AVANCES DE CIENCIA

Cinco chicas de ciencia que probablemente no conoces

libro Las chicas son de ciencias  Autor Irene Civico  y Sergio Parra

libro Las chicas son de ciencias Autor Irene Civico y Sergio Parra / Penguin Random House

Irene Cívico/Sergio Parra

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Extracto de “Las chicas son de ciencia”, de Irene Cívico y Sergio Parra, ilustrado por Núria Aparicio (Penguin Random House, 2018)

Selección a cargo de Michele Catanzaro

Agnodice

La primera médica conocida de la historia

Fecha y lugar de nacimiento

Siglo iv a. de C. (Atenas, Grecia).

Su mayor logro

Convertirse en médica cuando la medicina estaba prohibida para las mujeres.

Su lema

«Las mujeres somos tan buenas como los hombres.»

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Lucha por tus sueños, aunque nadie los entienda.

Hace miles de años, las médicas ya existían. No eran animales mitológicos, no. Eran mujeres médicas, encargadas en aquel tiempo de curar a otras mujeres y, también, de ayudarlas a traer hijos al mundo. Con el paso de los años, los hombres empezaron a impedir a las chicas que ejerciesen medicina. De hecho, llegaron a prohibírselo. La razón detrás de tamaña estupidez es que los hombres creían que si daban libertad a las mujeres para ejercer la medicina, ellas podrían controlar la población escogiendo cuándo tener o no tener hijos. El problema de esta obsesión por controlar a la mujer es que tampoco se dejaba a demasiados médicos hombres que se ocuparan de ellas durante el parto, y a las mujeres tampoco les gustaba que las tocasen hombres que no fuesen sus maridos, así que muchas mujeres morían cuando daban a luz.

Pero en el siglo iv antes de Cristo, nació en Atenas una chica llamada Agnodice que soñaba con convertirse en una gran médica y salvar las vidas de las mujeres y sus bebés. Cuando se lo dijo a su padre, a este le entró el miedo: si las mujeres tenían prohibido ejercer la medicina os podéis imaginar que tampoco podían estudiarla. Pero el padre de Agnodice creía en su hija, que era una valiente, y la apoyó cuando esta decidió liarse la manta a la cabeza e irse a Alejandría a estudiar… Juntos trazaron un plan para que nadie se lo pudiese impedir: Agnodice se cortó el pelo y se vistió como un chico para que la aceptasen en la universidad.

En Alejandría, nuestra Agnodice disfrazada de chico pudo estudiar con el prestigioso médico griego Herófilo. Al poco tiempo, destacaría como su estudiante más brillante, sacando la nota más alta en el examen de medicina y convirtiéndose así en médica, ginecóloga y comadrona. Al volver a Atenas se encontró una mujer que se había puesto de parto en plena calle y, al querer ayudarla, esta se asustó mucho, ya que no quería que ningún hombre la tocase. Así que Agnodice se descubrió y le demostró que en realidad era una chica. La mujer aceptó su ayuda para poder traer a su hijo al mundo sano y salvo. Esta mujer quedó tan agradecida que le habló de Agnodice a todas sus amigas, quienes le guardaron el secreto, pues ya solo querían ser tratadas de sus problemas médicos por ella. Al fin y al cabo, ¿quién podía conocer mejor el cuerpo de una mujer que otra mujer?

El problema es que el resto de los médicos no entendían por qué todas las mujeres querían visitarse con Agnodice (o el nombre que usase como médico señor) y, como la envidia es muy mala, empezaron a esparcir rumores de todo tipo sobre él (ella). Lejos de imaginar que Agnodice era en realidad una chica, pensaban que «ese chico» enamoraba a todas las mujeres y se aprovechaba de ellas, lo que provocó que los maridos se volvieran locos de celos y los médicos de rabia cochina, así que todos se unieron para denunciarla y llevarla a juicio ante el Consejo de Ancianos. El Consejo de Ancianos vendría a ser un juicio de ahora pero con los abuelos sabios del pueblo dictando sentencias.

