GUERRA DE LOS SEIS DÍAS: 50 AÑOS DE OCUPACIÓN

Disparos, acoso y demoliciones: así se malvive en los territorios ocupados

Tres historias con nombres y apellidos de familias palestinas que conviven a diario con el peso de un régimen que ha matado a alguno de sus familiares o amigos, les persigue o les ha desalojado de sus casas. La familia Bakr explica el dolor por la muerte de su hijo por un ataque de la aviación israelí. El activista no violento Issa Amro denuncia abusos continuos y a Jaled Zir le han arrebatado sus tierras. 

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ANA ALBA

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FAMILIA BKR: "MOHAMED ADORABA EL MAR"

Los Bakr se dedican a la pesca desde hace generaciones. Son una extensa familia de Gaza tocada por la dureza de faenar en el mar y vivir bajo ocupación.

A seis de sus miembros los han matado las fuerzas israelís en 10 años de bloqueo marítimo, terrestre y aéreo impuesto por Israel con la ayuda de Egipto, que mantiene su frontera con Gaza casi permanentemente cerrada.

El último muerto fue Mohamed Majid Bakr, de 26 años. Pescaba en su barco el 15 de mayo cuando la marina israelí le disparó. «Quiso proteger el motor porque necesitaba el barco para trabajar. Le dieron en el pecho», explica su primo Ramiz Bakr.

«El año pasado los israelís me arrestaron en el mar y me confiscaron el barco. Les dije que habían anunciado la extensión de la zona de pesca. Me preguntaron: '¿Quién te ha dicho eso?' Nos lo había comunicado la Sociedad de Pescadores, a la que informa el Ministerio de Agricultura palestino, al que avisa Israel», relata Ramiz.El Ejército israelí alegó que Mohamed Majid y sus acompañantes habían sobrepasado el límite de 6 millas náuticas en las que Israel permite pescar en Gaza. Pero los supervivientes del ataque lo niegan. Ramiz asegura que «los israelís disparan cuando falta media milla para llegar al límite». Y añade que en abril Israel anunció que la zona permitida se ampliaría de seis a nueve millas hasta junio, como pasó en el 2016.

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Aún no ha recuperado su barco -ni otro confiscado antes- y eso le impide obtener los ingresos necesarios para alimentar a los nueve hijos que aún viven con él y su esposa, Salwa.

La pareja tuvo 12 vástagos, pero a uno de ellos, Mohamed, lo mató la aviación israelí el 16 de julio de 2014, en la ofensiva militar 'Margen Protector'. Mohamed y sus primos Ismail, Ahed y Zakariyah tenían entre 9 y 11 años. Jugaban a fútbol en la playa cuando les lanzaron dos misiles que acabaron con su vida e hirieron a otros niños, entre ellos Sayed, hermano de Mohamed, que ahora tiene 15 años. Las bombas no lo mataron, pero destrozaron su vida.

«Mi hijo no está bien psicológicamente, aunque recibió tratamiento en Italia a través de una oenegé. Sigue sin querer ir al colegio y tiene miedo», cuenta Salwa en su humilde casa, donde la electricidad llega ocho horas al día.

Sayed va con su madre a diario al cementerio que mira al Mediterráneo donde está enterrado su hermano y se sienta junto a su tumba. Salwa acaricia la lápida. «Mohamed adoraba el mar», recuerda.

ISSA AMRO: "QUIEREN QUE NOS RINDAMOS"

El casco antiguo de la ciudad palestina de Hebrón está tomado por el Ejército israelí, que protege a unos centenares de colonos judíos atrincherados allí de forma ilegal, según la ley internacional. Israel impone a los palestinos restricciones de movimiento (en algunas zonas no pueden conducir, ni caminar). Sus tiendas están cerradas, las puertas de sus casas selladas y acceden a sus hogares por tejados o puertas traseras. Los colonos circulan con libertad, amparados por decenas de controles militares y policiales.

    Issa Amro, de 37 años, sufre la persecución de fuerzas de seguridad y colonos desde el 2002. Su delito es defender los derechos humanos y la resistencia no violenta contra la ocupación israelí a través de la organización Jóvenes contra los Asentamientos y del uso de cámaras de vídeo –iniciado por la oenegé israelí B’Tselem– para registrar los abusos contra los palestinos. 

