El patriarcado azul

Ellos, los príncipes Disney del siglo XX, perpetuaron la brecha de género. Su papel: salvar a la bella y pasiva heroína. Hasta que llegó Rapunzel.

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FERNANDO

'Blancanieves' (1937)

Es el príncipe que inaugura el arquetipo de masculinidad Disney: guapo, cara simétrica, mentón cuadrado, diseñado para salvar a la chica. Fernando es capaz de tirarse de la torre del castillo para rescatar a Blancanieves –la más cortita y dependiente de todas las princesas– y no derramar una sola lágrima cuando ve a su media naranja dentro de un sarcófago de cristal, muerta. Un machote él. En un gesto que roza la necrofilia, su beso de 'amor verdadero' funciona como un desfibrilador.

ENCANTADOR

'Cenicienta' (1950)

Caballerete muy a lo Francisco José de 'Sissi' –no se quita el uniforme ni para un chequeo–, es un tipo tan ocupado que no da ni agua a la turba de aspirantes a echarle el lazo. En un guateque en palacio, se encapricha de Cenicienta. Baila con ella un vals pero no se tomar la molestia de averiguar cómo se llama, y cuando ella huye, tampoco es que se rompa en dos. A diferencia de Fernando, Encantador manda a su valido, zapato de cristal en mano, a que se curre el rescate de la dama.

FELIPE

'Bella durmiente' (1959)

Otro pimpollo que se limita a resucitar a un pibón que –ahí es nada– lleva 100 años durmiendo. ¿Gerontifilia? La 'centenaria' es Aurora, una rubia con hechuras de Barbie (salió al mercado aquel año). Maldita desde su nacimiento por una bruja amargada (las maduras siempre son lo peor), crece a cargo de tres hadas madrinas que, para respiro de la segunda ola feminista, le otorgan como dones la inteligencia y la fuerza. Cuando el príncipe la salva, se casan y ella acepta el papel de madre de sus hijos.

ERIC

'La sirenita' (1989)

Eric es un marinero con 'outfit' de Spandau Ballet que enamora a Ariel, mitad chica mitad pez (aquí la cosa va de zoofilia). Ella sueña con él, canta para él, acaricia una estatua de él. Está obsesionada, vaya. Lo más radical que hace es pasarse por el forro el mandato de su padre –primera instancia patriarcal– y elegir a un yerno inapropiado. La sirena, de 16 años, una menor, abandona su naturaleza y su voz para acurrucarse bajo el ala de un hombre (a Eric nunca se le pasó por la cabeza hacer un curso de submarinismo).

BESTIA

'Bella y bestia' (1991)

Bestia es feo de narices, pero da igual. Son ellas las que tienen la obligación de ser guapas, jóvenes y dóciles. Bella, una chica que prefiere los libros a los impulsos de la libido, acepta vivir con el monstruo para liberar a su padre –es una hija modélica, nótese–, pero se enamora de Bestia y le hace de madre (le enseña a leer y a manejar los cubiertos). En una pelea con otro candidato, Bestia cae, pero las lágrimas de ella le convierten en un guaperas que la querrá para siempre.

ALADDÍN

'Aladdín' (1992)

Aladdín, que es árabe pero muy blanco, rompe el estándar anterior. Es un ladronzuelo esmirriado que tiene la sonrisa de Tom Cruise (la copiaron) y que maneja la alfombra con la pericia de un surfero. Aunque la princesa Jazmín pertenece a la 'casta', es él quien la saca de la cárcel de oro y le enseña el mundo. ¡Cómo iba a ser ella misma el motor de su emancipación! Aladdín se lleva a la chica y, por vía nupcial, el título de príncipe de Arabia, anticipando el pelotazo de los 90.

FLYNN RIDER

'Enredados' (2011)

El siglo XXI corta la hemorragia machista en la factoría de Walt. Flynn es un bandido desprovisto de tics heteronormativos. Su aire de Chayanne y sus nada disimuladas torpezas le alejan del patrón de macho alfa y sitúan a Rapunzel en pie de igualdad. Como la Mérida de 'Brave' –que se estrenó un año más tarde–, la heroína del pelazo es una chica em-po-de-ra-da. Ahora bien, ha ganado independencia y autoestima, pero el vínculo con los cuidados sigue en su tejado.