En el juicio, delante de un buen puñado de médicos envidiosos y maridos celosos, Agnodice dejó a todos alucinados levantándose la túnica para enseñarles que en realidad no era un hombre. Pero al confesar su verdadero sexo, se la acusó de un delito todavía más grave: suplantar la identidad de un hombre para ejercer la medicina. Al quebrantar esta ley, el Consejo de Ancianos castigó a Agnodice con la pena de muerte. Pero lo que ninguno de esos hombres esperaba es que todas las mujeres a las que había ayudado tanto Agnodice salieran en su defensa y se rebelaran contra la injusticia a la que estaban sometiendo a esa valiente médica. Las mujeres les dijeron a sus maridos que no parecían sus maridos sino sus enemigos, ya que estaban condenando a la persona que les había traído la salud.

Se montó tal revuelo en Atenas que los hombres se asustaron y no solo perdonaron a Agnodice sino que, a partir de ese momento, se cambiaron las leyes y permitieron que cualquier chica pudiese estudiar medicina si quería. Eso sí, solo para ayudar a otras chicas. Obviamente, esto no está bien del todo, pero bueno, fue un avance.

La historia de Agnodice pasó hace tanto taaaaaanto tiempo que es imposible saber hasta qué punto es verdadera. Y, de hecho, muchos dicen que su historia es tan solo un mito narrado en las Fábulas del escritor romano Cayo Julio Higinio. Pero lo cierto es que la figura de Agnodice, real o no, ha pasado a la historia como un símbolo de todas aquellas mujeres que a lo largo de la historia, y a pesar de ser unas incomprendidas en muchos casos, han luchado por el sueño de poder dedicarse a la ciencia. ¡Nunca tiréis la toalla si tenéis un sueño!

Inge Lehmann

La sismóloga que nos llevó al centro de la Tierra

Fecha y lugar de nacimiento

13 de mayo de 1888 (Copenhague, Dinamarca).

Su mayor logro

Descubrir lo que hay realmente en el centro de la Tierra.

Su lema

«Deberías conocer a muchos hombres incompetentes con los que he tenido que competir… en vano.»

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El mundo es más fascinante si lo descubres por ti misma.

Julio Verne ha pasado a la historia por sus increíbles novelas, como La vuelta al mundo en ochenta días y Viaje al centro de la Tierra. Pero fueron dos mujeres las que desmontaron las ideas que allí escribió (que muchos fans creían ciertas) y volvieron a demostrar que la realidad supera siempre con creces a la ficción. Si la fascinante Nelly Bly consiguió dar la vuelta al mundo más rápido que Phileas Fogg en La vuelta al mundo en ochenta días (tal y como os explicamos en Las chicas son guerreras), Inge Lehmann desmontó Viaje al centro de la Tierra descubriendo lo que se escondía en realidad en el interior de nuestro planeta.

Y es que Inge, desde muy pequeña, estaba fascinada por el lugar en el que vivimos, tanto por la superficie que pisamos como por todos los secretos que la Tierra esconde en su interior. Tuvo la suerte de poder acudir a una escuela donde los niños y las niñas iban juntos a clase y hacían todas las actividades por igual. Esto ahora nos parece normal, claro, pero pensad que en el siglo XIX era muy muy raro, y a las chicas no les permitían estudiar las mismas asignaturas que a los chicos y, muchísimo menos, hacer las mismas actividades físicas. Menuda tontería. ¡El conocimiento es un derecho universal para todo el mundo, y punto!

Inge sacó la nota más alta para acceder a la universidad y decidió estudiar matemáticas, química y física. Cosas facilitas, vaya, y encima todas a la vez. Al acabar las tres carreras, Inge se tomó un tiempecito sabático para poder asimilarlo todo bien. Cuando estuvo lista, volvió con fuerza a la Universidad de Copenhague para trabajar en el departamento de sismología del profesor Niels Norlund, quien la mandó a montar una red de observatorios sísmicos en Dinamarca y Groenlandia.

