36 AÑOS EN LA CÁRCEL

No hay perdón para el asesino de Lennon

Un panel jurídico ha negado por novena vez la libertad condicional a Mark David Chapman, el hombre que mató al 'beatle'

Mark David Chapman, arriba, en una imagen de ficha policial actual, y abajo, tras el asesinato de Lennon, en 1980.

Mark David Chapman, arriba, en una imagen de ficha policial actual, y abajo, tras el asesinato de Lennon, en 1980.

RICARDO MIR DE FRANCIA

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Hay días en los que el mundo parece acabarse, como si nada tuviera ya sentido, y aquel 8 de diciembre de 1980 fue uno de esos días para millones de personas. Mark David Chapman le pegó cuatro tiros por la espalda a John Lennon en la puerta del neoyorquino edificio Dakota cuando regresaba del estudio acompañado por Yoko Ono. Un acto de helada frialdad. Esa misma mañana había saludado al hijo de la pareja cuando volvía a casa con la niñera y, horas después, consiguió que el mismo Lennon le firmara un copia de su último álbum, 'Double Fantasy'. «Había sido muy amable conmigo, se comportó de forma muy cordial y decente, pero estaba tan decidido a matarlo que nada me hubiera apartado de aquel edificio», dijo Chapman años más tarde.

Han pasado 36 años desde entonces. Chapman se declaró culpable de homicidio en segundo grado en el juicio tras rechazar la estrategia de sus abogados para presentarlo como un enfermo mental. Esa era, a su juicio, la voluntad de Dios. El fiscal del distrito arguyó que había matado al alma rebelde de los Beatles para hacerse famoso y fue sentenciado a cadena perpetua, con un mínimo de 20 años para solicitar el tercer grado. Cuando se le preguntó si quería declarar algo, leyó un pasaje de 'El guardián entre el centeno', la novela proscrita de J. D. Salinger que le tenía obsesionado y que dejó en el lugar del crimen con una inscripción en la que se identificaba con su protagonista, Holden Caulfield. «Realmente me identificaba con él, con su sufrimiento, con su soledad, con su alienación social», le dijo tres años después de su encarcelamiento al periodista Jim Gaines, en la cárcel neoyorquina de Attica.

GLORIA, SU MUJER

A lo largo de los años, Chapman, que nació en Georgia y tenía 25 años cuando disparó contra Lennon, ha expresado su arrepentimiento por lo sucedido. «Sentía que al matar a Lennon me convertiría en alguien, pero en lugar de eso me convertí en un asesino y los asesinos son unos don nadie». Desde hace tres lustros ha intentado salir de la trena para vivir con su mujer, Gloria, a la que conoció en Hawái en 1978, cuando ella trabajaba como agente de viajes. Pero en nueve ocasiones se le ha negado la libertad condicional, la última, esta misma semana.

Esta vez cinco personas habían escrito cartas solicitando para él la condicional, un factor al que se unía su buen comportamiento en la cárcel, pero el panel que lo examinó determinó que su liberación «sería incompatible con el bienestar de la sociedad» y menoscabaría la seriedad del crimen. «A pesar de numerosos factores favorables, pensamos que pesa más la naturaleza premeditada del crimen y la búsqueda de la fama».

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Siendo un chaval, en Georgia, había sido un fanático de los Beatles, pero el embrujo empezó a romperse cuando el dios de las gafas redondas declaró al 'London Evening Standard' que los Beatles «son más populares que Jesús». Cristiano renacido, en las catequesis, Chapman le cambió la letra a Imagine y empezó a cantar «Imagine that John Lennon was dead» («Imagina que Lennon estuviera muerto»).

En la cárcel de Attica, una de las más brutales de EEUU, Chapman fue inicialmente emplazado en un módulo para presos violentos y de alto riesgo por temor a que fuera asesinado por alguno de los fans de Lennon. En el 2012 fue trasladado al correccional de Wende, también en el estado de Nueva York, donde vive en aislamiento solitario, un régimen que le permite recibir visitas de su mujer y su entorno. «Tengo 44 horas con él en un casa tráiler», le contó al 'New York Post' su mujer hace dos años. «Tiene una pequeña cocina y un baño. Si viviera allí, probablemente iría más. Tengo que llevar la comida y ellos ponen las sartenes».

Los dos siguen casados y aparentemente enamorados. Cuando Gloria va a verlo desde Hawái preparan pizza casera, ven la tele y tienen relaciones sexuales. Son cristianos devotos y, llegado el caso, hablan del asesinato de Lennon sin tapujos, de aquel crimen que le robó a su mesías a toda una generación.