De Safo de Lesbos a Sylvia Plath: la hermandad de las poetas suicidas

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Larga es la lista de las poetas que han bajado a los submundos en los que se funden creación, dolor y desencaje en un mundo masculino. De Safo de Lesbos a Sylvia Plath y de Anne Sexton a Janet Frame, estas escritoras han estado marcadas por la enfermedad mental, las pulsiones suicidas y las opresiones de género. 

SAFO DE LESBOS

"Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro"

Los artículos que llevan títulos del corte ‘Las novias de la muerte’ o ‘El club de las poetas suicidas’ suelen iniciar su inventario con la poeta griega que se enamoraba de sus discípulas y se arrojó por un acantilado.  «Os aseguro que alguien se acordará de nosotras en el futuro» fue su gran profecía.

SYLVIA PLATH

"Morir es un arte, como todo. Yo lo hago extraordinariamente bien"

Cuando metió su cabeza en el horno tras haber preparado el desayuno a sus niños, apenas inspiró una breve necrológica en un diario local. Solo los años y la crítica feminista pusieron en su lugar a esta mujer que poetizó ‘rarezas’ como la sexualidad, el cuerpo, la maternidad y el trastorno bipolar.

ANNE SEXTON

"Mis admiradores creen que me he curado; pero no, solo me he hecho poeta"

Su primera crisis fue una depresión posparto tras el nacimiento de su primera hija. Su psiquiatra la invitó a escribir y así nació una obra esencial cimentada en las dificultades de ser mujer. En 1974, se puso un abrigo de piel, se quitó los anillos, apuró un vodka y, encerrada en el garaje, encendió el motor de su coche.

ALEJANDRA PIZARNIK

"Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos"

La incontestable poeta argentina, que dijo ser La Maga de ‘Rayuela’, dio cuenta en su obra del surrealismo, la depresión y una sexualidad ambigua. Adicta a las pastillas, deambulaba entre el insnomnio y la euforia. Se mató a los 36 años tras ingerir 50 pastillas de Seconal.

JANET FRAME

"Si no podía sobrevivir en el mundo de los que escriben cuentos, ¿dónde iba a hacerlo, entonces?"

La vida y obra de la autora neozelandesa estuvo marcada por un intento de suicidio en la juventud y un diagnóstico, erróneo, de esquizofrenia. Pasada la treintena, otro psiquiatra determinó que no había ningún trastorno en ser tímida, algo excéntrica y vivir a su manera. Siempre auscultó las fronteras frágiles entre la cordura y la locura.