saber cuál es la distancia a una estrella, los científicos emplean ahora métodos precisos de medición y el resultado obtenido es considerado verdadero, como lo era para nosotros el dato que leíamos en los antiguos volúmenes de la enciclopedia Espasa.
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Pero en un Wikicosmos la cosa sería distinta. Cada ser inteligente podría diseñarlo a su antojo. Algunos bajarían la temperatura solar, otros la aumentarían, y el universo obedecería ciegamente estas propuestas. La naturaleza cambiaría su aspecto millones de veces cada segundo, en función de los deseos de sus habitantes.
¿Cómo sería nuestro Wikiplaneta en un Wikicosmos hecho según las aspiraciones humanas? ¿Mejoraría? Muchos intentaríamos cambiarlo a mejor, claro está, editando la realidad para eliminar terremotos, dictaduras y enfermedades, pero seguro que una buena colección de pirados borrarían nuestras bondadosas aspiraciones para empeorar las cosas.
¿Es mejor dejar el cosmos como está, a su bola, indiferente a nosotros, o sería deseable que ejerciéramos una influencia directa sobre él? ¿Ganarían los buenos o los malos? Qué locura de universo, con nosotros decidiendo su estructura, ¿verdad? Y eso sin contar con la posibilidad de millones de inteligencias extraterrestres que harían lo propio. Un cosmos blando, cambiante como un fluido, sin leyes precisas, donde una mañana la velocidad de la luz sería de 300.000 kilómetros por segundo y por la tarde, por deseo de un señor de Ávila, disminuiría a la velocidad de un caracol. Un universo a la carta, donde durante un cuarto de hora los hombres tendrían músculos de acero para convertirse después, por deseo de algún editor cósmico, en pequeños elefantes de color magenta.
No sé si prefiero las antiguas enciclopedias a la moderna Wikipedia, pero agradezco que el cosmos haga lo que le dé la gana, que decida él sus cosas sin consultarnos. Tal vez el universo es el único ámbito en el que es preferible que nos gobierne una dictadura.
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