No era una tarea fácil. Sabéis que, cuando se produce un terremoto, todo empieza a temblar y da muchísimo miedo. Pero Inge estaba segura de que, para descubrir cómo era el interior de nuestro planeta, tenía que estudiar a fondo cómo se producían los terremotos. Tras uno muy grave que tuvo lugar en Nueva Zelanda en 1929, Inge se puso como una loca a analizar todos los datos que recogían las máquinas que medían la fuerza de los terremotos. Observó las diferencias en la velocidad y la dirección de unas ondas conocidas como «P» en el registro sismológico cuando llegaban al centro de la Tierra, detectando una discontinuidad entre las dos partes del núcleo terrestre. Visto esto, llegó a la conclusión de que el interior de la Tierra tenía que ser una mezcla de sólido y líquido. Esta discontinuidad pasó a llamarse «discontinuidad de Lehmann» en honor a Inge.

En 1936 publicó su trabajo titulándolo simplemente P, y allí explicaba, a partir de sus estudios sísmicos, que el núcleo terrestre estaba formado por dos partes: una esfera interna de hierro sólido y una capa de hierro líquido que la envolvía. Lo que decía Inge es que el núcleo sólido flotaba libremente rodeado del líquido, como si fuera otro pequeño planeta dentro del nuestro, pero a una temperatura de miles de grados. El descubrimiento fue de gran importancia, ya que, hasta entonces, los científicos creían que el interior de la Tierra era todo líquido, tipo lava ardiendo. Y ellos todavía iban más o menos encaminados. La gente normal directamente creía que la Tierra era hueca como una caverna gigantesca en la que había océanos y toda clase de criaturas viviendo allí, como decía Julio Verne en Viaje al centro de la Tierra. Gracias a Inge, ahora sabemos que el centro de la Tierra es un núcleo sólido. Que es sólido por la presión que ejercen las otras capas sobre él, que está formado por una aleación de hierro y níquel, que tiene un radio de 1200 kilómetros (un poco más pequeño que la Luna) y que ¡tiene la misma temperatura que la superficie del Sol! O sea, achicharramiento máximo.

Gracias a sus descubrimientos en el campo de la geofísica, en 1971, Inge ganó la Medalla William Bowie, la máxima distinción que otorga la Unión Geofísica Americana, convirtiéndose así en la primera mujer en la historia en recibir este premio bien merecido. Inge también logró ser la primera jefa del departamento de sismología del Real Instituto Geodésico Danés, un cargo que ocupó durante 25 años, hasta que se retiró. Podríamos pensar que este retiro era para jubilarse, pero nada más lejos de la realidad. ¿De verdad creéis que una científica como Inge se había cansado de investigar? Lo que hizo Inge fue simplemente dejar atrás todo el trabajo burocrático para poder dedicarse a lo que realmente le gustaba: investigar.

Se fue a Estados Unidos y Canadá, donde siguió estudiando y publicando artículos sin parar. Pensad que al publicar su último artículo ya tenía ¡99 años! Al año siguiente el Instituto Geodésico montó una fiesta por todo lo alto para celebrar los 100 años de Inge, que fallecería plácidamente a los 104 años, convirtiéndose en una de las científicas más longevas de la historia.

Maria Teresa Toral

La química antifascista

Fecha y lugar de nacimiento

20 de mayo de 1911 (Madrid, España).

Su mayor logro

Unir ciencia y arte del mismo modo magistral.

Su lema

«La obligación del artista (y de la científica) es buscar nuevos medios y abrir nuevos caminos.»

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Lucha siempre por tus ideales.

