Qué falta

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Risto Mejide

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Qué falta. Es la pregunta que deberíamos hacernos todos de tanto en tanto. Es la pregunta que nos obliga a dos cosas: a profundizar y a ser estratégicos. Profundizar porque nos fuerza a escarbar aquí y ahora, fijarnos para darnos cuenta, rebobinar, ser observadores, apartar lo que sí hay, lo que nos colma, lo que nos sacia, lo que al fin y al cabo nos tapa la vista y el resto de los sentidos también. Y ser estratégicos porque nos hace mirar hacia el futuro, es el primer paso para planificar, preguntarse para qué debería estar preparándome hoy, porque mañana puede que ya sea demasiado tarde, y es que seguramente lo será. Qué falta es el primer vencimiento del largo plazo. Qué falta es nuestro único antídoto contra el ya se verá.

Cuando lo que falta es evidente es cuando es doloroso. Cuando no podemos. Cuando se nos ha ido algo que echamos de menos. Echamos en falta. Es curioso que se diga echar de menos cuando suele ser algo que jamás has echado tú, suele ser algo que, simplemente, se te fue. Pero es que no siempre lo que falta es tan explícito. De hecho, la ausencia no dolorosa es la más común. Y la más peligrosa, debo añadir. Porque es la que crece hasta que nos mata por sorpresa, por la espalda y sin avisar. Es aquella analítica que jamás me hice. Es aquella pregunta que, por falta de algo, jamás formulé.

Qué falta. Es mucho más que hacer gala de nuestro inconformismo. Es ir mucho más allá de esta enfermiza insaciabilidad.

Qué falta. Al final es la gran pregunta de todos los test de inteligencia. Siga la serie. Complete la secuencia. Ponga su mente a cerrar círculos, que para eso ha sido entrenada durante siglos y siglos de -vamos a llamarlo- evolución. Ha sido la gran pregunta del científico y por ende, de la humanidad. Qué dato estoy ignorando. Qué observación aún no he tenido en cuenta. Qué hay donde aún no he mirado.

Y si es donde ya han mirado todos, es la pregunta del creativo. Del artista. Del crítico social. Del que pretende dejar el mundo más bonito de lo que se lo encontró. Mirar donde todo el mundo mira y ver lo que nadie más ve. La mirada que falta. La que no estaba. Y si no la llevas tú a cabo, seguramente, nunca estará.

Por eso es la pregunta del emprendedor. Científico y loco, matemático y artista a la vez. Si nadie ha visto el hueco, lo relleno yo. Triunfar es llenar vacíos. El Teorema de Nacho Vidal. Querer ser de lo que no hay.

Qué falta. Lo único que nos puede salvar de las tres dimensiones. De regodearse en las mieles del éxito y darse cuenta del pequeño fracaso que supone dejar de aprender simplemente porque algo ha funcionado. Qué falta es no aplaudirse más de lo necesario e imprescindible para animarse a continuar. Es la pregunta que nos lleva irremediablemente a la cooperación y a la solidaridad. Sí, yo tengo mis faltas, pero a ellos les faltan más.

Hace poco, en una conferencia ante start-ups, alguien con mucho criterio me preguntó cómo podía defender la duración de las marcas cuando estaba comprobado que cada vez duraban menos. La inmensa mayoría de las 50 primeras marcas de hoy no existían hace apenas 50 años. Y sin embargo, ahí estaba yo hablando de la durabilidad de los proyectos.

Mi respuesta apeló, como hacen todas las respuestas que pretenden serlo, a un gran poeta: que mientras dure sea eterno. Es obvio que la rotación de todo en nuestras vidas es mayor y seguramente va a seguir acelerándose. Es obvio que nosotros cambiamos de pareja, de casa, de trabajo y de vida con muchísima más frecuencia que nuestros abuelos. Lo cual no nos hace mejores, ni más listos, ni más felices, simplemente más estresados ante el tempo que marca una sociedad a ritmo del capital. Pero justamente, cuando en todas partes crecer es aprender a despedirse, qué falta. Aprender y sin embargo quedarse. Enamorarse y a pesar de ello, durar.

Que mientras dure sea eterno. Me lo tengo que creer de entrada porque si no, ya para qué voy a empezar. Y si seguimos intentándolo, es porque creemos que en algún momento nos va a tocar. Nadie en su sano juicio compraría décimos de un sorteo anterior.

Qué falta, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul.

Qué falta, niña de ojos infinitos, me faltas tú.