el personaje de la semana

Carme Forcadell, con las manos en las masas

Independentista desde los tiempos en que serlo era una excentricidad, la presidenta del Parlament de Catalunya ha sido durante tres años la cabeza más visible de la Assemblea Nacional Catalana, una organización de voluntarios que ha llevado a cabo movilizaciones que han asombrado a Europa. Ahora sí preside un verdadero órgano de soberanía popular.

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ANDREU FARRÀS

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A mediados de los años 70, cuando el franquismo no acababa de morir y la democracia no acababa de nacer, TVE -entonces la primera por única- permitió que en Catalunya se emitieran algunos programas en catalán. Una gran conquista en la época, aunque siempre dentro de un orden. Uno de ellos se llamaba Giravolt. Quería emular al entonces exitoso Informe Semanal, pero en lengua «vernácula». Sus redactores más jóvenes procedían de la recién estrenada facultad de Ciencias de la Información de la UAB, «un nido de subversivos», según los informes policiales al uso.

En 1976, Giravolt informó de la primera concentración tolerada con motivo del Onze de Setembre. Fue más multitudinaria de lo esperado y ha pasado a los anales como la mani de Sant Boi. Para eludir la aún vigente censura, la gente de Giravolt tituló el reportaje: Influencias urbanísticas en Barcelona a la entrada de las tropas de Felipe V. Entre aquella muchachada entusiasta se encontraba una veinteañera llamada Carme Forcadell, que estos días acaba de estrenarse como presidenta del Parlament y, por ende, segunda autoridad institucional de Catalunya, tras ejercer durante tres años como principal responsable de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), el pal de paller del independentismo sobre el cual ha estado surfeando Artur Mas hasta la fecha.

Según cuentan, ya en aquella época de Giravolt, Forcadell era independentista, algo bastante inusual, nada mainstream, al contrario que ahora en ciertos ambientes, donde el rarito es el adolescente que no lleva una estelada en la mochila o en la muñeca.

Periodista y filóloga

Tras licenciarse en Periodismo y en Filología («la lengua es el nervio de la nación», sentenciaba Jordi Pujol), Forcadell trabajó en TVE hasta 1982. Luego dio clases de lengua catalana en el IES Escola Industrial de Sabadell, ciudad a la que llegó con 18 años, procedente de Xerta (Baix Ebre), conocido por su azud en el río Ebro. El azud es una infraestructura hídrica destinada a desviar el agua de los ríos hacia canales artificiales. Es fácil caer en la metáfora con la trayectoria de la xertolina Forcadell, que tanto ha ayudado a canalizar millones de voluntades catalanistas hacia el caudal independentista.

Quien ha llevado la voz cantante durante tres años en la ANC, la entidad de 52.000 socios que ha organizado los grandes movimientos de masas del soberanismo desde el 2010 -el año de la sentencia del Tribunal Constitucional que jibarizó el Estatut-, perteneció a la ejecutiva nacional de Esquerra Republicana desde el 2001 al 2004 y fue concejal de Sabadell por este partido desde el 2003 hasta el 2007.

Según una compañera suya en el consistorio, «Carme tenía una gran ambición personal e intentó encabezar la  lista en las municipales del 2007, pero en el partido no se fiaban de ella». Tuvo que ir de número dos. El factótum republicano de entonces era Joan Puigcercós. ERC obtuvo en Sabadell un solo concejal y ella tuvo que dejar su despacho en el ayuntamiento. Pero no se quedó quieta. El revés de Sabadell le empujo a entregarse a las agitaciones independentistas que estaban emergiendo. Ya pertenecía a Òmnium Cultural y a la Plataforma per la Llengua y se integró en la comisión por los papeles de Salamanca y la Plataforma pel Dret a Decidir. Este último colectivo fue el embrión de la ANC y la organizadora de las primeras consultas populares sobre la secesión, que servirían para preparar el referéndum del 9 de noviembre del 2014.

Hija de una familia humilde -su padre fue payés y camionero-, casada con el informático Bernat Pegueroles, también de Xerta, y madre de dos hijos, pocos le niegan a Forcadell su tenacidad y eficiencia organizativa, las dos virtudes que le permitieron empatizar con los diferentes grupúsculos históricamente enfrentados del magma independentista y la ayudaron a subir a lo alto de la ANC.

Se aconseja a las mujeres que hablan en público que no alcen mucho la voz. En los hombres denota poderío pero, en las oradoras, la voz tiende a agudizarse y se convierte en un gritito que a los machistas les cuesta poco desacreditar. Cuando, en octubre del 2014, Forcadell, en nombre de la ANC, Òmnium y l'Associació de Municipis per la Independència, quiso marcar de nuevo la agenda política y pidió al president que convocara «elecciones ya», le puso tanto énfasis a esta exigencia que le salió un chillido. Allanó el camino a cómicos y unionistas para caricaturizarla como una mandona e hiperventilada Catalina (copyright Polònia). Y encima, Mas tardó un año en hacerle caso, porque no convocó los comicios hasta finales del 2015 hasta asegurarse de que CDC no se presentaría a pelo, sino escoltada por la misma Forcadell, por Esquerra y por Muriel Casals, presidenta de Òmnium y considerada por algún columnista rimbombante de Madrid como «la otra vestal del separatismo».

El año que viene, Forcadell cumplirá 60. Ella no para: «Tenemos prisa». Muchísima prisa para conseguir que Catalunya dé el definitivo giravolt.