ESTUDIO INTERNACIONAL

Animales que se hacen noctámbulos para escapar de la amenaza humana

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nit3 / Laurent Geslin

Valentina Raffio

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En un mundo cada vez más poblado, en que animales y humanos coexisten en un mismo espacio, las especies salvajes se llevan la peor parte. Un reciente estudio publicado en la revista ScienceScience destaca que son cada vez más los animales que están adoptando rutinas nocturnas para sobrevivir. Este cambio de hábitos se debería a la amenaza de la actividad humana en el territorio, lo que habría llevado a muchas especies a refugiarse en la noche.

La investigación, liderada por la Universidad de California-Berkeley, recopila los datos recogidos por 76 estudios en los que se analizaron los hábitos de 62 especies de mamíferos de todo el mundo. Los resultados apuntan a que todas estas especies, sin importar el tamaño o el lugar en la cadena de alimentaria, habrían adoptado la nocturnidad como un mecanismo universal de supervivencia. El estudio destaca que la nocturnidad de los mamíferos ha aumentado de media un 20% en zonas de alta perturbación humana. En la práctica, esto se traduce en que animales que típicamente desarrollaban su actividad uniformemente entre el día y la noche, ahora han aumentado su rutina nocturna hasta un 68%.

"Hasta ahora, tan sólo disponíamos de estudios aislados que hablaban de cómo este fenómeno afectaba a diferentes especies. Esta investigación apunta de manera contundente a que los animales están adoptando rutinas nocturnas para sobrevivir a la presencia humana”, explica Ana Benítez López, investigadora del departamento de ciencias ambientales de la Radboud University (Países Bajos).  "Para estas especies salvajes, cada vez quedan menos zonas remotas donde refugiarse. Esto les está llevando a alterar sus patrones de actividad para sobrevivir. A la larga, este proceso podría llevar a la desaparición de algunas especies que no consigan adaptarse a los hábitos nocturnos", concluye la investigadora. 

Refugios temporales

En un contexto en que el 75% de la superficie terrestre del planeta ha sido modificada por la actividad humana, los animales salvajes han ido quedando acorralados. En las próximas décadas, lejos de detenerse, se prevé que la huella humana seguirá expandiéndose, aumentando la pérdida de biodiversidad y acortando, aún más si cabe, el hábitat de las especies silvestres. Para asegurar su supervivencia, los animales salvajes se han visto obligados a construir sus propios refugios. En un primer momento, espaciales, tomando distancia física de la actividad humana. Pero más adelante, al ver que el espacio no era suficiente para huir del riesgo humano, tomando una distancia temporal y refugiándose en la noche. 

Este mecanismo de adaptación se traduce en que son cada vez más las especies que adoptan una rutina nocturna para sobrevivir a la presencia humana. Si bien es cierto que en la naturaleza estas separaciones espacio-temporales existen para garantizar la coexistencia de las especies en un mismo hábitat, en el caso de la competencia entre humanos y animales las consecuencias son llevadas al extremo. La huella humana en el territorio se traduce directamente en un factor de riesgo para los animales. 

La influencia del miedo

La principal hipótesis que barajan los investigadores para explicar este cambio de conducta es el miedo. Un miedo que llevaría a los animales a percibir la intrusión humana como un riesgo para su propia supervivencia. Dejando de lado actividades letales como la caza o la persecución, la investigación apunta a que incluso las intrusiones menores son advertidas como un peligro por parte de los animales. Senderismo, construcción de infraestructuras e incluso indicios de contaminación lumínica son vistas por estos animales como un riesgo. En este sentido, el estudio destaca que los animales perciben a los humanos como amenazas, incluso cuando no representan ningún riesgo directo.

Para intentar dar explicación a este fenómeno, desde hace unos años los investigadores han acuñado el término de súper depredador para hacer referencia a la percepción del rol de los humanos por parte de los animales. Este miedo a la omnipresencia humana en el territorio acaba afectando, de una manera u otra, a todos los animales. Tejones, castores, jabalíes, zarigüeyas, ciervos, coyotes, antílopes, elefantes e incluso tigres alteran sus hábitos para evitar la presencia humana. Para estas especies, adaptarse a la noche implica modificar sus rutinas de alimentación, caza, reproducción y descanso.

A largo plazo, este cambio podría suponer un riesgo para su propia supervivencia. Algo que, para los expertos, podría desencadenar una cascada trófica. Es decir, cambios en la jerarquía y cadena alimenticia de muchas especies. "Las especies que se adapten mejor a la noche podrían convertirse en las más dominantes, por lo que otras podrían acabar desapareciendo", explica Benítez-López. Es decir, una competición entre especies en la que los humanos imponen las normas.