INICIATIVA LOCAL DE COOPERACIÓN

Gafas desde Cornellà para luchar contra la ceguera evitable en los campamentos de refugiados del Sáhara

María Barceló, una de las fundadoras de la asociación, durante una revisión en Bakel, Senegal, en mayo de 2016

María Barceló, una de las fundadoras de la asociación, durante una revisión en Bakel, Senegal, en mayo de 2016 / Associació Mirades

Aitana Glasser

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se podría decir que media vida de Sandra Barroso (L’Hospitalet, 1975) y María Barceló (Cornellà, 1976) ha estado dedicada a 'devolver miradas'. Nada que en principio difiera del trabajo de cualquier optometrista, si no fuera por el contexto en el que lo han hecho. Aquel que hace que algo que puede parecer tan sencillo de solucionar con un par de lentillas, se convierta en un problema en lugares que carecen del material necesario, como son los campamentos de refugiados del Sáhara.

Antes de crear la asociación en 2013, Sandra y María estuvieron 10 años trabajando sobre el terreno

Allí, en los asentamientos situados junto a la ciudad argelina de Tinduf, fue donde surgió la iniciativa que, junto al saharaui Fadili Sid Lhafed, decidieron poner en marcha en 2013, y a la que bautizaron bajo el nombre de Associació Miradesuna organización dedicada a mejorar la salud visual de las personas que habitan desde hace décadas en estos campamentos. 

Pero el motivo que llevó a estas dos profesionales crecidas en los barrios de Sant Feliu y Sant Ildefons a crear esta organización se remonta a muchos años antes. En concreto, a hace 16 años, cuando en la empresa en la que ambas trabajaban se enteraron de que una ONG estaba buscando voluntarios para acompañar a un grupo de oftalmólogos a atender a la población saharaui sobre el terreno.

Surgió entonces un vínculo que duró una década, y que las llevó a impulsar sus propios proyectos dentro de la organización, enfocándose en su campo, el de la optometría. “Cuando llegamos allí lo que se hacía básicamente era oftalmología: se operaba de cataratas, se les daba medicación para el glaucoma… Todo se enfocaba en el ojo enfermo”, explica Sandra.

Así, y "aunque había personal local con formación en optometría, no tenían material para hacer nada”, por lo que sus esfuerzos se concentraron durante esos 10 años en crear consultas y talleres de óptica donde los locales pudieran seguir atendiendo a la población una vez se fueran ellas.

La llegada de la crisis amenazó el proyecto de la organización, y ante la posibilidad de que su trabajo quedara en vano, decidieron tomar las riendas y crear su propio proyecto. “No quisimos que todo se acabara, queríamos darle continuidad y seguir aportando gafas, aparatos y material. Así que decidimos que, aunque fuera pequeño, haríamos algo para ayudar o suplir esta carencia”, relata la hospitalense.

Luchar contra la ceguera evitable

En sus más de 25 viajes a África (la mayoría, al Sáhara), su objetivo no ha sido otro que luchar contra lo que llaman ceguera evitable, aquella que hace "que una persona con un 10% de visión no pueda estudiar o trabajar porque no ve, cuando es algo que se solucionaría con unas gafas”. Gafas que, en los campamentos, no pueden costearse. Por ello, una de las principales acciones de la organización es aportar material, que va desde aparatos técnicos hasta gafas, que recogen mediante donaciones de empresas y particulares.

En Cornellà, donde se ubica la sede de la asociación, tienen distribuidos diversos puntos de recogida de gafas, donde la ciudadanía puede depositar monturas viejas que ya no utilice. Tanto los socios fundadores como el tejido de voluntarios que conforman y sustentan la asociación se encargan de entregar este material a las personas ubicadas en los campos -adonde viajan 2 o 3 veces al año-, trabajando especialmente en el ámbito educativo, atendiendo no solo a alumnos, sino también a profesores.

Un reto personal y profesional

De sus primeros viajes al Sáhara, Sandra recuerda que lo que más le impresionó fue la complicidad que tuvieron con  la gente: “Hicimos muchas amistades, personas que aunque no veas en tiempo, son como familia”, cuenta mientras rememora cómo les recibieron nada más llegar a una escuela, dándose un baño de masas y siendo aclamadas por todos los niños. Otra de las cosas que más le impactaron, dice, y "aunque suene a tópico, fue ver cómo gente que no tenía nada te lo daba todo”.

"Trabajas con todas las incomodidades posibles, pero al final, no sabes cómo, lo acabas haciendo"

Además, explica que lo más chocante para ella de la experiencia no es ir, sino volver y comprobar las diferencias entre un estilo de vida y otro. “La gente tiene otra manera de afrontar los problemas, y te quedas pensando de dónde sacan el optimismo para, viviendo donde viven, hacerte a ti feliz”.

También a nivel profesional el proyecto supuso un reto para ambas, pues cuentan que tenían que lidiar con mil imprevistos, como los cortes de luz, y con un calor insoportable. “Trabajas con todas las incomodidades posibles, pero al final, no sabes cómo, lo acabas haciendo, y es una satisfacción personal enorme”.

Miradas a Senegal y Guinea Bissau

Tras esta primera experiencia en los campamentos de refugiados del Sáhara, la organización decidió ampliar su acción a Senegal y, posteriormente, a Guinea Bissau. No obstante, su actividad allí difiere un poco de la que realizan en el Sáhara, donde hay personal local con formación -mayoritariamente formado en Cuba-, a diferencia de en estos otros dos países, que carecen de profesionales preparados. Por eso, su intención ahora es abrir una pequeña consulta donde enseñar a graduar y a hacer gafas, y formar así a la gente local.

Así, y pese a que la ONG no es su principal ocupación, su intención es seguir realizando acciones tanto sobre el terreno como a nivel local, para concienciar y sensibilizar a la población sobre la necesidad de aportar, por muy pequeño que parezca, su granito de arena. “Somos pocos y hemos logrado cosas que a veces pensamos, ¡¿ostras, cómo lo hemos hecho?!”, relata la optometrista, algo que demuestra, concluye, “que con pocos recursos también se pueden hacer grandes cosas”.

Más noticias de Cornellà en la edición local de EL PERIÓDICO DE CATALUNYA