María Teresa tuvo la suerte de nacer en una familia acomodada y culta, y en casa siempre dispuso de muchos libros en los que aprender toda clase de cosas. A María Teresa le gustaba escribir, dibujar y estudiar música, y encima tocaba muy bien el piano. Con el tiempo, llegó a dominar hasta cinco idiomas diferentes, y como era inteligentísima, se convirtió en la primera universitaria de la familia. Su padre quería que estudiara una carrera con futuro para una mujer como podía ser la de farmacia, pero María soñaba con aprender química como Marie Curie, fuera práctico o no para su sexo. Así que, ¿qué hizo para no desilusionar a su padre? ¡Pues estudiar las carreras de Farmacia y Ciencias Químicas a la vez! Claro que sí.

A pesar de todo el trabajo que le llevó y lo duro que era para ella soportar muchas veces el menosprecio de los chicos de la universidad por ser una chica (brrr), terminó ambas carreras en 1933 con sobresaliente y Premio Extraordinario. Así que no es de extrañar que poco después de acabar, y a pesar de ser una chica, le propusieran formar parte de un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Física y Química, liderado por Enrique Molas, uno de los científicos más importantes de la época. Juntos se hicieron famosos en el mundo entero por su exhaustividad a la hora de determinar los pesos moleculares y atómicos. Esto era muy importante, porque para crear cualquier reacción química se necesita saber la cantidad exacta de componentes que deben mezclarse. María Teresa, además, como era muy manitas, se construyó ella misma todos los equipos de vidrio necesarios para este trabajo, que debían ser muy precisos para que no hubiera fugas de líquidos o gases.

Además de dedicarse a sus investigaciones, a María Teresa también le daba tiempo a publicar muchísimos artículos en las revistas científicas y rápidamente le ofrecieron una beca para continuar sus investigaciones en Londres, pero por culpa de la Guerra Civil española, sus planes se frustraron. En esa época, en España te castigaban por mostrar ideas políticas contrarias a las impuestas. Como María Teresa y muchos de sus compañeros científicos se posicionaron del lado de los republicanos, al acabar la guerra los franquistas la detuvieron y la condenaron a 12 años de cárcel acusándola de haber fabricado armas para los republicanos en su laboratorio. Las condiciones en aquella cárcel eran inhumanas.

Tenía capacidad para 600 personas, pero encarcelaron en ella a 5000. Hacía mucho frío, se pasaba hambre, y muchas reclusas morían por no recibir atención médica. Pero gracias a sus conocimientos, María Teresa ayudaba a curar a otras prisioneras, o las distraía dando clases de idiomas. Los únicos momentos que se dedicaba a sí misma era cuando dibujaba cosillas para adornar los libros de la biblioteca. Como los hijos de las reclusas sólo podían estar con sus madres hasta los 3 años, María Teresa también ayudó a falsificar las fichas para que no figurara la edad real y los niños pudieran estar más tiempo junto a ellas. Una crack, María Teresa.

María Teresa fue liberada antes de terminar su condena, pero le prohibieron seguir trabajando en el laboratorio y se vio obligada a alejarse de sus investigaciones. Su madre le puso una farmacia, y la opción fácil habría sido retirarse en ella y ganarse la vida sin levantar más sospechas. Pero María Teresa decidió convertir su farmacia en un centro de reuniones secreto de otros rebeldes para seguir luchando contra el Régimen. En 1945, el que era su novio (!!!) la denunció a los franquistas y volvieron a meterla en la cárcel. Esta vez, sin embargo, fue todo todavía más terrible, y durante el juicio, quisieron condenarla a pena de muerte.

El futuro de María Teresa hubiera sido fatídico si no llega a ser por toda la gente que exigió la liberación de esa genia de la química. El régimen franquista recibió miles de cartas y telegramas de protesta, y en el juicio que se celebró contra María Teresa asistieron personajes tan influyentes como la premio Nobel de Química Irene Joliot-Curie, hija de su admiradísima Marie Curie. Nadie entendía aquella injusticia. Gracias a toda esa presión, y a pesar de que no la liberaron enseguida, se libró de la pena de muerte.

