Putin, en el centro del tablero

Donald Trump será investido el viernes aunque ya ha dejado claro que no piensa renunciar a las buenas relaciones con Putin pese a admitir que interfirió en las elecciones a la Casa Blanca. Mientras, el líder del Kremlin se frota las manos al comprobar que Occidente le mira como un jugador a no despreciar en los asuntos internacionales. La partida continuará en Europa.

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POR marc marginedas

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Dmitry Peskov, hombre maduro, de aspecto elegante, con un buen conocimiento de idiomas y portador de caros relojes de pulsera de fabricación suiza cuyo precio supera en varias veces sus emolumentos anuales, se ha ganado a pulso el apodo con el que se le conoce en los círculos periodísticos moscovitas. Peskov, vinculado la portavocía de Vladímir Putin desde su llegada al poder en el 2000, es, para los corresponsales extranjeros y los reporteros rusos, "el secretario de prensa para las malas noticias". O lo que es lo mismo: el responsable de hacer oír la voz del Kremlin cuando caen chuzos de punta.

El currículum de intervenciones oficiales de este hombre, casado en terceras nupcias con una expatinadora olímpica, está repleto de momentos críticos. En el 2006, fue el encargado de calificar de "provocación destinada a desacreditar al Gobierno de Vladímir Putin" las acusaciones de que Moscú se encontraba detrás del envenenamiento con polonio del exespía Aleksándr Litvinenko en Londres. Cinco años más tarde, tuvo que admitir que unas ánforas griegas, supuestos vestigios arqueológicos hallados por el buceador Putin y extraídos del mar de Azov una mañana de agosto sin mácula marina, habían sido colocadas allí previamente para ser 'descubiertas' por el actual líder del Kremlin. "No hay ninguna malicia en ello", proclamó entonces con serenidad.

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En este arranque del 2017, la vuelta al trabajo del vocero Peskov tras el receso navideño ha sido para él otro de esos momentos de omnipresencia mediática. El lunes, durante una teleconferencia con periodistas, calificó de "caza de brujas" el contenido del informe elaborado por la inteligencia norteamericana, que acusaba a Rusia de interferir en sus elecciones presidenciales en niveles no vistos siquiera durante la era soviética.

El martes, se tuvo que emplear a fondo para condenar los intentos de ampliar las sanciones contra Rusia por parte del Senado y el Departamento del Tesoro de EEUU. El miércoles, la actualidad le llevó a negar con rotundidad que Rusia tuviera en su poder información y vídeos comprometedores sobre las finanzas y la vida privada del presidente electo norteamericano Donald Trump. El jueves, se sintió obligado a responder al nominado para el puesto de secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, quien, durante la audiencia para su confirmación ante el Senado, había calificado a Rusia de "amenaza", alejándose, al menos en verbo, de esas posiciones pro-Kremlin que tanto se le suponían.

La hiperactividad de Peskov es solo una consecuencia más del intenso movimiento sísmico que ha acaecido en la geopolítica mundial en el último decenio, un desplazamiento tectónico que arrancó en el 2008 –fecha en que Moscú envió tropas a la díscola vecina república de Georgia, orientada ya entonces hacia la UE y la OTAN– pero que se ha intensificado durante el mandato del Barack Obama que ahora acaba.

PULSO CON OCCIDENTE

Rusia, un país al que hasta hace poco Occidente consideraba como una superpotencia del pasado, un vestigio pretérito repleto de obsoletas fábricas en desuso, que únicamente producía minerales, petróleo y armas para el mercado global, se ha transformado, durante este periodo, en un jugador indispensable en los asuntos mundiales, capaz de hacer avanzar su agenda recurriendo a métodos alternativos, no convencionales, carentes de contemplaciones diplomáticas, tácticas con las que aspira a suplir sus desventajas comparativas respecto a Europa y América. "Rusia está inmersa en un pulso geopolítico con Occidente, pero carece del poderío económico y de la capacidad de persuasión de su adversario; por ello, tiene que emplear estrategias ocultas no convencionales", escriben Mathieu Duchatel y Alexandre Sheldon Duplaix en 'Newsweek'. "Rusia ya no está solo defendiendo sus intereses; los está expandiendo", puntualiza Joshua Keating en la página web 'Slate'.

