UNA HISTORIA DE CIUTAT VELLA

La misteriosa calle de Estruc

La pequeña calle de Estruc se remonta al siglo XIV, cuando la habitaban sanadores que usaban la magia con fines curativos

La pequeña calle de Estruc, que discurre entre las céntricas Fontanella y Comtal.

La pequeña calle de Estruc, que discurre entre las céntricas Fontanella y Comtal.

Anna Rocasalva

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A tan solo tres minutos de la plaza de Catalunya se encuentra la calle de Estruc, un callejón sombrío, de apenas 200 metros de longitud, que une las calles de Fontanella y Comtal. Solo el ojo avispado podrá darse cuenta de la simbología arcana, los elementos fantásticos y la poderosa magia que, según cuentan, envuelve este lugar. Porque la calle de Estruc solo se revela ante quien está dispuesto a mirar más allá...

Su historia se remonta a la Barcelona medieval, ya que es un vestigio de aquellos suburbios extramuros, agrupados alrededor de los monasterios, y que entraron dentro de las nuevas murallas en el siglo XIV. "Su nombre se cita por primera vez en las cortes de Barcelona de 1358 -explica la historiadora Carolina Zarauza-, en referencia a los impuestos por casa habitada que había que pagar a la corona".

Allí habitaba Astruc Sacanera (de ahí el nombre de la calle), es decir, "el brujo Sacanera, que usaba la piedra escurçonera con finalidades curativas", aclara Ricard Bru, alquimista y, a la vez, autor de las intrigantes placas conmemorativas que decoran el callejón. La palabra estruc, del catalán astruc, significa suertudo, literalmente el que tiene "buen astro". También alude a una hierba medicinal y, por extensión, se aplicaba a los sanadores, y aquellos que practicaban la magia o brujos.

La piedra curativa

Se dice que la negruzca piedra escurçonera tenía la virtud de curar la rabia y las picaduras de víbora. "En el medievo, técnicas curativas a medio camino entre la botánica, la magia y la astrología se consideraban saberes y gozaban de cierto respeto", matiza Zarauza. Tampoco la idea de brujo tenía que ver con el concepto diabólico de épocas posteriores. "Era alguien experto en una serie de artes, como arreglar huesos, sacar muelas o quitar el mal de ojo", explica Bru.

"De hecho, lo más plausible es que hubiese más de un astruc de la misma familia o gremio en toda la calle, -opina el alquimista- y que el paciente fuera a visitar al que ostentara esa distinción dependiendo de la necesidad". Allí también vivió un tal Bernard Granollacs, que ideó un lunario que indicaba, por ejemplo, los tiempos óptimos para realizar purgas y sangrías.

Triple asesinato

La calle de Estruc no siempre fue recordada como la predecesora de la farmacopea, sino también como el escenario de horrendos crímenes en una época más cercana a la nuestra. Como el asesinato a hachazos de un matrimonio y su bebé en 1909.

Pero 80 años más tarde, Bru obtuvo los permisos para colocar distintas placas y así homenajear el origen de la vía. "Están escritas en una variante simbólica del hebreo y llevan distintos talismanes -revela el alquimista- y libran de la mala suerte a quien las lee hasta el final". Aunque, explica, se requiere del compromiso del lector. Un último misterio para terminar: alguien en trance ayudó a Bru configurar el diseño de las placas...