Bondad en Girona

JUAN CARLOS ORTEGA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si elogias la bondad, quedas irremediablemente como un tipo superficial. Desde hace muchos años se lleva una suerte de exaltación del malo. Hasta los actores repiten como loros el tópico de «prefiero interpretar a un malo, porque tiene más aristas». Suelen decir cosas así cuando se les entrevista tras un rodaje, y el locutor, con voz solemne, asiente siempre embobado, dando por buena la reflexión. Esa frase tan manida la hemos escuchado todos miles de veces. Da por supuesto que los bondadosos son más planos y que en ellos hay «menos pliegues», signifique eso lo que signifique. La bondad está inconscientemente relacionada con el aburrimiento y la tontería.

Les cuento todo esto porque acabo de regresar de Girona, donde he podido ver y participar en la ceremonia de entrega de los Premios de la Fundación Princesa de Girona. Por cuestiones que no vienen al caso, conozco a muchos chicos y chicas que han obtenido esa distinción, tanto este año como en anteriores ediciones, y en todos ellos he podido encontrar bondad unida a una gigantesca inteligencia. Les aseguro que, a pesar de eso, no son individuos planos, y a los actores de todo el mundo les digo: esos premiados están llenos de millones de aristas y os sería muy difícil poderlos interpretar. Os sería más fácil poneros en la piel de Hannibal Lecter.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":null,"text":"No hay \u00abmalos\u00a0 exitosos\u00bb\u00a0entre\u00a0 los distinguidos.\u00a0 Y no hablo por\u00a0 hablar, cr\u00e9anme"}}

En el diccionario se nos dice que la inteligencia es la capacidad para resolver problemas, pero la definición no nos aclara si esa capacidad tiene que ser de utilidad a los otros. Como el diccionario calla al respecto, tenemos vía libre para afirmar que hay inteligentes bondadosos e inteligentes perversos. Propongo, pues, acotar la definición para dejar de lado a los malvados. ¿Les parece injusto? ¡Pues qué le vamos a hacer, a mí me encanta! Inteligente sería solamente aquel con capacidad de resolver problemas que ayuden a los demás. Si eres hábil resolviendo asuntos cuya finalidad es putear al prójimo, quedas en el acto fuera de la definición de «inteligente» y pasas a ser simplemente un «malo exitoso». Tal vez de este modo el lenguaje nos ayudaría a dejar de valorar positivamente los «pliegues» y «aristas» de los malos y empezaríamos a fijarnos en la tremenda complejidad que se esconde en los cerebros de los que han optado por hacer el bien.

Los Premios Princesa de Girona, que entrega el rey Felipe VI, ya están empezando a utilizar esta nueva definición que acabo de proponer. Y no porque yo se lo haya dicho a ellos, obviamente; lo hacen de un modo inconsciente, lo cual es infinitamente más meritorio. Por eso, todos los premiados son inteligentes y buenas personas. Es decir: inteligentes y punto. No hay «malos exitosos» entre los galardonados. Y no hablo por hablar, créanme. Los he visto con mis propios ojos y he podido charlar con ellos, embobado, durante muchísimas horas.

Hace un tiempo se me ocurrió decir que estos galardones son los premios Nobel de los jóvenes. Pero no es así. Estaba equivocado. Es justamente al revés: los premios Nobel son los Premios Princesa de Girona de la tercera edad.