GENERACIÓN VALIOSA

Fernando Ónega reclama el fin de la soledad

Las personas mayores sufren continuamente un problema de la invisibilidad y de desprecio a su experiencia

Fernando Ónega

Fernando Ónega / periodico

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Uno de los problemas que tiene la sociedad actual es el desprecio al mayor. Yo estoy en condiciones de escribir cada día un artículo sobre política nacional, pero por mi edad no se me permite presidir una mesa electoral. Es completamente absurdo, y ese es el problema de la invisibilidad, el desprecio a la experiencia y a las personas.

Por Fernando Ónega

Me he planteado alguna vez la soledad, pero no he llegado a la palabra temor. Entiendo, dentro de mi ingenuidad, que por mi afición a la lectura y mis ganas de escribir, probablemente la sentiría menos. Pero eso es muy fácil de decir cuando tienes una mujer que está a tu lado, cuando tienes aún un hijo pequeño… Creo que encontrarme solo con perspectiva de soledad larga sería difícilmente soportable.

La soledad es encontrarte encerrado en ti mismo, sin posibilidad de abrir una ventana a otras personas y con una sensación de que nadie te hace caso. Eso te lleva a interiorizar, a amargarte y a sentirte invisible. Por eso, la soledad seguramente es una de las peores circunstancias a las que podemos enfrentarnos. En el caso de las personas mayores, además, puede rozar el drama. Pensemos que en nuestro país hay alrededor de nueve millones de personas mayores de 65 años, de las cuales un millón y medio, es decir, más del 20 %, viven en soledad. Eso supone tristeza, supone ansiedad, supone verse aislado del resto del mundo salvo que tengas un espíritu de superación y sepas acomodarte a las circunstancias, cosa que no se da en la mayoría de los casos.

Invisibilidad

Vivimos en una sociedad que hace invisible al anciano. En el Congreso de los Diputados, por ejemplo, el número de personas con más de 65 años en la actual legislatura es de 23; en la anterior era de 13. El Congreso de los Diputados, por tanto, no es representativo del índice poblacional español y, desde luego, no es representativo de las personas mayores. En un horizonte de pocos años se va a jubilar el 30 % de los catedráticos de universidad, el 20 % de los médicos… Esto significa que vamos a desperdiciar una enorme cantidad de talento y de experiencia. A veces te llega la agradable noticia de que Robert Redford, a los 83 años, estrena una película, y eso en España no sé si sería posible.

Además, hay por ahí una iniciativa legislativa para volver a hacer obligatoria la jubilación, es decir, para mandar a hacer puñetas a los mayores que hayan cumplido determinada edad. Me parece una injusticia y un desprecio del talento que tienen acumulado las personas. No todos llegan en las mismas condiciones, pero hay gente que después de los 65 y de los 70, y algunos incluso después de los 80, están en perfectas condiciones de ser útiles a cualquier empresa, a cualquier institución o simplemente como creadores.

Yo tengo cuatro nietos y mi relación con ellos es, llamémosla, ‘urbana’. Vivimos a unos 40 kilómetros unos de otros, con lo que no hay una relación diaria. Me gustaría que nuestra relación fuese mejor, en el sentido de ser más intensa, más habitual… Me aguantan bastante bien, no me han dicho aún eso de “las batallitas del abuelo”; al contrario, me piden que les cuente cosas. Por mi parte, de personas mayores guardo tantas enseñanzas que me sería difícil escoger una concreta. Tal vez la frase que tanto le oía decir a mi madre: “Deus é bo eo demo non é malo”, que significa “Dios es bueno y el diablo no es malo”, lo que supone una posición de neutralidad ante los acontecimientos. Y eso es algo que, como periodista, siempre he procurado tener presente.

Menos brecha

Hoy día, por suerte, la brecha generacional que hace solo unos años marcaba el uso de las nuevas tecnologías entiendo que se está reduciendo. Cada vez hay más personas mayores que usan el teléfono móvil, que navegan por internet y que incluso compran por internet. En ese sentido, me parecen francamente admirables las iniciativas del programa de Personas Mayores de La Caixa. Darle a la persona mayor una ocupación, de ocio o no de ocio, que ayude a que se sienta útil en determinadas acciones sociales, como trabajos con niños o presos; ofrecerle oportunidades de practicar deportes, incitarlos a la lectura… Todas esas labores que La Caixa está promoviendo me parecen dignas de aplauso y de agradecimiento por parte de la sociedad española.

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