ENTREVISTA

Marta Pereira: "Jamás imaginé que mi hija llegaría a la universidad"

Originaria de Usulután, en el sur de El Salvador, Marta Pereira llegó a España en el verano del 2006 buscando una oportunidad laboral que le permitiera afrontar el coste de su vivienda y evitar que desahuciaran a su familia

Marta Pereira llegó a España sin papeles en junio del 2006 y en el 2012 obtuvo la nacionalidad española

Marta Pereira llegó a España sin papeles en junio del 2006 y en el 2012 obtuvo la nacionalidad española

Judit Figueras

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A principios del 2006, Marta Pereira recibió una carta del banco en la que le comunicaban que, si no pagaba los meses de retraso de la hipoteca, la desahuciarían. A ella y a su familia. Pereira llevaba dos años y medio trabajando en una fabrica de hilo desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana para poder afrontar el pago de su vivienda y, a la vez, cuidar de sus dos hijos, en aquel entonces de 11 y tres años. «Descubrí que el padre de mis hijos había estado malgastando el dinero que yo le daba para pagar la casa», confiesa esta mujer originaria de la ciudad de Usulután, en El Salvador. «No podía dejar a mis hijos en la calle, mi única opción era salir del país para poder pagar la cantidad que me pedían», recalca la mujer.

Gracias al préstamo que le hizo un amigo, en junio del mismo año Marta Pereira se subió a un avión que cruzaría el Atlántico para aterrizar en España, concretamente, en Barcelona. Mientras se le humedecen los ojos, Pereira explica que, tras su llegada, tardó una semana en darse cuenta de lo que había hecho, en ahogarse en un sentimiento de arrepentimiento y culpa: «al salir a la calle y ver a otras madres con sus hijos me ponía a llorar y escuchaba la voz de mi hija llamándome». «Cuando me fui, ni mis hijos ni yo misma éramos conscientes de lo que eso significaba», admite la mujer, «ellos pensaban que, como solía hacer hasta entonces, a las siete de la mañana regresaría a casa».

«Al salir a la calle y ver a otras madres con sus hijos me ponía a llorar y escuchaba la voz de mi hija llamándome»

— Marta Pereira

La salvadoreña estuvo cinco meses buscando trabajo sin cesar hasta que una familia de la zona alta de la ciudad decidió contratarla «en negro». Parecía que, por fin, se encendía una tenue luz al final del túnel. Pero ese destelló no tardó en apagarse. Pereira debía cuidar a los niños y limpiar toda la casa, un trabajo que empezaba a las siete de la mañana y muchos días no terminaba hasta las dos de la madrugada. «Lo peor», señala la mujer, «era el trato que recibía: si al servir la comida sobraba un trozo de brócoli, esa era mi comida para todo el día». 

Después de cinco meses, en los que su salud empeoró significativamente, Marta Pereira decidió seguir el consejo de un médico y dejó ese trabajo para volver a probar suerte: «esta vez, fue más fácil, empecé a formar parte de una comunidad de mujeres que se encontraban en la misma situación que yo y nos apoyábamos entre nosotras». Fue justamente a través de esas mujeres que Pereira encontró una nueva oportunidad: «finalmente, me pusieron en contacto con una familia que quería contratarme y legalizar mis papeles en España». 

Ese mismo año, Pereira regresó a su país dispuesta a obtener el permiso de residencia en la embajada española de El Salvador. Tras más de un año separados, finalmente se reunía de nuevo con sus hijos: «fue duro porque los primeros días mi hija no me reconocía, había olvidado el rostro de su madre». Tras ocho meses, Marta volvió a subirse a un avión con un contrato de trabajo y la convicción de que el próximo viaje lo haría acompañada de sus hijos. Y así lo hizo. Tres años más tarde, pudo tramitar la reagrupación familiar, un derecho que tienen las personas que han renovado su autorización de residencia inicial. «Con la pequeña lo tuve más fácil, pero el mayor, que ya tenía su vida montada en El Salvador, nunca se adaptó al cambio y, finalmente, regresó a nuestro país», relata la salvadoreña.

Recoger los frutos

Marta Pereira lleva trabajando en España más de 15 años: en el 2012 obtuvo la nacionalidad española y hace tres años fue madre por tercera vez. A lo largo de este tiempo, no sólo ha logrado abonar el importe que le pedía el banco para que no desahuciaran a su familia, sino que también ha podido asumir el valor total de la hipoteca de su vivienda, donde ahora vive su hijo, junto con su nuera y sus nietos. Además, la salvadoreña ha logrado que su hija acabara los estudios y en septiembre del 2020 entró en la universidad Pompeu Fabra para estudiar la carrera de Traducción e Interpretación. «Mi hija es la primera persona en mi familia que estudia en la universidad», explica enorgullecida.

«Mi hija es la primera persona en mi familia que estudia en la universidad»

— Marta Pereira

Pereira confiesa que de pequeña tenía una pasión por los libros: «mi sueño era seguir estudiando y llegar a ser abogada». Sin embargo, sus padres no pudieron permitirse la educación de cuatro hijos y a los 12 años Marta tuvo que dejar el colegio para empezar a trabajar. «Yo nunca llegué a imaginar que mi hija pudiera estudiar en la universidad, porque para mí eso siempre había sido algo inalcanzable», admite la mujer. «Sin embargo, tampoco quería cortarle las alas y decidí que haría todo lo que hiciera falta para que, a diferencia de mí, ella sí pudiera cumplir su sueño», añade.

Marta Pereira marchó desesperada de su país para evitar que desahuciaran a su familia y tuvo que renunciar a su felicidad para que sus hijos tuvieran la suya. 

Son las cinco de la tarde y suena su teléfono. Es su hija, ya ha terminado las clases y recogido a su hermano pequeño. Marta cuelga y sonríe. Sabe que lo ha hecho bien.