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    «Me pusieron en la lista negra, me amenazaron, me arrestaron –20 o 25 veces al año– y me interrogaron. Me llevaron al tribunal militar en varias ocasiones, pero retiraron los cargos», explica Amro. En Cisjordania rige la ley militar israelí. Varios vídeos que desmintieron la versión oficial israelí de algunos ataques de palestinos con cuchillos en el 2015 y el 2016 los grabaron activistas que trabajan con él.

    «Distribuimos mucho material a medios. Un día los soldados entraron en nuestro centro, lo cerraron durante seis meses y lo declararon zona militar, además de destrozarnos el equipo», cuenta el activista.

    Tras uno de sus arrestos en el 2016, le comunicaron que habían reabierto casos antiguos contra él y que lo juzgarían. «Estaré en el tribunal militar sin ningún derecho y me castigarán por actuar según la ley internacional», lamenta. 

    Su próxima audiencia será el 4 de julio. Lo acusan de provocación y de organizar protestas ilegales, y podrían condenarlo a dos o tres años de cárcel. «No es un ataque personal sino contra los palestinos que apostamos por usar la resistencia no violenta para conseguir nuestros derechos», subraya Amro. Todos los líderes de la no violencia han sido detenidos por Israel en varias ocasiones, juzgados y, algunos, encarcelados.

    «Quieren que los palestinos nos rindamos, que aceptemos la ocupación como un hecho irreversible», afirma Amro. «Me he reunido con políticos extranjeros que me han animado a seguir con la lucha no violenta. Pero no veo que la apoyen ni pidan responsabilidades a Israel», sentencia.

JALED ZIR: "VIVIMOS EN CASAS DE PARIENTES"

En agosto del 2013 las excavadoras del Ayuntamiento de Jerusalén demolieron el hogar de la familia Zir en el barrio de Silwan, al este de la ciudad, parte ocupada por Israel. La casa, de pladur y aluminio, estaba en una colina propiedad de los Zir, según detalla Jaled Zir, el cabeza de familia. Un año antes, habían pedido una licencia de obras al consistorio, que se la denegó, como suele hacer con los palestinos de Jerusalén que solicitan estos permisos.

    Poco después recibieron una orden de demolición con el argumento de que el terreno donde se ubicaba la casa era zona verde no edificable.

    «Crecí viendo a mi abuelo y a mi padre trabajar esta tierra, teníamos pollos y cabras, pero a mí no me lo permiten», explica Jaled, que recurrió la orden de demolición, pero obtuvo por respuesta la llegada sin previo aviso de policías y excavadoras.

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    Los Zir, padre, madre y cinco hijos –el pequeño de cuatro meses–, se refugiaron en una cueva que usaban como establo. «Nos desalojaron también de la cueva y vivimos repartidos en dos casas de parientes», recuerda Jaled. En su terreno plantó 23 árboles e instaló un pequeño parque infantil que las autoridades requisaron. 

    Él trabaja en la construcción y en el Centro de Información Wadi Hilweh, una oenegé que lucha contra la creciente colonización del barrio palestino de Silwan por parte de israelís.

    Silwan es «uno de los lugares de Jerusalén este que ha sufrido una mayor expulsión (de palestinos) en los últimos años», asegura la oenegé israelí B’Tselem. 

    En el vecindario de Batan al Hawa de Silwan, «la organización de colonos Ateret Cohanim desaloja a familias con el apoyo de ministerios y ayuntamiento, y los tribunales israelís lo aprueban, aunque los fines sean ilegales: el traslado forzoso de personas de sus casas en un territorio ocupado», señala B’Tselem.

    Ateret Cohanim ha presentado demandas para desahuciar a 81 familias palestinas en Batan al Hawa. La expulsión es posible porque alegan que los terrenos eran propiedad de judíos antes de la creación del Estado de Israel, en 1948, y la guerra posterior con una coalición árabe.

    Según la ley, solo los judíos pueden reclamar la Custodia de la Propiedad Ausente de sus posesiones anteriores al 1948.

    Los colonos suelen ofrecer dinero a las familias palestinas que viven en un lugar que les interesa para que se vayan. Si no aceptan, reclaman la propiedad por vía judicial y la familia se arriesga a perder la casa

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