UNA HISTORIA DE <b>CIUTAT VELLA</b>... Casa Bruno Cuadros

El dragón de la Rambla

La Bruno Cuadros maravilla a los transeúntes por sus estilos japonista y neoegipcio La conocida como Casa de los Paraguas tiene 130 años y acoge en la actualidad un banco

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Anna Rocasalva

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Decía el periodista Lluís Permanyer que un desorientado Josep Carner, tras años de exilio, se percató de que estaba en su añorada Barcelona cuando volvió a ver la Casa Bruno Cuadros (La Rambla, 82). Y no es para menos. Ya en marzo de 1888, la revista L'Esquella de la Torratxa publicaba un boceto de un gran dragón chino empuñando un resplandeciente farolillo. Era un guiño a la tienda de paraguas, sombrillas, abanicos y bastones Bruno Cuadros, cuyo dragón de hierro forjado alumbraba el Pla de la Boqueria y, 130 años más tarde, sigue maravillando a los que pasean por allí.

Conocida popularmente como la Casa de los Paraguas, es una rara avis de la arquitectura ecléctica, "un último vestigio de japonismo y neoegipcio que queda en Barcelona", explica el autor del libro Barcelona Orientalista: 10 edificis exòtics amb historia, Oriol Pascual. Se construyó en 1858 aunque no sería hasta 30 años más tarde que el arquitecto que diseñó el Arc del Triomf, Josep Vilaseca, realizaría la remonta y la reforma del edificio que le confieren ese aspecto tan característico.

El piso superior es de inspiración egipcia "con pequeñas columnas macizas que recuerdan a la arquitectura faraónica", describe Pascual. Unas grandes panoplias con abanicos, sombrillas y paraguas de zinc decoran los intersticios del segundo y tercer piso. "Estas piezas, que encontramos abandonadas en la cubierta, son originales", comenta el arquitecto responsable de la rehabilitación, Jordi Romeu.

En el entresuelo destacan las estampas Ukiyo-e, unos esgrafiados de escenas cotidianas japonesas, "muchas de ellas realizadas por el propio Vilaseca", añade Romeu. "Pero la joya del edificio es el dragón de hierro de la esquina, con su farolillo de bambús entrelazados", afirma Pascual.

En 1854, Bruno Cuadros Vidal llegó a Barcelona dispuesto a montar una próspera empresa. Cuenta la leyenda que la tienda que adquirió pertenecía a un pescadero al que todos llamaban Pau, el ladrón, porque se decía que había financiado su negocio con dinero público. "Habladurías aparte, está claro que Cuadros encontró una ganga -explica Pascual- y la tienda le fue tan bien que compró las dos viviendas adyacentes para construir la Casa de los Paraguas".

La bomba que no estalló

El producto era bueno y toda la familia demostró tener buen ojo para los negocios. El yerno de Bruno Cuadros redujo el tamaño de los abanicos para que cupiesen en los bolsos y su nieto creó tendencias cambiándoles el estampado. Una anécdota: la casa podría haber desaparecido durante la guerra civil, cuando cayó una bomba en el edificio de enfrente que no explotó.

A finales de los 80 del siglo XX, el edificio fue reformado para albergar una entidad bancaria "recuperando casi toda la estética original", afirma Romeu. "La Casa Bruno Cuadros es una pieza de arqueología -concluye- vale la pena admirarla como si de un Picasso o un Miró se tratase".