Con una economía renqueante y el país bordeando la regresión demográfica, Moscú se ha embarcado en dos guerras, Ucrania y el conflicto sirio, que no han acarreado, de momento, un elevado coste humano para la ciudadanía (las oenegés internacionales y la OTAN acusan a Rusia de bombardear deliberadamente a la población civil para provocar una ola de refugiados en Europa). Ha impulsado, cortejado y hasta financiado a una ristra de partidos afines de ultraderecha en territorio de la UE, debilitando los vínculos de solidaridad existentes entre los Veintiocho, al tiempo que azuzando los problemas internos comunitarios.

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El estado ruso ha podido jugar un papel importante, mediante sus 'hackers', sus 'trolls' informáticos y sus poderosos medios de comunicación financiados con presupuesto federal, en trascendentales votaciones sobre la permanencia de Gran Bretaña en la UE y sobre la elección del presidente de EEUU. Incluso se le atribuyen vínculos con estructuras de crimen organizado ruso ampliamente enraizados en muchos lugares de Occidente, incluyendo España. No en vano, la publicación en inglés 'The Moscow Times' ha titulado una de sus portadas de fin de año con una elocuente frase: "El año en que Putin ganó".

Y es que para muchos, el actual líder del Kremlin ha conseguido sumir al orden democrático liberal en una suerte de crisis existencial similar a la que atravesó el mundo comunista a finales del siglo pasado, a raíz de la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS. "Es inevitable la comparación: la Unión Soviética se desplomó debido a que el pueblo perdió la fe en el proyecto, en el futuro; algo similar está sucediendo en Occidente en este momento, aunque no en la escala o la profundidad de la URSS hace 25 años; existe un intenso sentimiento de falta de dirección, de falta de fe", analiza para  EL PERIÓDICO Maksim Trudolyubov, afliado al centro Kennan y colaborador habitual en la prensa norteamericana y rusa. "En ambos casos, es el fin de una era", continúa.

VENGANZA HISTÓRICA

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Esos valores liberales, que tan reforzados salieron de la contienda fría del siglo XX , se hallan en estos momentos entre la espada y la pared, a la defensiva y cuestionados más que en ningún otro momento histórico desde los albores de la segunda guerra mundial. Y aunque aún es pronto para determinar a ciencia cierta el papel que está jugando la Rusia de Putin en este proceso, hay quien ve que en todo ello una suerte de venganza histórica por lo sucedido en el espacio soviético hace un cuarto de siglo.

El primer toque de atención se produjo en los Países Bajos, a principios de la primavera pasada. Con una bajísima participación, que apenas superó el umbral necesario para que la consulta fuese considerada válida, los votantes holandeses rechazaron el acuerdo de Asociación entre Ucrania y la UE, un pacto que en el 2014 una parte importante de la población ucraniana salió a la calle a defender, desencadenando una guerra civil que hasta la fecha, ha costado la vida a 10.000 personas y ha obligado a más de un millón y medio a huir de sus hogares.

Pese a que Holanda era el Estado con mayor número de ciudadanos a bordo del Boeing 777-200ER de Malaysia Airlines derribado en el 2014 en Ucrania por una batería antiaérea posicionada en territorio en manos de la insurgencia prorrusa, según la investigación en curso, los votantes de ese país, espoleados por el xenófobo Geert Wilders y su Partido de la Libertad, prefirieron ignorar a sus conciudadanos fallecidos en la tragedia aérea y dar un portazo al estado de Europa Oriental que tanto ansiaba con acercarse a la Unión. Wilders, con problemas con la justicia de su país debido a sus comentarios racistas, no esconde su preferencia de que Holanda, "de tradición comercial", reestablezca "lazos con Rusia". "Es obligatorio el levantamiento de las sanciones antirrusas", declaró en octubre, sin ambages, al diario progubernamental ruso 'Izvestia'.

POLÍTICA EXTERIOR EN TV

La segunda ocasión de propinar un golpe al adversario occidental vino propiciada por las intenciones del exprimer ministro británico, David Cameron de celebrar una consulta sobre la continuidad del Reino Unido en la UE. Durante la campaña previa, el Kremlin prefirió moverse con sigilo; Putin guardó silencio y evitó expresar públicamente sus evidentes preferencias hacia el voto contrario a la permanencia británica en la Unión, intentando así ahuyentar cualquier sospecha de interferencia en el proceso electoral. Todo el protagonismo recayó entonces sobre las espaldas de ultraderechista y euroescéptico local Nigel Farage, cuyas apariciones en el canal RT en inglés, financiado a cargo del presupuesto estatal ruso, se hicieron frecuentes.    

