Divulgación inclusiva

Arqueología para todo el mundo

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Michele Catanzaro

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Martí aún recuerda los objetos “parecidos a huesos pequeños” que encontró el verano pasado en el yacimiento neolítico de Les Guixeres de Vilobí (Sant Martí Sarroca, Barcelona). En agosto, este chico de 17 años y otra docena de afectados por el síndrome de Down participaron durante un día en una excavación en compañía de arqueólogos profesionales. En diciembre, otro grupo se ejercitó en fabricar herramientas prehistóricas en un taller en Barcelona.

Ambas actividades forman parte de una serie más amplia de eventos organizada por el proyecto “Barcelona, 6000 anys d’història”. Desde el 2013, esta iniciativa de investigadores de la Institució Milà i Fontanals (IMF-CSIC) -un foco de conocimiento en pleno barrio del Raval, en Barcelona- y de divulgadores del colectivo La ciència al teu món, ha ido acercando la arqueología a toda clase de colectivos de su entorno.

Se trata de grupos que de entrada parece que casarían con la prehistoria como el agua y el aceite. La semana que viene, adolescentes en riesgo de exclusión de un instituto del Raval culminarán un taller de cocina prehistórica. Hace un par de meses, abuelos del mismo barrio pusieron en escena una obra de títeres sobre el neolítico. Anteriormente, una asociación de vecinos colaboró con los investigadores para fabricar una cabezuda troglodita. Los investigadores del proyecto también hicieron demostraciones en comercios y en el mercado de la Boquería.

Colectivos alejados de la divulgación

“Hay colectivos que no llegan nunca a la divulgación científica: muchos chavales del Raval no pueden pagarse un museo o no tienen un fin de semana para ir, porque trabajan”, explica Juan Gibaja, científico titular del CSIC e impulsor del proyecto, experto en la transición entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores.

Algo parecido ocurre con las personas mayores (“muchos piensan que una charla de arqueología no es tema para ellos”) u otros grupos descuidados por los programas oficiales de divulgación, como los migrantes o las personas con discapacidad intelectual.

Todo empezó en el 2013, cuando un miembro de la Taula del Raval se acercó a Gibaja después de una charla pública para animarle a divulgar sus hallazgos en el barrio. Cuatro milenios antes de ese encuentro, por el Raval se paseaban algunas de las primeras comunidades de agricultores y pastores que llegaron a la península ibérica.

Gibaja aceptó hablar con algunas asociaciones de vecinos. “De entrada, me parecía complicado, pero enseguida se interesaron”, recuerda. Las primeras actividades a pie de calle también fueron prometedoras. “Cuando relacionas la prehistoria con lo que comemos o cómo vivimos ahora, enseguida la gente se engancha”, explica el arqueólogo.

Hasta el 2015, las actividades del proyecto se centraron en el barrio barcelonés, pero desde entonces se han extendido a Horta-Guinardó, Nou Barris, Sabadell, Hospitalet, etcétera, gracias a la financiación renovada año tras año por la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT).

Participar, más que escuchar

“Siempre buscamos que nuestro público no se limite a escuchar, sino que participe”, explica Gibaja. La actividad más reciente, por ejemplo, ha consistido en ofrecer a una quincena de adolescentes en riesgo de exclusión (la mayoría de ellos migrantes) un curso de cocina al estilo prehistórico.

En el caso de las personas mayores, se les ofrece montar una obra de títeres para niños con un texto escrito por los arqueólogos. “Hace un par de años, cuando mi plaza en el CSIC estaba en riesgo, una abuela me abrazó y me dijo entre lágrimas: qué hacemos ahora si no vienes tú”, recuerda Gibaja.  

Sin duda, el proyecto más ambicioso es el que implica a las personas con síndrome de Down. “Para mí era difícil imaginar cómo actuarían. Me robaron el corazón. Preguntan sin miedo y les encanta conocer, siempre que les des los conocimiento a su ritmo. Y al final todos te abrazan”, recuerda Gibaja.

“Nos llegan propuestas deportivas y de ocio, pero propuestas como esas son rarísimas: por eso se apuntaron muchos chicos”, afirma Víctor, padre de Martí y miembro de la asociación Down Catalunya. “Es un colectivo que está dejado de lado, pero cuando te acercas ves que están deseando salirse de esa tónica de actividades que los toman, entre comillas, como tontos y están perfectamente capacitados para hacer todo tipo de cosas”, afirma Diego Ortega, divulgador científico y miembro de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas con Discapacidad Intelectual (AFAMP, de Jaén), no implicado en el proyecto, que considera la iniciativa “una idea fabulosa”. “La ciencia no se puede quedar solo en el mundo académico: tiene que llegar a toda la gente”, concluye Gibaja.

La divulgación inclusiva avanza en España

En diciembre se celebró en la Universidad Autónoma de Madrid la <strong>III Jornada de Divulgación Ciencia Inclusiva</strong>, organizada por la asociación <strong>Ciencia Sin Barreras</strong>. Se habló de proyectos que van desde la astronomía para personas ciegas hasta <a href="https://www.youtube.com/channel/UClLcSya2nKLZiJjrCPDrRgA" target="_blank">Pdiciencia</a>, un programa de divulgación presentado por personas con discapacidad intelectual. “La idea de la plena inclusión ha alcanzado a la divulgación: hay una ebullición de actividades impresionantes”, comenta Diego Ortega, responsable de Pdiciencia.