"El taxi me da mucha libertad"
Silvia es taxista y transporta pasajeros por Madrid. Pero también conocimiento. Cuando le llega una historia, la guarda y la saca en el momento preciso, con la persona indicada. Puede ser la última noticia de su emisora de confianza. Puede ser su opinión sobre la nueva Gran Vía de Madrid. Puede ser el relato de la leyenda del oso y el madroño a unos turistas que acaban de llegar a la ciudad. E incluso puede ser una reflexión que haya cambiado sus propias perspectivas.
“Los taxistas somos vitales por el servicio de transporte que ofrecemos. Pero también por la cantidad de información que tenemos para el ciudadano y el turista”, cuenta Silvia, que es taxista desde hace 9 años, cuando perdió su empleo de esteticista y decidió dar un giro a su vida laboral. No mucho antes, su marido había entrado en el gremio. Siguiendo su ejemplo y tras ver que sus condiciones económicas podían mejorar, se sacó el carnet y empezaron a compartir licencia. Él hace el turno de noche, ella el de día. Silvia pensaba trabajar dos o tres años, hasta que pasara la crisis, pero la libertad que le ha dado el taxi, ha terminado por retenerla al volante: “No tener que levantarme estresada por las mañanas, o tener la posibilidad de parar a comprar un regalo en cualquier momento, es calidad de vida”.
"Los taxistas tenemos gran cantidad de información para el ciudadano"
Recuerda como en su primer día una señora mayor le entregó el amuleto de una virgen para que la protegiese durante su carrera como taxista. Son detalles que llenan de ilusión, como la clienta de 80 años que cada domingo le llama para que la lleve a jugar al bingo con sus amigos. Silvia reconoce que, sin contacto humano, terminaría desesperada: “Los clientes te dan energía y confianza”.
Por eso, los buenos momentos en el taxi no siempre tienen que ver con lo económico. El día en que sus pasajeros se han limitado a mirar el móvil y sus conversaciones no han ido más allá de un hola y adiós, no tiene nada que ver con la jornada en la que ha disfrutado de conversación y humor. “Mi estado de ánimo depende de los demás. Lo noto sobre todo en Navidad, cuando la gente está más contenta y yo no paro de reír”, cuenta Silvia, feliz de haber mejorado su paciencia desde que es taxista. Se trata de un oficio que pone en contacto con todas las personas que forman parte de una sociedad: “No todos pensamos igual. Cada ser humano tiene un punto de vista y no hay opinión mejor ni peor. Este aprendizaje me ha resultado muy útil para mi vida”.
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