ANIMALES URBANOS

Las especies de ratas que hay en Barcelona

Una rata parda

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Valentina Raffio

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La presencia de roedores en las grandes metrópolis es tan antigua como las ciudades mismas. En Barcelona existen diferentes especies de ratas merodeando por la ciudad. Entre las más destacadas podemos encontrar la rata negra (Rattus rattus) y la rata parda (Rattus norvegicus). En ambos casos se trata de especies muy comunes y extendidas prácticamente en todo el mundo, a excepción de las zonas heladas de los polos.

También conocidas como ratas urbanas o cosmopolitas, estas especies encuentran su hábitat en el corazón de las ciudades. Pero mientras que las ratas negras suelen proliferar en las alturas (como es el caso de desvanes, solanas y altillos de casas y edificios), la rata parda acostumbran a permanecer a la altura del suelo y cerca de alguna fuente de agua (como podrían ser alcantarillas, sótanos, cloacas, desagües o humedales).

Una de las principales claves para diferenciar estas especies es su tamaño. Mientras que las ratas negras suelen ser más pequeñas (de siete a 11 centímetros), las pardas pueden llegar a alcanzar un tamaño considerable (de 17 a 27 centímetros sin contar la cola). También pueden diferenciarse por rasgos como su hocico o sus orejas (siendo la rata negra la especie que destaque por su morro más puntiagudo y sus pabellones auriculares de mayor tamaño).

En ambos casos se trata de especies sociales, que viven en camadas y se alimentan de lo que encuentran. Una característica que las lleva a consumir desde restos de alimentos que encuentran en la basura a materiales como papel, madera y restos de materia vegetal.

El potencial peligro

Históricamente la presencia de ratas en las ciudades se ha relacionado con las grandes plagas. Esto se debe a que los roedores cosmopolitas pueden actuar de transmisores de enfermedades infecciosas como es el caso de la leptospirosis (derivada de la transmisión de la bacteria Leptospira interrogans) o la salmonelosis (producida por la transmisión de enterobacterias del género Salmonella).

En ambos casos cabe destacar que el peligro no está en los animales en sí sino en la contaminación que deriva de su actividad. En este sentido, la mayoría de infecciones humanas ocasionadas por las ratas se deben al contacto directo o indirecto de las personas con orina, excrementos, tejido animal o agua contaminada por la actividad de los roedores urbanos.

Actualmente, el control de la población de ratas (también conocido como control de plagas) se centra en evitar que estos animales interfieran con la actividad humana. Es decir, a evitar los escenarios de contaminación que podrían favorecer la transmisión de enfermedades.