Cuando finalmente logró salir de la cárcel, decidió que ya era hora de abandonar aquella España fascista y se fue a vivir a México, donde logró construirse una nueva vida desde cero. Allí, además de seguir dando clases de química, volvió a dar rienda suelta a su amor por el dibujo. Como María Teresa era muy precisa con sus manos, aprovechó esa habilidad extraordinaria para hacer grabados preciosos, y se convirtió así en una de las artistas grabadoras más reconocidas de México.

María Teresa no volvió a pisar España hasta que murió Francisco Franco. Como homenaje a todas las presas que compartieron sufrimientos con ella y a todas aquellas que no vivieron para contarlo, decidió hacer una exposición con sus obras en la cárcel donde había sido encerrada y así convertir un espacio que había sido de sufrimiento en un espacio de creatividad y esperanza.

Chien-Shiung Wu

La gran dama de la física

Fecha y lugar de nacimiento

31 de mayo de 1912 (Liuhe, China).

Su mayor logro

Ser una pieza fundamental en el desarrollo de la bomba atómica.

Su lema

«Siempre he sentido que en la física debe haber un compromiso total. No es sólo un trabajo, es un modo de vida.»

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Defiéndelo como si tu vida dependiera de ello.

Imaginaos que nos transportamos al pequeño pueblecito de Liuhe en mitad de China, cerca de Shanghái.

Y que estamos en 1912, al año que nació Chien-Shiung. En aquel lugar y en aquel momento ninguna mujer se hubiera planteado estudiar y mucho menos ciencia, porque las mujeres eran educadas básicamente para servir a los hombres y cuidar de la familia. Sin embargo, el padre de Chien-Shiung, que era ingeniero, creía que las personas debían estudiar lo que quisieran, fueran chicos o chicas. Por esa razón, luchando contra viento y marea, fundó la primera escuela para niñas de toda China y allí acabó estudiando, obviamente, Chien- Shiung.

Después de estudiar muchísimo, logró ser aceptada en la Universidad de Nanjing, que era la más importante de todo el país y que hasta entonces no admitía a chicas. Para obtener su plaza en la universidad, Chien-Shiung participó en las luchas estudiantiles de 1930 para que se abrieran las puertas a las mujeres, plantándose en la mansión del presidente de su país dispuesta a quedarse allí hasta que le permitieran estudiar. Eso fue toda una hazaña en un país y una época, donde las mujeres no pintaban casi nada en la vida pública china y solo se esperaba de ellas que estuviesen en casa y fuesen muy monas. Pensad que hasta tenían la costumbre de vendarles los pies a las chicas para que fueran pequeños y bonitos (superterrible).

Chien-Shiung se licenció en Física y se acabó convirtiendo en profesora universitaria. Pero sus ganas locas de aprender no terminaron ahí: lo que más llamaba la atención del mundo eran los últimos estudios sobre el átomo que se estaban llevando a cabo en Estados Unidos. Le quedaba lejos, sí, pero a ella el tema le fascinaba. Así que solicitó una plaza en la Universidad de Míchigan, y consiguió una beca para dedicarse a investigar allí. Pero antes de ir a Míchigan, Chien-Shiung hizo una parada técnica y visitó a un amigo que vivía en Berkeley. ¡Ay! Y allí se le cambió el rumbo previsto, porque se enamoró de Luke Chia Yuan, quien se dedicó a enseñarle los laboratorios de física y le presentó al profesor Ernest O. Lawrence, el responsable de construir el primer acelerador de partículas (una máquina alucinante para descubrir los secretos de los átomos). Entre ambos la convencieron de quedarse a estudiar allí.

