Un fenómeno neurológico poco conocido

Vivir con sinestesia: cuando los sonidos tienen un sabor y los números un color

sinestesia elena sant andreu llavaneres

sinestesia elena sant andreu llavaneres / periodico

Valentina Raffio

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Para algunas personas, las notas musicales tienen un color que aparece ante sus ojos al oír una melodía. Este fenómeno es conocido como sinestesia, una alteración de la percepción sensorial que, en muchos casos, otorga una visión única del mundo. Entre los casos más destacados de personas con sinestesia encontramos músicos, artistas e intelectuales capaces de 'ver' más allá de los sentidos básicos.

Por extraño que parezca, este fenómeno es más común de lo que se cree pero no siempre comporta resultados tan espectaculares. Es el caso, por ejemplo, de Elena: una joven de 22 años que ha convivido toda su vida con una peculiar manera de percibir el mundo. Para ella, los tonos de voz tienen un gusto, los números poseen color y el tiempo es como una rueda que se despliega ante los ojos.

Según algunas estimaciones, entre el 1% y 4% de la población podría tener sinestesia, aunque en muchos casos no es fácil de identificar. En el caso de Elena, desde muy pequeñita empezó a notar que había algo diferente en su manera de percibir el mundo. Cuando le pedían pintar un dibujo a partir de un patrón de números y colores, ella acababa haciendo algo totalmente diferente al resto de sus compañeros. Mientras los demás seguían las indicaciones de los profesores, Elena pintaba según su propia concepción de colores y números. Para ella, el cero debía ser blanco, el uno azul, el dos amarillo, el tres naranja, el cuatro verde, el cinco rojo, el seis marrón anaranjado, el siete lila claro, el ocho lila intenso y el nueve negro. Al final, en sus dibujos si el Sol llevaba marcado un número cuatro, lo que para los demás significaba que debía ir pintado de amarillo, para Elena acababa siendo verde.

"En aquel entonces pensaba que tenía algún tipo de problema o que era demasiado rebelde", comenta la joven. Juan Lupiáñez, investigador del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Granada, explica que este tipo de situaciones es muy común en niños pequeños. En las primeras etapas de nuestra vida, el cerebro establece una fuerte conexión entre los sentidos. Son muchos los casos de niños que, a temprana edad, ven números y letras de colores. "Esto se explica por una conectividad pronunciada al nacer entre las distintas áreas sensoriales, que con la maduración se va perdiendo, especializándose las áreas cada una en un procesamiento sensorial específico" explica Lupiáñez. Sin embargo, lo que para muchos acaba desapareciendo, para Elena continuó.

Una manera diferente de ver el mundo

En algunos estudios se reconocen hasta 80 tipos diferentes de sinestesia, entre los cuales podemos encontrar una gran variedad de conexión entre los sentidos. Jaume Estruch, presidente de la Sociedad Española de Ciencias Sensoriales, añade que el fenómeno de la sinestesia se puede entender desde un abanico muy amplio de posibilidades. Estruch explica que hay, como mínimo, tres acepciones del término. Existe una sinestesia neurológica pura, de la cual aún no acabamos de entender los mecanismos; una sinestesia cultural o retórica, por la cual hablamos de un color chillón, un sonido suave o un color brillante; y una falsa sinestesia, también conocida como integración cultural, en la cual somos más conscientes de las conexiones naturales entre los sentidos. En este sentido, Estruch añade: "Hay personas que tienen un sentido de integración muy agudo y que lo acaban confundiendo con sinestesia".

Para Elena, percibir el mundo conectando algunos sentidos es algo tan natural que no podría imaginarse percibiendo el entorno de manera diferente. En su caso, la sinestesia predominante es la léxico-gustativa. Es decir, para ella cada tono corresponde a un sabor. "Cada voz tiene un sabor muy diferente. La primera vez que oigo hablar a una persona recibo un estímulo muy fuerte con el sabor de su voz. Si me hablan muy fuerte, lo noto más; si susurran es algo casi imperceptible. Luego, conforme vamos hablando, me acostumbro hasta que dejo de notarlo", explica Elena.

El sabor de las voces

Para ella, cada tono se podría describir como la combinación de dulce, salado y ácido en diferente proporción. Las voces muy agudas le resultan excesivamente ácidas y aquellas muy graves le empalagan hasta límites molestos. "Cuando oigo a una persona con un tono de voz muy molesto, pienso: o me voy o vomito. Y si encima la persona me cae mal, todo se intensifica", explica Elena. "El reguetón me da muchas ganas de vomitar. Tiene un sabor horroroso. Por eso, cuando salgo de fiesta siempre intento llevar chicles y caramelos encima", añade.

El caso de Elena, como el de muchos otros sinestésicos, no se considera una patología. En este sentido, Estruch añade: "La realidad es un constructo de nuestra mente que se compone a partir de lo que reciben nuestros sentidos. Que alguien asocie un estímulo auditivo con un sabor no es ninguna enfermedad. Simplemente es una peculiaridad, no una alteración patológica". En el caso de Elena, la sinestesia es un mecanismo como cualquier otro para saborear la vida.

Investigación: posibles explicaciones para este fenómeno

<strong style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">Componente genético</strong>