RECORRIDO POR EL PALACIO DE DUEÑAS

El refugio de Cayetana

Un año y cuatro meses después de la muerte de la duquesa de Alba, los primeros visitantes públicos han pisado los jardines y salones de la casa-palacio de Dueñas, un auténtico museo por su valor artístico. «Prometí abrir Las Dueñas al pueblo sevillano», dice Carlos Fitz-James Stuart, que quiere devolver así el cariño a su madre.

El refugio de Cayetana de Alba

El refugio de Cayetana de Alba

JULIA CAMACHO

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 «Temo que sea una visita ingrata, porque todo esto es fruto de la opresión de los trabajadores y debería estar en un museo, ser de gestión pública». Gonzalo, un joven sindicalista de Granada, no pude ocultar su ceño fruncido desde el mismo momento en que cruza la cancela del número 5 de la sevillana calle de Dueñas para acompañar «a rastras» a Margarita, su «morbosa» madre. Ambos forman parte de los primeros elegidos, previo pago de ocho euros la entrada, para visitar el secreto mejor guardado de la duquesa de Alba. La casa que Cayetana más amó, su refugio, y en la que falleció hace poco más de un año. Declarada Bien de Interés Cultural (BIC), sus herederos han decidido abrirla ahora al público, mostrando el alma de una propietaria que desde muy pequeña veía normal fotografiarse con los reyes de turno o desayunar junto a un 'goya'.

Los visitantes, entre los que se mezclan grupos de estudiantes extranjeros y valencianos huídos de las Fallas, andan con cautela, como un fisgón que no quiere molestar. Da la sensación de que la duquesa puede aparecer en cualquier momento, una impresión buscada por los gestores del museo, que han realizado la mínima intervención posible para dar esa apariencia de «casa vivida» y preservar el sello personal que Cayetana le imprimió a esta vivienda, según explica Alvaro Romero Sánchez-Arjona, historiador de la Casa de Alba.

LA TAQUILLA

Acondicionar la casa palacio de Dueñas para las visitas ha costado unos 270.000 euros, pero se espera que pasen entre 100.000 y 125.000 personas al año, unos 800.000 euros de taquilla destinados a mantener inmaculado el inmueble.

El palacio llegó a la familia Alba en el siglo XVII, aunque el edificio se remonta a la época medieval, cuando era propiedad de una familia patricia de Sevilla que participó en la toma de Granada con los Reyes Católicos. La vendieron a la familia Ribera para pagar el rescate de un hijo hecho cautivo en la guerra, transformándola los nuevos dueños en un palacio renacentista. Una descendiente de esta saga unió su estirpe a la del cuarto duque de Alba en 1612, pasando el palacio a integrar ya el patrimonio de los Álvarez de Toledo. El nombre de Dueñas proviene de un convento ubicado en un solar colindante y ya desaparecido.

El pasado del inmueble se aprecia en cada uno de sus rincones, en especial en su impresionante patio principal flanqueado por un conjunto de yeserías, columnas y arcos mudejares que cobijan desde ánforas a un león ibérico o la pieza fundacional del Castillo del Carpio. Este patio y las habitaciones contiguas forman el corazón de la visita, dado que la planta alta permanece reservada como zona privada para uso del actual duque, Carlos Fitz-James Stuart, cuando está en Sevilla. Unas 680 piezas de arte a disposición del visitante, a las que se suman las joyas botánicas que pueblan los grandiosos jardines.

ANTONIO MACHADO

En uno de ellos la asturiana Ángeles llamará la atención de su marido Ahmed acerca de que allí nació Antonio Machado. El patio del limonero de su niñez formaba parte de las dependencias que entonces el XV Duque de Alba, residente en el extranjero, decidió alquilar a familias humildes bajo la gestión del padre del poeta. Dos señoras del barrio porfían con los jardineros para coger unas ramas de buganvilla que van a tirar, mientras María Jesús, de Arrigorriaga, confiesa tomar ideas del jardín «para una casita que tengo en Cantabria», y explica que acude a Dueñas atraída por la suntuosidad que ha visto en algunas revistas. «Me llama la atención el edificio, no tanto el personaje», dice perdiéndose entre el barullo de figuritas de porcelana y retratos familiares que atiborran el salón de la Gitana, llamado así por la escultura de Benlliure que lo preside.

«A TANA, CON CARIÑO»

Ese era el salón en el que Cayetana recibía a los amigos. Allí está su foto de niña con Alfonso XIII o ya adulta junto a los reyes Juan Carlos y Sofia, que se la dedican «A Tana, con cariño». Entre sus tapices flamencos, sus cornucopias, bargueños y lámparas de cristales venecianos se deleitaron desde Jackeline Kennedy, Rainero de Monaco y Grace Kelly hasta el músico Cole Porter, Eduardo VIII Wallis Simpson o el fotógrafo Richard Avedon, quien la retrató para 'Harper's Bazar'. El centro del mundo frívolo en los años 60 y 70, especialmente durante la Feria de Abril.

A lo lejos, Margarita sigue reprendiendo a Gonzalo cuando exclama asombrado ante algunos cuadros: «...expolio», se le oye murmurar. Y es que alguna de las piezas, adquiridas o incorporadas al patrimonio de los Alba en los últimos siglos no desentonarían en museos de postín, como dos cuadros de Luca Giordano o uno de José de Ribera que confirman el poderío de los grandes terratenientes durante mucho tiempo.

SILLA DE EUGENIA DE MONTIJO

Unos estudiantes de Alabama se interesan por la silla expuesta en las caballerizas, que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Sonríen al descubrir el traje de flamenca con los tacones que la duquesa atesoraba en una esquina de la biblioteca, donde montó un pequeño tablao para seguir las enseñanzas del bailaor Enrique el Cojo. En las paredes se mezclan desde carteles de toros (uno de 1894) y fotos de toreros a una bandera de la Peña Bética. En otra salita, en lugar preferente, el traje de luces de Curro Romero.

La capilla recuerda que fue el primer lugar donde se oró tras la muerte de Cayetana. Presidida por un retablo del siglo XV de Neri di Bicci, y junto a un solideo regalo de Benedicto XVI, allí fue donde la duquesa celebró su tercer matrimonio junto a Alfonso Díez.