El resurgir de Ruanda en clave femenina

Después del genocidio de 1994, el Ejecutivo ruandés impulsó una serie de medidas para que las mujeres liderasen la reparación del país africano

Valentine, una de las supervivientes del genocidio del 1994

Valentine, una de las supervivientes del genocidio del 1994 / periodico

Judit Figueras

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De la mano del único hijo que le dejaron aquellos rostros sombríos armados con machetes, Valentine caminó durante días, sin rumbo y sin alma, por las calles ensangrentadas que había dejado aquella tormenta de muerte. Tres fueron las veces que suplicó a los asesinos de su familia que acabaran con su vida. Que la mataran a ella también. 

Eran tiempos oscuros en Ruanda, un pequeño país situado en la región de los Grandes Lagos de África. El 6 de abril de 1994, el presidente del país Juvénal Habyarimana fue asesinado en un ataque contra el avión en el que viajaba. Ese acontecimiento detonó una serie de matanzas “planificadas, sistemáticas y metódicas”, según denunció la Organización de las Naciones Unidas (ONU), por parte de facciones radicales formadas por miembros de la etnia hutu - 85 % - en contra de la población tutsi - 15 %-. 

“Nos dijeron que esperábamos en una de las casas del vecindario, que vendrían a por nosotros”, explica la mujer. Valentine y su hijo perdieron la noción del tiempo en aquel lugar repleto de cuerpos que yacían unos encima de otros. En aquel lugar donde la humanidad había dejado de existir. De pie, sin comer ni beber, deseando diluirse entre esa multitud putrefacta, aquella chica de 28 años que sostenía a su hijo sin esperanza alguna, logró sobrevivir

El Frente Patriótico Ruandés (FPR), la milicia tutsi liderada por Paul Kagame, que a día de hoy gobierna el país, capturó a los asesinos de la familia de la mujer en las afueras de Rwamagana, una ciudad en el este del país. Así fue como Valentine y su hijo sobrevivieron. Aquel verano del 1994, Valentine vio la muerte de cerca, casi rozándola. Aquel verano del 1994, Valentine murió y volvió a nacer. 

Al frente del cambio

Fue una de las supervivientes del genocidio ruandés. Más de 800.000 personas murieron en uno de los episodios más trágicos que ha vivido la humanidad. Unas 250.000 mujeres fueron violadas y 20.000 niños nacieron fruto de esa violencia.                               

Para Valentine aquella pesadilla no había hecho más que empezar. “La vida no fue fácil tras el genocidio, no teníamos nada. Dormíamos sobre la hierba, y cuando llovía, las gotas de agua caían sobre nosotros”, comenta. Años más tarde, Msaada, una de las organizaciones que aún hoy presta ayuda a las víctimas del genocidio, le proporcionó una vaca. El animal le permitió a Valentine vender leche en su comunidad, fertilizar el campo y vender sus cultivos. Con esos ingresos pudo construir la casa en la que a día de hoy vive. “La Valentine de antes solía ser una simple viuda sin recursos, pero la Valentine de hoy es una mujer independiente y autosuficiente”. 

“Esas mujeres que sobrevivieron han hecho sacrificios enormes para traer de vuelta la normalidad a la población ruandesa”, asegura el director de Msaada, Jean Damascene Ntambara. “Se quedaron solas y emprendieron una lucha diaria para criar y educar a sus hijos y, de esta manera, reconstruir una nueva nación”. 

La mayor parte de las víctimas mortales, los fugitivos y los prisioneros fueron hombres. Es por eso que, justo después de la tragedia, el porcentaje de mujeres respecto al total de población se disparó. De alguna manera, la responsabilidad de tirar adelante el país había recaído sobre ellas. Tanto fue así que aún a día de hoy el 84 % de las mujeres ruandesas trabajan, mientras que en países como España esa cifra apenas alcanza el 51 %. 

Paul Kagame logró la presidencia en marzo del 2000. Desde entonces, su ejecutivo ha llevado a cabo una serie de propuestas legislativas que ha convertido a Ruanda en uno de los países líderes en la lucha contra la brecha de género. En el 2003, el gobierno ruandés aprobó una nueva constitución, la primera después del desastre del 1994. Ya en el preámbulo del texto se ratificaba el “compromiso con la formación de un Estado basado en el principio de igualdad entre hombres y mujeres” y en el artículo 10 se establecía la “asignación de al menos el 30 % de todos los cargos en los órganos de decisión a mujeres”. En la actualidad, Ruanda está en la cabeza de las naciones con más representación femenina en el parlamento, con el 61 % de sus sillas ocupadas por mujeres

Según el informe que realiza el Foro Económico Mundial sobre la brecha de género en el mundo, Ruanda ocupó en el 2017 la cuarta posición en el ránking de países con menor diferencia entre hombres y mujeres, solo superado por Islandia, Noruega y Finlandia. El estudio tiene en cuenta factores como la participación económica, los resultados educativos, el empoderamiento político y aspectos relacionados con la salud. 

