Anticurrículum

Ser conscientes de nuestras incapacidades nos aportará más felicidad que la obtenida al contar a los demás lo guapos y estupendos que somos. Descubriremos que el mundo está lleno de gente necesaria.

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Juan Carlos Ortega

Juan Carlos Ortega

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A casi todos nos gusta presumir de nuestras habilidades. Siempre que surge la oportunidad, decimos a todo el mundo lo bien que hacemos algunas cosas. Nuestro Facebook está repleto de frases vanidosas que ejemplifican esa actitud. Incluso exageramos y mentimos, conscientemente o no, sobre nuestro grado de destreza. Es algo humano, por supuesto, pero no estaría mal, de vez en cuando, hacer un pequeño esfuerzo y pensar en todo aquello que no sabemos hacer.

Se trata de un ejercicio curioso que nos generará enormes satisfacciones, créanme. Si lo hacemos bien, ser conscientes de nuestras incapacidades nos aportará más felicidad que la obtenida al contar a los demás lo guapos y estupendos que somos. Descubriremos, con asombro, que el mundo está lleno de gente necesaria, de personas que se dedican a hacer su trabajo de manera magnífica, desarrollando con desenvoltura actividades que nosotros no sabríamos hacer aunque naciéramos cien mil veces.

Propongo que usted, al terminar de leer este artículo, escriba su anticurrículum; una descripción detallada de sus no-logros, de sus pequeñas o grandes incapacidades. Tras un periodo corto de insatisfacción (se sentirá por un momento poca cosa), empezará a admirar a sus semejantes por lo que saben hacer, y esa admiración repentina le hará estar un poco más a gusto en este mundo, compartiendo planeta con gente talentosa que le hace la vida más agradable. Poco a poco, dejará de ser tan agresivo en las redes sociales, irá rebajando el insulto y la condescendencia y se mostrará agradecido por el trabajo de los otros. Y, se lo aseguro, será infinitamente más feliz.

AHÍ VA EL MÍO

¿Cómo ha de ser ese anticurrículum? Les pondré, como ejemplo, el mío. A saber: Yo, Juan Carlos Ortega, no sé enviar sondas a otras galaxias, ni crear medicamentos para curar nada, ni componer canciones bonitas. No tengo ni idea de cómo diablos pilotar una avioneta, o qué se tiene que hacer para fabricar gafas para miopes. No sabría el modo de empezar a construir una casa, arreglar una lavadora, descubrir planetas extrasolares o programar videojuegos en una computadora.

Tengo una absoluta incapacidad para escribir novelas que pasen a la historia, para marcar goles, cantar arias de ópera, diseñar sombreros, tocar el piano o administrar la economía de un país. No sé nada de nutrición, ni de diseño gráfico, ni de transporte marítimo, ni de historia de la literatura inglesa. Se me da fatal escribir poemas y jamás podría filmar películas tan divertidas como muchas que ya están hechas.

Podría seguir con mi anticurrículum, pero este artículo tiene las palabras contadas. Escriba usted el suyo. Verá como a los pocos minutos se esfuma su mala leche, desaparece su cinismo y empieza a poner más 'me gusta' en las publicaciones que ve. Se sentirá orgulloso de formar parte de una especie que hace cosas increíbles, admirará a cientos de trabajadores de otros ámbitos y sentirá por ellos una gratitud sincera. Eso le hará estar menos rígido, más relajado, menos a la que salta. Su felicidad y la de sus allegados aumentará, porque chulearse, en serio, solo lleva desgracias a los suyos y a usted mismo.