Al poco tiempo, Chien-Shiung ya se había convertido en una leyenda en Berkeley al ser la mayor experta en fisión nuclear (la reacción donde el núcleo del átomo se divide en dos generando energía). Muchos la empezaron a llamar «la Autoridad». Ser tan buena, y llevar un apodo tan molón, le dio acceso a participar en el famoso Proyecto Manhattan, que nació en la Segunda Guerra Mundial con la finalidad de que Estados Unidos consiguiera desarrollar la primera bomba atómica. Es un proyecto bastante terrible si lo piensas detenidamente, pero la intención era desarrollarlo antes de que lo lograra la Alemania nazi para poder pararle los pies. Todo iba viento en popa hasta que Estados Unidos entró también en guerra con los japoneses. Y, a pesar de no ser japonesa, debido a sus rasgos orientales, muchos despreciaron a Chien-Shiung (ya sabéis que la gente es muy ignorante) y, finalmente, la acabaron apartando del proyecto aunque había sido una de las piezas fundamentales. ¡Los muy paranoicos incluso llegaron a decir que colaboraba con el enemigo! Para evitar más conflictos, se mudó con Luke a la otra punta del país, donde este empezó a trabajar en la Universidad de Princeton. Ya en el Costa Este, ella encontró trabajo como profesora en un colegio femenino de Northampton, pero como Luke trabajaba bastante lejos, solo se podían ver los fines de semana. Como estaba muy triste, cuando Chien-Shiung coincidió en una conferencia con el profesor Lawrence no dudó en pedirle ayuda para que la admitieran como profesora en Princeton. De este modo se convirtió en la primera mujer profesora de física de la universidad.

Una vez allí, volvió a brillar y pudo continuar investigando en nuevos proyectos importantes. En 1956, por ejemplo, colaboró con Tsung Dao Lee y Chen Ning Yan para demostrar que una de las leyes más importantes de la física estaba equivocada: la ley de la paridad. En 1957, Lee y Yan recibieron el Premio Nobel de Física por sus descubrimientos, pero nadie reconoció el trabajo de Chien-Shiung. ¿Os creéis que eso la desanimó? ¡Para nada! Continuó investigando y entregándose a fondo en cada proyecto en el que se metía.

Los reconocimientos que merecía llegaron poco a poco, como ser nombrada la primera mujer presidenta de la Sociedad Americana de Física, en 1975. Y, a pesar de que no todo el mundo conoce los avances maravillosos que hizo Chien-Shiung Wu en el mundo de la física, un asteroide lleva su nombre desde 1990, para que Chien-Shiung viaje por todo el universo rodeada de estrellas por siempre jamás. Como la superjefa que es.

Maryam Mirzakhani

La primera científica en ganar el Nobel de Matemáticas

Fecha y lugar de nacimiento

3 de mayo de 1977 (Teherán, Irán).

Su mayor logro

Ser la primera mujer en ganar la Medalla Fields de Matemáticas.

Su lema

«La belleza de las matemáticas solo la descubren los más pacientes.»

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Mira distinto y acertarás.

Todo el mundo conoce el Premio Nobel, ya que es uno de los más importantes del mundo. Hay Premio Nobel para las categorías de Física, Química, Medicina, Literatura, Economía y hasta para la Paz. Sin embargo, no existe el Nobel de Matemáticas. What? No porque Alfred Nobel, su fundador, las odiara, sino porque en aquella época no consideró que las matemáticas tuvieran aplicaciones prácticas. A ver, es verdad que son incomprensibles a veces, pero prácticas también, ¿no? Así que poco más tarde se creó un premio especial para ellas igual de prestigioso que el Nobel, la Medalla Fields, que se entrega cada cuatro años solo a matemáticos que sean menores de 40 años de edad. O sea, que además de ser un crack tienes que serlo rapidito para que te la concedan. Maryam es la primera y la única mujer en ganar la Medalla.