Líderes en la comunidad

Las mujeres que vivían en las zonas rurales lo tuvieron más difícil. “Éramos pobres, viudas y tutsis y por ello fuimos discriminadas y excluidas”, señala Eugenie, otra superviviente del genocidio. “Después de la guerra me sentí muy sola, no quería atender a los encuentros del vecindario por miedo a encontrarme a los familiares de aquellos que mataron a mis hijos y a mi marido”, añade la mujer. 

“Antes las mujeres no tenían voz en la comunidad, estaban en casa realizando tareas domésticas”. Ahora Eugenie es una de las líderes de su comunidad. Concretamente, trabaja en un comité encargado de erradicar la violencia de género en los hogares de la zona. Una vez por semana se reúne con las mujeres del barrio con el fin de hablar y analizar sus problemas. “Me siento muy feliz cuando ayudo a solventar algún conflicto y los niños de estas mujeres, que por esa situación habían dejado de asistir a la escuela, vuelven a clase. Si mis hijos aún vivieran me gustaría que alguien hiciera lo mismo por mí”. 

Eugenie apoya a mujeres que sufren violencia de género en su comunidad. Su papel es aconsejarlas, informarlas sobre sus derechos y acompañarlas en el proceso de denuncia. En el 2008, el parlamento ruandés aprobó una ley de violencia de género. Una ley que contó con el apoyo de la ONU y que impulsa campañas de educación y concienciación y establece condenas para los culpables. 

Independientes económicamente

Después de dedicarle un par de minutos, una mirada cómplice y un beso efímero al retrato de su marido, Beatrice reposa en el sofá de su casa. La combinación cromática del pañuelo que viste en el cabello despierta en su rostro un semblante alegre y, a la vez, poderoso. Beatrice perdió a su esposo durante el genocidio. Se quedó sola con sus tres hijos, uno de ocho años, el otro de dos años y el más pequeño de dos meses. “Al principio no fue fácil, vivíamos en la calle. No teníamos ropa para vestirnos, ni comida para alimentarnos”, lamenta la mujer. 

Al igual que Valentine y Eugenie, Beatrice recibió una vaca que le ayudó a sacar adelante a su familia. Ahora posee tres de estos animales y vive en una de las casas más acomodadas del vecindario. Sus hijos finalizaron la escuela superior y se graduaron en diferentes universidades. “El mayor es doctor, director en un hospital, el mediano es contable y trabaja para la administración pública y el menor es ingeniero”, explica la mujer con gesto enorgullecido. “Mis hijos me piden muchas veces que me mude a la ciudad con ellos, pero a mí me gusta estar aquí, me gusta ser independiente”.

Después del genocidio, el gobierno puso al alcance de las mujeres pequeños préstamos económicos para que pudieran impulsar sus negocios. De esta manera, Beatrice pudo empezar a vender los alimentos que cultivaba en su huerto. Ahora la mujer gana, solo en tomates, unos 500 euros mensuales

A día de hoy y gracias a la ley de herencias, una normativa aprobada en el 1999 que aseguraba la igualdad entre géneros en el momento de obtener una herencia, el 25 % de las tierras pertenece solo a mujeres, mientras que los hombres poseen el 14 %. El 60 % restante corresponde a matrimonios. Además, en el 2009 el gobierno impulsó una reforma laboral que implantaba protecciones para las mujeres como la equidad en el salario y la prohibición de todas las formas de discriminación en su contra. Tal y como aseguró la vicepresidenta del senado de Ruanda y antigua ministra de Género y Promoción de la Familia, Espérance Nyirasafari, durante una sesión de la Comisión de las Naciones Unidas para el Estatus de la Mujer, “las mujeres en situación de pobreza extrema han pasado de representar el 40 % en el 2001 al 16,3 % en el 2014”. 

Hace ya más de 25 años que su marido fue asesinado, pero Beatrice sigue compartiendo sus últimos pensamientos del día con él, los más íntimos y tiernos. “Era un hombre muy cariñoso. Me amaba y yo le amaba a él”. Durante su vida, el esposo de Beatrice, fue discriminado por el hecho de pertenecer a la etnia tutsi. Lo expulsaron de la escuela y no pudo nunca finalizar sus estudios. “El sueño de mi marido era que sus hijos, a diferencia de él, tuvieran la oportunidad de estudiar. Es por eso que me esforcé tanto. Ahora mi alma puede descansar en paz”.