Las tecnologías digitales se alían con la seguridad vial

Con vistas a la llegada futura del coche autónomo pleno, los nuevos avances tecnológicos aplicados al automóvil y las infraestructuras pueden ayudar a reducir el número de accidentes de tráfico

Seguridad Vial

Seguridad Vial / periodico

Eduard Palomares

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Los accidentes mortales de tráfico se han reducido de forma notable en las últimas décadas, pasando de los 9.300 fallecidos de 1989 a los 1.680 del año pasado, según los datos de la Dirección General de Tráfico. Sin embargo, todavía se está lejos de la cifra ideal –que sería cero– por lo que España se ha sumado al Objetivo de la Unión Europea de reducir un 50% los siniestros al volante para el año 2030. Para ello, las tecnologías digitales son unas aliadas muy valiosas, ya que la inmensa mayoría de accidentes son debidos a causas humanas, que van desde acciones de riesgo como el exceso de velocidad o combinar alcohol y conducción, hasta distracciones o simplemente fallos.

Por eso, se calcula que la llegada de la conducción autónoma plena puede evitar hasta el 90% de los accidentes mortales, si bien todavía falta avanzar a nivel tecnológico tanto en los automóviles como en las infraestructuras. Hasta llegar a ese momento en que vehículos y carreteras puedan establecer un diálogo sin intervención humana, los nuevos modelos de coches incorporan cada vez más sistemas de seguridad y asistencia al conductor pensados para reducir al máximo ese posible error humano. Algo fundamental para incrementar la seguridad vial, sobre todo si se tiene en cuenta que el tráfico mundial podría multiplicarse por cuatro hasta el 2050, pasando de los 1.000 millones de vehículos en las carreteras actuales a los 4.000 millones.

La conducción autónoma en cinco niveles

La conducción autónoma en cinco nivelesLa Sociedad de Ingenieros de Automoción (SAE) ha definido cinco grados de conducción autónoma. El primer nivel se distingue de la conducción tradicional en el que el coche ya empieza a efectuar algunos cambios por su propia cuenta, gracias en buena medida a los sistemas denominados ADAS (Advanced Driver Assistance System), que funcionan mediante unas cámaras situadas en la parte delantera del vehículo. En esta tecnología se basa la frenada automática de emergencia, que será obligatoria en todos los coches que salgan al mercado en el 2020. El EBA (del inglés, Emergency Break Assist) detecta una colisión frontal inminente con otro vehículo o con un ser humano, y ayuda al conductor a evitar o mitigar el impacto, asegurándose que la deceleración del vehículo sea máxima.

También forma parte de este mismo ámbito tecnológico el control de crucero, que ayuda a mantener la distancia de seguridad con otros vehículos; el aviso de cambio involuntario de carril; o el control automático de las luces. Otro sistema de seguridad que será obligatorio en la Unión Europea a partir del 2022 es el Asistente de Velocidad Inteligente (ISA), capaz de detectar mediante sensores o GPS la velocidad permitida en cada vía y adaptar la velocidad del vehículo en consecuencia. El Parlamento Europeo calcula que la aplicación de los distintos ADAS salvará 25.000 vidas en los próximos 15 años, generando un ahorro de 72.800 millones en atención sanitaria y reduciendo un 8% las emisiones de dióxido de carbono.

Parlamento Europeo: La aplicación de los nuevos sistemas de asistencia al conductor salvará 25.000 vidas en los próximos 15 años

El siguiente paso en el despliegue de la autonomía es que el coche ya sea capaz de substituir al conductor en algunas tareas, como en el caso del aparcamiento automático, cada vez más extendido. Sin embargo, el gran paso se producirá con la llegada del nivel 3 de automatización, mediante el cual los vehículos no solo serán capaces de substituir al conductor, sino que también podrán analizar el entorno y tomar decisiones en base a ello. De momento, solo unos pocos modelos –el Autopilot de Tesla o el Audi A8– están capacitados para ello, aunque todavía existe un vacío legislativo importante para que pueda circular con normalidad. 

Con el nivel 4, el conductor solo tendrá que indicar al coche el lugar al quiere desplazarse, sin tener que intervenir en ningún momento (a no ser que así lo prefiera). Mientras que en la fase final, la autonomía plena, el coche dejará de ser tal y como lo conocemos hasta ahora, sin ni siquiera volante o pedales, por lo que ya no existirá la necesidad de conductor. Simplemente los ocupantes le darán órdenes a través de comandos de voz o el teléfono móvil, y el vehículo se encargará del resto mediante una tecnología nutrida de láser, radar, GPS, sensores, cámaras computarizadas y demás elementos que le permitan establecer un diálogo constante con su entorno.

En este punto, se habrá reducido por completo el fallo humano (no será factible hasta el 2030, según las previsiones más optimistas), por lo que se podrá alcanzar esa reducción del 90% de los accidentes. Eso sí, del coche autónomo se derivan múltiples incógnitas a nivel ético que todavía están por resolver. Pero una cosa está clara: los avances tecnológicos en el ámbito digital están permitiendo que el sector automovilístico avance a pasos agigantados, aunque no hay que olvidar que en la ecuación falta otro elemento fundamental, es decir, las infraestructuras. Y aquí los expertos alertan que no se está transitando a tanta velocidad.

Las carreteras del futuro

Las carreteras del futuro

Tal y como señala el informe ‘Road Tech: Afrontando los retos del crecimiento del tráfico’ elaborado por la Economist Intelligence Unit (EIU) por encargo de Abertis, la infraestructura de carreteras está siendo redefinida para afrontar el crecimiento del número de vehículos. Con tres objetivos: mejorar la seguridad vial, reducir las emisiones contaminantes y gestionar el tráfico. “En el pasado, la infraestructura de carreteras se limitaba a los componentes físicos como las barreras y las señales de tráfico, pero actualmente incluye componentes digitales como las tecnologías de redes inalámbricas y la inteligencia artificial para recibir al vehículo autónomo”, señala el estudio. 

Esto permitirá la gestión dinámica del tráfico mediante técnicas como los controles de acceso y el control dinámico de carriles, además de utilizar los datos obtenidos a través de los ‘smartphones’ de los conductores, los GPS y las imágenes por satélite para conseguir un uso más eficiente y seguro de las carreteras. A su vez, la superficie de las carreteras puede ser objeto de innovaciones considerables –pensadas sobre todo a nivel medioambiental–, como la instalación de paneles solares recubiertos por pequeñas partículas de vidrio que permitan recargar el vehículo eléctrico mientras se circula.

Pero tanto para preparar la llegada del coche autónomo, y la consecuente reducción de accidentes, las autoridades públicas deben desempeñar un papel clave a la hora de permitir una mayor adopción de estas tecnologías, según reza el informe. “Se necesita un liderazgo político que establezca un conjunto de reglas comunes para las infraestructuras inteligentes y que defina marcos y mejores prácticas para compartir y asegurar los datos que producen”, apunta el estudio, que añade las necesidades de financiación y experimentación con pruebas piloto.

Por todo ello, ‘Road Tech: Afrontando los retos del crecimiento del tráfico’ concluye que la próxima década será clave para determinar el futuro de las carreteras de todo el mundo, y observar si serán capaces de preparar el desembarco del coche autónomo o en cambio supondrán un obstáculo. Un vehículo automatizado que, no hay que olvidar, debe ser el elemento definitivo para acabar con algo que ha acompañado a la humanidad desde que los primeros automóviles a motor pisaron la calle: los accidentes de tráfico.