Mar y montaña
El bucólico pueblo costero a solo 20 minutos de Cornellà
Este pequeño pueblo lleva un siglo haciendo las delicias de barceloneses que buscan tranquilidad
Las mejores playas de Catalunya para una escapada paradisíaca
Los cachalotes resoplan por el Garraf

Les 'Casetes de Garraf', en una imagen aérea de 2008 extraída del libro 'Catalunya insólita' de Xavier Jubierre / XAVIER JUBIERRE


El Periódico
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Como muchas de las ciudades que rodean Barcelona, Cornellà ofrece un sinfín de actividades pero, a la vez, se puede ver arrastrada por el ritmo acelerado de la gran ciudad. Por suerte, los y las cornellanenses tienen a un tiro de piedra algunos lugares que son auténticos remansos de paz. Uno de ellos es Garraf, un pequeño pueblo tocado por la magia de Gaudí y que desprende un aura única.
Este núcleo costero, que formalmente pertenece al municipio de Sitges, empezó a crecer a principios del siglo XX de la mano del mecenas de Gaudí, Eusebi Güell. El empresario era propietario de varios terrenos de la zona y explotaba la cantera de la Falconera, en el extremo sur del pueblo. En 1901 se construyó el puerto, que ahora es de uso exclusivamente deportivo, para poder trasladar toda la piedra extraída.
Justo al otro lado del pueblo, Güell encargó la construcción de unas bodegas, los Cellers Güell. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre si Gaudí participó directamente o no en el diseño del edificio, aunque sí se le atribuye gran parte del trabajo a su discípulo, Francesc Berenguer i Mestres. Sea como fuere, estas bodegas modernistas fueron durante muchos años uno de los principales reclamos de Garraf desde que se finalizó su construcción en 1901.
La actividad de la cantera atrajo también a pescadores a la zona y, con el empeño de Güell, se instaló un apeadero de tren que acabó de poner al incipiente núcleo de población en el mapa, sobre todo en el de la clase alta barcelonesa. Las familias nobles de Barcelona encontraron en Garraf una playa tranquila y discreta y a partir de los años 20 era común que veranearan en este pequeño rincón de la costa barcelonesa.
Las Casetes, un emblema
Fueron precisamente estos visitantes los que empezaron a levantar pequeñas casas de madera para refugiarse del sol, y de las miradas curiosas, que con los años tomarían forma hasta convertirse en las famosas Casetes de Garraf, una postal imperdible del pueblo que ha sido escenario de muchos anuncios y videoclips. De hecho, estas 33 emblemáticas construcciones, donde alguno dice que han vivido pescadores y trabajadores de la estación, han sido declaradas Bien Nacional de Interès Cultural.

Casitas del Garraf, en una imagen de 2009 / DIEGO CALDERON
Garraf está muy bien conectado, a menos de cinco minutos de Castelldefels por la C-31 y a media hora en tren de Barcelona, y tiene una buena oferta hostelera: dos chiringuitos, un reconocido restaurante y un exclusivo hotel, recientemente recuperado por el bohemio Soho Club. Además, aunque pueda parecer lo contrario, también merece la pena visitar este pueblo en otoño o invierno. Muchos días la marea crece considerablemente y se cuela en los bajos de las Casetes, ya preparados para ello, todo un espectáculo hipnótico desde la parte alta del pueblo.
Garraf para excursionistas
También merece la pena aprovecharse del carácter único del Parque Natural del Garraf. A pesar de estar en la playa, desde el pueblo de Garraf parten rutas de senderismo muy interesantes.

Imagen aérea de Cala Ginesta, con Port Ginesta al fondo. / JOSEP GARCIA
Por los caminos que rodean la actual cantera del Garraf es posible hacer tramos cortos como el que va hasta la Cala Ginesta (otra recomendable playa en dirección a Castelldefels). También hay opciones con más desnivel, como los caminos que van hasta la Morella, el segundo punto más alto del parque natural, o al curioso monasterio budista de la Plana Novella, en el término municipal de Olivella.
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