TRABAJO ENCABEZADO POR EL CSIC

La agricultura dio sus primeros pasos en Siria hace 10.500 años

Investigadores españoles encuentran en el yacimiento de Tell Qarassa Norte, en el sur del país, restos de cebada y trigo ya domesticados

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ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Un equipo internacional coordinado por investigadores españoles ha descubierto en el yacimiento arqueológico de Tell Qarassa Norte, situado cerca de la ciudad siria de Sweida, restos de cebada y trigo cultivados que tienen una antigüedad aproximada de 10.500 años, lo que supone la evidencia de agricultura más vieja en el mundo.

Los cereales de Tell Qarassa muestran rasgos genéticos fruto de una domesticación, es decir, no son simples granos silvestres recogidos del campo, explica a este diario el coordinador de las excavaciones, Juan José Ibáñez, arqueólogo del CSIC en la Institución Milà i Fontanals de Barcelona. "Los pobladores neolíticos de Tell Qarassa cultivaban cereales, o al menos una parte de los cereales, y luego los procesaban para su alimentación", insiste.

El origen temporal y geográfico de la agricultura es un asunto disputado desde hace décadas. Todo indica que surgió por primera vez en Oriente Próximo con el cultivo de los cereales y luego con las leguminosas (habas, guisantes y lentejas, por ejemplo), pero no está claro si hubo un origen primigenio que funcionó como único difusor o bien varios orígenes más o menos cercanos y simultáneos. Hasta ahora, los restos más antiguos correspondían a un yacimiento un poco posterior situado en la actual Turquía. "Pese a la antigüedad, Tell Qarassa no invalida las hipótesis del surgimiento simultáneo", advierte Ibáñez. El proceso, además, tuvo forzosamente un carácter progresivo. 

EQUIPO INVESTIGADOR

En los trabajos también han participado otros investigadores del CSIC, así como de las universidades del País Vasco, Cantabria, Copenhague y Londres. Los detalles de la investigación se han publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). 

Los resultados son fruto de unos trabajos realizados entre los años 2009 y 2010 en Tell Qarassa. El yacimiento, que ahora muestra una forma de pequeña colina, se formó por la acumulación de sucesivos poblamientos humanos y, de hecho, en los estratos se pueden detectar restos de diferentes periodos, explica el coordinador de las excavaciones. "Creemos que [el poblado analizado] pudo tener centenares de personas", añade. Muy cerca hubo un lago que actualmente está seco y un campamento de cazadores-recolectores que es dos milenios más antiguo.

"El proceso de domesticación se inició cuando las poblaciones de cazadores-recolectores comenzaron a recolectar cereales silvestres y, más adelante, los cereales silvestres fueron cultivados y cosechados segándolos con hoces. Esta manipulación llevó a la selección genética de los granos de cereal. Progresivamente, los caracteres domésticos se fueron haciendo dominantes. En Tell Qarassa estaríamos en las puertas de la agricultura”, detalla Ibáñez. Concretamente, un 30% de los granos localizados muestra caracteres domésticos -ya no se pueden reproducir por sí mismos-, mientras que el resto siguen presentando caracteres silvestres.

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ANTES DE LA GUERRA

El trabajo de campo se desarrolló en Siria antes del inicio de la guerra, pero el análisis al microscopio se realizó posteriormente en España. Hay que buscar entre los sedimentos algún tipo de pista. "Los restos de vegetales carbonizados flotan", pone como ejemplo el investigador de la Institución Milà i Fontanals del CSIC. Los trabajos formaban parte de la tesis doctoral de Amaia Arranz, investigadora de la Universidad del País Vasco y primera firmante del trabajo.

"Hemos descubierto -prosigue Ibáñez- que los cereales de Tell Qarassa se sembraban en otoño y se segaban sobre febrero o marzo, cuando no estaban plenamente maduros, para evitar que se desprendieran las espigas en el momento de la siega" [esta es una de las claves puesto que en los cereales modernos, fruto de milenios de mejoras agrícolas, los granos no se caen de la espiga hasta que están más maduros]. El corte se realizaba cerca del suelo, para aprovechar también la paja y, una vez cosechado, se procesaba en los patios de las casas y se almacenaba en su interior. "Antes de consumirlo, se machacaba en morteros y se molía en molinos de mano”, añade.

El proyecto se ha financiado con subvenciones de los ministerios de Economía y de Educación, el Gobierno vasco y la Generalitat de Catalunya. Además, ha contado con fondos procedentes de tres fundaciones privadas: Shelby White-Leon Levy, Gerda Henkel y Palarq.