Pero lo cierto es que, para aquel entonces, RT había dejado de ser una televisión marginal escuchada por una reducida audiencia antisistema. En un decenio, el canal había recibido más de 2.000 millones de dólares de las arcas públicas rusas, fichando a populares estrellas del periodismo estadounidense como Larry King y convirtiéndose en uno de los canales extranjeros más vistos en el Reino Unido. Era ya un instrumento más de la política exterior de Moscú, hasta el punto que el propio líder del Kremlin, en el 2012, llegó a prohibir por ley la reducción de sus asignaciones presupuestarias.

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Las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre han marcado el apogeo de esta nueva estrategia del Kremlin de confrontar a Occidente mediante una combinación de propaganda, pirateo informático y filtración interesada de información confidencial. En esta ocasión Putin percibió que la oportunidad permitía una intervención más contundente que durante el referéndum del 'brexit', y blandió públicamente la amenaza de un conflicto nuclear si Hillary Clinton llegaba a la Casa Blanca, enviando en los días previos a los comicios, a una flota militar al Mediterráneo oriental que, en su singladura, bordeó las aguas territoriales de la OTAN.

Más aún, alabó sin cortapisas a un candidato –Donald Trump– al que probablemente percibía como extremadamente sensible al halago, permitiéndose incluso invocar al propio votante estadounidense que más había sufrido los embates de la crisis, pocos días antes de la jornada electoral: hay "un complot" de la prensa y las élites demócratas en EEUU para "distraer" a los votantes de los asuntos importantes, llegó a decir entonces a unos electores a los que se esmeró en regalar los oídos. "¿Acaso es América una república bananera? América es un gran poder".

Bulgaria y Moldavia han sido las últimas fichas de dominó en caer del lado prorruso. Rumen Radiev, un exgeneral opuesto a las sanciones contra Moscú, fue elegido presidente del país el 13 de noviembre pasado. Ese mismo día, en Moldavia, Igor Dodon, defensor de la anexión de Crimea por parte de Rusia, se imponía en la segunda vuelta de las presidenciales.

AVANCE FILORRUSO EN LA UE

El año que comienza se presenta repleto de oportunidades para que las fuerzas filorrusas avancen posiciones en diversos países de Europa y resquebrajen aún más el frente anti-Moscú formado a raíz de la anexión de Crimea y las guerras en Siria y UcraniaFrancia celebra elecciones presidenciales en la primavera, y dos de los probables finalistas –Marine Le Pen y François Fillon– han expresado diferentes grados de simpatía y comprensión hacia el Kremlin, aunque este último parece matizar sus palabras a medida que aumentan sus posibilidades de triunfo. En el otoño, los alemanes acuden a las urnas con el partido ultraderechista y xenófobo Alternativa por Alemania ganando posiciones en los sondeos. El primero en abrir fuego, será, no obstante, Holanda, donde las encuestas dan como vencedor en las legislativas de marzo a Wilders, aunque se duda de que pueda formar Gobierno.

Todo apunta a que durante estas contiendas electorales, la UE será testigo de nuevos episodios de esta multifacética ‘guerra híbrida’ ya observados en el 2016. "No veo porqué razón (el Kremlin) se iba a detener ahora; están seguros de que están consiguiendo sus objetivos", comenta Trudoliubov

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Con todo, Moscú debe admitir que algunos escenarios no se presentan excesivamente favorables para sus intereses. En Ucrania, por ejemplo, se ha instalado un Gobierno tras la revolución de Maidán de opiniones extremadamente antirrusas, lo que dificulta la –supuesta– aspiración de Moscú de reinstalar en Kiev un Ejecutivo favorable. Además, tal y como recuerda Keating en la publicación online ‘Slate’. "el proyecto nacionalista del Kremlin necesita de pequeñas guerras victoriosas" con las que acallar las voces críticas internas que denuncien la dureza de la situación económica.

Y para Putin, los posibles escenarios de esos ‘conflictos controlados’ se están agotando, a no ser que quiera entrar en una confrontación abierta donde no tendría las de ganar.

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