Por si no fuera poco mérito, encima Maryam nació en Irán, un país donde las mujeres a día de hoy todavía tienen muchísimos menos derechos que los hombres. Curiosamente, su primera pasión fue la lectura y si le hubieras preguntado qué quería ser de mayor te habría contestado que escritora. Pero un día, en el insti, cayó en sus manos un cuestionario de acceso a un concurso de matemáticas y Maryam se pasó varios días intentando resolverlo. Ese reto la picó y la llevó a obsesionarse con las mates hasta tal punto que pidió a su escuela, donde solo iban chicas, que le enseñasen matemáticas al mismo nivel que hacían en las escuelas de chicos. ¿Por qué ellas tenían que saber menos?

A Maryam le parecía que con las mates podía trabajar con pruebas, como un detective privado resolviendo misterios. Los misterios del mundo, que no es poco. Ella describía su trabajo como estar perdida en la jungla devanándose los sesos para dar con nuevos trucos y, con un poco de suerte, poder encontrar una salida. Y eso, a Maryam se le daba muy muy bien. En 1994 fue la primera chica de Irán en ganar la Medalla de Oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas. Pero es que, al año siguiente, ganó DOS medallas de oro y con una calificación perfecta. Fue la primera persona de todo Irán en conseguirlo.

Maryam se graduó en Matemáticas en la Universidad de Tecnología Sharif de Teherán pero rápidamente se marchó a Estados Unidos y se doctoró en la Universidad de Harvard. Cuando llegó ni siquiera dominaba bien el inglés; de hecho, los apuntes los tomaba en persa, pero nunca tenía vergüenza en preguntar las cosas una y otra vez hasta que las entendía bien. En su tesis doctoral, Maryam resolvió dos problemas supercomplicados sobre geometría hiperbólica y todo el mundo alucinó.

Si cuando te imaginas los problemas que resolvía Maryam estás pensando en la pizarra de tu profe o en tu libreta de mates, espera un momento. El cerebro de Maryam era original incluso para eso: para resolver problemas dibujaba en hojas de papel garabatos que para ella representaban el problema y, más tarde, escribía fórmulas matemáticas alrededor de los dibujos. Sus fórmulas parecían pequeñas obras de arte. Definitivamente, Maryam tenía una forma distinta de ver el mundo. Era una persona capaz de darle la vuelta a las investigaciones una y mil veces, capaz de seguir investigando cuando todos los demás habían tirado ya la toalla. Maryam centró sus investigaciones en lo que más le fascinaba, las superficies hiperbólicas, y sus estudios nos dieron impactantes y originales descubrimientos sobre geometría.

El mundo no tardó en darse cuenta de lo extraordinaria que era. Ganó el Premio Blumenthal, el Ruth Lyttle Satter… y, poco más tarde, recibió la Medalla Fields por sus avances en las superficies de Riemann y sus modelos espaciales. Tranquilos, nosotros tampoco sabemos bien bien qué son, pero según la Universidad de Stanford, donde Maryam dio clases hasta el día de su muerte, sus descubrimientos abrieron puertas tanto al estudio de los números primos y la criptografía como a la resolución de las incógnitas que rodean el estudio de los orígenes del universo. ¡Casi nada!

Maryam murió con tan solo 40 años debido a un cáncer de mama. Todo fue rápido en su vida —su genialidad, su éxito y su pérdida—, pero en tan poco tiempo logró lo que ninguna otra mujer había conseguido antes en las matemáticas. Y hasta sin quererlo, consiguió algo sin precedentes en Irán: al anunciarse que el cáncer había vencido a Maryam, el presidente iraní Hassan Rouhani, retiró la prohibición absurda de que las mujeres no podían salir en fotografías sin taparse el pelo con un pañuelo, y varios periódicos publicaron fotografías de ella con el pelo al descubierto. De nuevo, Maryam se convertía en la primera chica en conseguir algo muy importante no solo para su país, sino para las mujeres de todo el mundo.