ECOLOGÍA URBANA

La Barcelona de las gaviotas

Gaviotas barcelona

Gaviotas barcelona

Michele Catanzaro

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Amanece en Barcelona y la gaviota PZXY se despierta en un sitio extraño. No está en un acantilado, en medio de centenares de otras gaviotas, el tipo de lugar donde han vivido sus antepasados durante milenios. PZXY vive aislada, en una azotea poco frecuentada de Ciutat Vella.

Para desayunar, la gaviota no se dirige hacia el mar, sino hacia el vertedero de Els Hotalets de Pierola o de Lloret de Mar. A lo largo del día, su ruta seguirá por Mercabarna, los restaurantes del Maremagnum y el patio de algún colegio, justo después de la merienda. Para limpiarse las plumas, se zambullirá en balsas al lado de la torre Mapfre. Después de una excursión a lo largo del Llobregat, la jornada se cerrará de noche, persiguiendo las luces de los pesqueros de anchoas y sardinas, en busca de descartes.

Esta es, más o menos, la jornada típica de una gaviota patiamarilla (Larus michahellis, la especie más común) en Barcelona. Así lo revela el proyecto de investigación 'BCNGulls', que desde el año pasado lleva capturando gaviotas, colocándoles una especie de mochila cargada con un GPS y espiando sus movimientos a partir de ese momento. Ya llevan 60 monitorizadas y planean seguir con 50 más en el 2019 y otras 50 en el 2020.

El estudio retrata a un animal marino que se ha vuelto terrestre. "Las gaviotas, que eran aves alejadas de los humanos, se han adaptado al entorno urbano", observa uno de los investigadores implicados, Raül Aymí, del Institut Català d’Ornitologia (ICO). "Son grandes, y en las ciudades tienen pocos competidores", explica otro investigador del estudio, Joan Navarro, del Institut de Ciències del Mar (ICM).  "Han pasado de ser una especie colonial a vivir aislados en la ciudad", añade.

Pepinos del McDonald's

Desde que se encontró un nido de gaviota en el Zoo en 1975, el número de parejas residentes en Barcelona se ha disparado hasta las 400 actuales. Los investigadores del proyecto han detectado en su comida trozos de hamburguesa, microplásticos e incluso el típico pepino del McDonald’s.

La cercanía con los humanos ha abierto a las gaviotas las puertas de un club compuesto por palomas, ratas cotorras y mosquitos: los animales que la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB) monitoriza para que no transmitan enfermedades a las personas.

No hay que alarmarse: no hay prueba de que las gaviotas hayan causado enfermedades. Sin embargo, la ASPB quiere curarse en salud, y por eso ha buscado la alianza del ICM y del ICO para hacerse una idea de las zonas potencialmente problemáticas: Mercabarna, por ejemplo, donde coinciden gaviotas, humanos y comida. El proyecto está financiado por el Ministerio de Ciencia y por el Zoo, donde se llevan a cabo las capturas.

Los datos de los GPS se suman a los de los anillos numerados, aplicados a las patas de 450 gaviotas de Barcelona desde el 2009. Estos últimos son mucho menos precisos, porque se basan en apostarse y detectar a ojo el paso de un ejemplar.  

El Gran Hermano de las aves ha dado alguna sorpresa. Algunos individuos atrevidos hacen excursiones hasta Girona o Quart de Poblet (València). Pero la mayoría encuentra todo lo que necesita en la ciudad.

Los resultados preliminares no le sorprenden a Kathryn Lambert, ornitóloga de la Universidad de New England (Australia), no implicada en el trabajo. "Si un ave come variado y para hacer nidos no necesita nada más que altura, sobrevivirá en áreas urbanas. Ya le ha pasado con los cuervos y, aquí, al miná común y al ibis", observa.

Mapa de la presencia de gaviotas en Barcelona

Cómete eso, no a mí

Los investigadores de BCNGulls han aprovechado para su trabajo una embarazosa costumbre de los pollos: cuando ven un depredador (científicos incluidos), vomitan la comida para decirle "cómete eso, no a mí".

En el vómito, los expertos han encontrado pescado, pero también trozos de plástico, comida de restaurante, plumas de cotorras y patas de palomas. "Más del 90% de los alimentos son de origen humano", explica Navarro. "Los intentos de tapar los vertederos parecen haber fracasado", reflexiona. "Hay muchas especialización: algunos ejemplares saben cazar palomas y otros no", explica Aymí.

Otra tarea desagradable les ha tocado a los investigadores. A cada gaviota capturada le han sacado una muestra de heces, clavándole un palillo por lo que en esos animales se llama cloaca. En las muestras, han encontrado E.Coli en la mitad de la población, salmonela en el 10-20% y campylobacter en el 5-10%.

"Es habitual encontrar patógenos, en buena parte porque frecuentan lugares insalubres", observa Tomás Montalvo, el miembro del equipo de BCNGulls que pertenece a la ASPB. "Queremos estudiar si hay un impacto real sobre la salud de los ciudadanos de Barcelona: es parte de la vigilancia poblacional y sanitaria normal", explica. Cuando los resultados estén listos, la agencia valorará si es necesario o no emprender acciones en sitios como mercados o hospitales.

Intervenciones inteligentes

A mediados de los años 90 se puso en marcha una campaña de eliminación de miles de gaviotas en las islas Medes porque se consideraba que había demasiados. "El resultado es que Girona pasó de tener 25 parejas a varios centenares, probablemente fugadas de las Medes", relata <strong>Pep Arcos</strong>, de <strong>SEO Birdlife,</strong> no implicado en BCNGulls. <span style="font-size: 1.6rem;">"No es buena idea exterminar para parar el crecimiento. Si los recursos siguen disponibles, la población seguirá subiendo. Una política mucho más eficaz es impedir el acceso a los vertederos", afirma Arcos. "</span><span style="font-size: 1.6rem;">En la isla de Benidorm se detectó que las gaviotas mataban a paíños europeos. El problema se solucionó eliminando solo las pocas parejas que tenían ese comportamiento", explica Arcos.</span>