Ciencia

Descubren un nuevo crustáceo que vive exclusivamente en Asturias

El biólogo ovetense Jairo Robla halla en la costa de Villaviciosa una cochinilla desconocida hasta ahora: “Es una joya que hay que cuidar”

Cochinilla hallada en el pedrero de la costa de Villaviciosa.

Cochinilla hallada en el pedrero de la costa de Villaviciosa. / NACHO NOVAL

Mariola Riera

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“Una joya con la que solo cuentan los asturianos en todo el mundo”. Así define el biólogo ovetense Jairo Robla a la “Buchnerillo atlanticus”, una cochinilla que descubrió en 2020 en el pedrero de Conejera, en la costa de Villaviciosa, y cuya descripción acaba de ser publicada en el European Journal Taxonomy (algo así como la “biblia” de las publicaciones científicas en zoología, botánica y paleontología).

“Es una cochinilla diminuta que vive confinada a la zona inmediatamente colindante al mar, bajo piedras que atesoran una gran humedad al estar fuertemente ancladas en la arena. Se alimenta de algas y de otras partículas en descomposición, y es extraordinariamente sensible a la desecación. Sin embargo, aunque hemos intentado encontrar otras poblaciones en otras playas o costas de Asturias, hasta ahora ha sido imposible. De momento, los únicos ejemplares que se conocen en todo el mundo viven en el pedrero de Conejera”, explica el biólogo, que actualmente prepara su tesis doctoral en la Estación Biológica de Doñana (Sevilla), si bien mantiene su actividad como miembro activo de un equipo de especialistas en Asturias que se dedican a estudiar la fauna y flora regionales.

Asegura Robla que el hallazgo de esta diminuta especie fue una auténtica “serendipia”. Se produjo hace justo dos años, cuando una mañana se acercó a Conejera, un pedrero de difícil acceso, a través de una empinada pared vertical con cuerdas. “Estábamos estudiando qué organismos terrestres ligados a ambientes marinos podíamos encontrar en la línea de costa. Es un ecosistema muy complicado, porque encontrar artrópodos es como buscar una aguja en un pajar. Pero ese día la suerte nos sonrió”.

Allí, bajo unas piedras, estaba ese bichito diminuto, adherido a la parte inferior de una de ellas. “A todo lujo de detalles era una cochinilla de la humedad, también llamado bicho bola, de la que no se tenía constancia en las costas asturianas, pero tampoco en el resto del Cantábrico”, describe el biólogo, que se fue de Conejera con muchas dudas de qué era en realidad aquel pequeño crustáceo. “Colaboro con un científico experto en el tema, Lluc Garcia, que vive en la isla de Mallorca. Estuvimos más de un año debatiendo sobre su posible identidad. Sólo tres especies se le parecían remotamente, pero las tres ocupan costas marítimas distintas en el Mediterráneo, Pacífico e Índico”.

Así las cosas y tras muchos estudios la conclusión, ya con el aval científico, es que la cochinilla de Conejera es una nueva especie para la ciencia que Robla y Garcia acaban de describir. “Probablemente había pasado completamente desapercibida por su pequeño tamaño”, explica el ovetense. “No descartamos que en el futuro puedan acabar apareciendo poblaciones a lo largo de toda la región europea bañada por el océano Atlántico. Sin embargo, de momento, es una joya con la que sólo contamos los asturianos. Es bonito pensar que tenemos en Asturias algo único en el mundo. Como todas las joyas, sean sólo nuestras o no, debemos cuidarlas, porque la emergencia climática que se cierne sobre nosotros podría ocasionar devastaciones en el mundo de los artrópodos”, advierte.

Jairo Robla, que estudió en biología en la Universidad de Oviedo y desarrolla en Doñana su tesis doctoral en restauración forestal ligada al tristemente famoso desastre ecológico de Aznalcóllar, destaca el trabajo que realiza el equipo asturiano de biólogos y naturalistas al que pertenece. “Colaboramos para estudiar la fauna y la flora de la región, para ponerla en valor y poner en énfasis lo especial que es. Ya hemos publicado varias cosas, y seguimos trabajando activamente para estudiar cochinillas, ciempiés, insectos, musgos, plantas, moluscos y todo lo que se nos ponga por delante, gracias a la colaboración y apoyo que nos proporciona el Principado”, explica.

Sorpresa

Del hallazgo junto a Lluc Garcia insiste en la gran suerte y sorpresa que fue. “Aunque yo iba con la finalidad de buscar artrópodos terrestres halófilos ligados a estos ecosistemas, no me esperaba para nada encontrarla ahí. Habíamos visitado ya muchísimas playas y habíamos encontrado infinidad de organismos, pero nunca este. Y eso que estuve durante dos años acudiendo cuando podía a estudiarla. Ver cómo se movía, cómo se alimentaba, cómo se comportaba, cómo le influían las mareas y mucho más. Durante todo este tiempo me percaté de lo localizada que estaba y de lo frágil que podría ser su ecosistema ante las perturbaciones humanas que, afortunadamente, en esta zona son poco frecuentes”, concluye.

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