PSICOLOGÍA DE GRUPOS

Por qué amar a tu equipo y odiar al otro te ha ayudado a adaptarte

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zentauroepp39440600 futbol180814142734 / Jordi Cotrina

Valentina Raffio

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¿Del Barça se nace o se hace? Hasta ahora, eran muchos los que opinaban que detrás de un niño o niña que soñaba con ser Messi había un comportamiento aprendido. Es decir, una preferencia que habían observado en su entorno y posteriormente replicado a modo de imitación. Sin embargo ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Trends in Cognitive Sciences plantea que los favoritismo hacia un grupo podrían entenderse como un "instintito" desencadenado por la voluntad de pertenecer a un grupo social.

Según apunta este nuevo estudio, que un niño o niña pequeña decida desde tan temprana edad si es del Barça o del Madrid podría entenderse como un mecanismo evolutivo. Es decir, como una voluntad de integrarse en un grupo cultural definido. Aunque a priori podría parecer que este mecanismo está basado en la discriminación (al otro) y en los estereotipos (tanto del propio equipo como del rival),  desde un punto de vista social todo ello podría tener su función: impulsar la vida grupal y el aprendizaje social.

"Nuestras fuertes adaptaciones sociales han hecho que los seres humanos tengan tanto éxito como especie durante miles de años. Los grupos nos dan otras personas para cooperar, confiar y aprender. Este sesgo grupal nos ha convertido en una sociedad profundamente cultural, que aprende de manera rápida y flexible", explica Yarrow Dunham, profesor de psicología en la Universidad de Yale y autor del recién publicado artículo.

El amor hacia tu equipo

Según apunta este estudio, el amor por tu equipo podría ser algo que no llevaras en tu sangre. Es más, en este sentido, podría decirse que tu pasión por este deporte sería algo que desarrollaste desde la más tierna edad para integrarte en un determinado grupo social: el de aficionados del Barça, Madrid o cualquier otro equipo al que pertenezca tu corazón. Desde este punto de vista, de acuerdo a lo que apunta el investigador de Yale, poco tendría que ver lo que viste o aprendiste en tu entorno: tu equipo favorito siempre serás al que te quieras integrar.

"Algunos investigadores han descubierto que puedes asignar aleatoriamente a alguien a un grupo, e incluso si teóricamente no tienen ningún interés personal en él, esta persona acabará teniendo un favoritismo persistente hacia este grupo", añade Dunham. Según explica el investigador, tradicionalmente este fenómeno se ha intentado explicar a través de las complejas dinámicas internas de los grupos sociales. Algo que, en opinión del psicólogo, podría entenderse de manera mucho más sencilla mediante el concepto de la “membresía”. Es decir, la necesidad humana de pertenecer a un grupo en el que se marquen las distancias entre el “nosotros” y el “ellos”.

El odio hacia el rival

Si el amor sirve para integrarte, ¿entonces de qué sirve odiar a los otros equipos? Según apunta la reciente investigación, estos perjuicios también podrían entenderse como una forma de consolidar el grupo. Marcando la distancia entre el nosotros (tu equipo) y el ellos  (cualquier rival que se le interponga) se acaba consolidando el vínculo social entre aficionados. Un mecanismo que, una vez más, podría haber ayudado a los humanos a desarrollarse como especie. En esta misma línea, Dunham apunta: "Desde una perspectiva evolutiva, no estoy seguro de que el sesgo grupal sea algo que realmente queramos superar, ya que constituye una gran parte de cómo aprendemos como una especie social y cultural".

Desde el punto de vista de Dunham, autor del recién publicado estudio, el fenómeno del “nosotros” y “ellos” podría utilizarse para explicar la mayoría de las interacciones humanas que podemos observar en nuestra sociedad. Desde los conflictos de jerarquía y las tensiones entre diferentes religiones hasta las discusiones sobre las apuestas deportivas. Todos ellos procesos en los que los grupos sociales se definen en relación a quién somos nosotros y por qué somos mejores que los adversarios.